No hay tiempo para llorar

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A las nueve de la noche, Kun se sentía lo suficientemente cansado como para dormir tres días seguidos, pues el horario de Chenle estaba pasando factura en su cuerpo, si bien el niño dormía entre grabaciones y en el auto, su niñero debía cargarlo y llevarlo a los camarines para que lo arreglen. 

Para las diez, ya comenzaba a dormirse sentado en medio de la sesión de fotos del niño, pasó las manos por su cara para despertarse un poco y observó a Chenle sonreir y hacer poses con un carisma que sólo la cámara conocía, el hombre que tomaba las fotografías daba ordenes que él no entendía, pero al parecer el pequeño si, porque obedecía sin rechistar. El niñero supuso que estaba muy cansado para dar ideas o reclamar algo, ya que usualmente era más parlanchín en este tipo de trabajos.

Cuando el reloj de Kun marcó las once de la noche, Kun estaba severamente preocupado de que el photoshot no hubiera acabado aún, hacía media hora que el chofer dijo que su turno había terminado, que le dejaba las llaves y el auto para que pudieran volver a casa. Cabeceó del sueño pero rapidamente retomó compostura y observó el panorama, notaba la sonrisa de Chenle muy forzada y la voz del fotografo un poco más elevada para dar las ordenes, pensó que debía mantenerse alerta con ese hombre, así que cuando las estilistas tuvieron que darle un retoque al pequeño, aprovechó para escapar al baño y mojarse la cara, tal vez eso lo despertaría.

Luego de mirar el desastre que era, su camisa celeste arremangada, arrugada y manchada por algunas gotas de la comida china del mediodía, su pantalón claro con manchas del agua que había quedado en sus manos, su cabello parecía un nido y sus ojos estaban tan hundidos tras sus lentes que apenas notaba el color. Suspiró y salió despacio, vio como Chenle ahora estaba posando sobre un sillón y con un par de libros, decidió tomar una bebida energetica de la maquina expendedora, así que con pereza caminó hacia ella, puso su dinero y presionó botones, la máquina hizo ruidos y esperó que su lata cayera, pero no pasó nada, frustrado comenzó a golpearla para que reaccionara, pero nada.

Antes de que pudiera meter la mano para que le dieran su bebida, un estruendo lo hizo mirar a su niño, que al parecer se había caido del sillón y ahora estaba en el suelo, sosteniendo su pierna y llorando.

Mandó a la mierda la máquina y trotó rapido hasta su niño, que pensó que estaba siendo ayudado por el fotografo, pero escucharlo reclamar lo dejó tieso.

"No se te ocurra llorar, el maquillaje se arruinará, levántate, no te pasó nada." la voz tosca y sin amabilidad, le habló a Chenle, quien sostenía su rodilla y también sus lágrimas para no arruinar nada.

Kun se agachó a su lado y quitó su mano para poder observar el raspón que tenía, no parecía nada grave, Chenle se había dado golpes mucho más duros y siguió como si nada, pero al ver su carita colorada por aguantar el llanto, supuso que el cansancio le estaba afectando.

"¿Estas bien, duele mucho?" preguntó intentando encontrar sus ojos con los del niño, este evitaba su mirada. 

"Obvio que está bien, sólo fue un rasponcito, levántalo que ya casi terminamos." dijo nervioso el hombre.

Kun remprimió las ganas de surtirle un golpe en la cara al sujeto y se concentró en Chenle, quien se negaba a mirarlo.

"Escucha Lele, si quieres llorar, está bien, fue un golpe duro y estas muy cansado, no pasará nada." tocó sus cachetes rojitos y el niño al fin lo miró, sus ojitos llenos de lágrimas que se negaban rotundamente a salir. "¿Estás bien?" preguntó de nuevo el niñero.

"No." pronunció el niño, antes de lanzarse a los brazos del mayor y enterrar su cara en el cuello de su camisa, para empaparla de llanto y mocos.

Poco le importó a Kun, tomó a su niño en brazos y frotó su espalda mientras los levantaba a ambos del suelo. Escuchaba como el fotografo se quejaba.

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