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Uno. Dos. Tres.

Siete.

Quince.

Veintidós. Veintiocho. Treinta.

Treinta y uno.

Treinta y dos.

Treinta y tres pasos necesitó para alejarse físicamente, pero su corazón no logró alcanzarlo. Se quedó allá, varado en medio del pasillo, esperando frente a la puerta de quien lo estrujó hasta hacerlo polvo.

Se quedó allá, congelado en el espacio-tiempo, esperando hallar una pequeña apertura; esperando poder entrar.

Fueron treinta y tres pasos en los que se recordó con cada "tap-tap" que lo tenía merecido; eso lo sabía y lo entendió desde hace mucho, no tenía derecho a interpretar el papel de víctima. Al menos, eso habría que reconocerlo.

Al menos, eso fue lo que le devolvió un gramo de paz.

Senku no era la víctima, sino Gen, y como tal tenía derecho a actuar indignado por su comportamiento, pues que de repente hubiese aparecido luego de abandonarlo de semejante forma fue un golpe duro a su estabilidad. Debió serlo, sin duda, pues el alfa a lo largo de todo el trayecto hasta el hospital tampoco pudo recuperar el equilibrio.

Aunque, en realidad, a partir de que conoció al omega lo perdió.

El pobre científico aún intentando procesar las duras palabras de Gen, comenzó a recordar cómo fue que llegaron hasta ese punto. ¿Acaso fue desde el día en que lo marcó por primera vez? O quizás todo se remontaba mucho más atrás en el tiempo, justo cuando el pequeño niño de ojos azules se acercó alegre a él, cargando un bonsái de Sakura idéntico al que observaba en ese momento.

Quizás, de haber detenido su sentir en ese entonces no se estarían lastimando como en el presente.

Sí, tal vez fue su culpa por construir un puente a base de frágiles plumas que con un leve soplo se perdieron en el viento y los dejaron a ambos al borde del colapso: Gen, a causa de las múltiples heridas que le provocaron deliberadamente, y Senku, por la burbuja egoísta en la que se encerró.

⁘ ⁘ ⁘

El transcurrir de las horas se sintieron días, y al pasar un par de ellos Gen se sentía desesperado.

Quería salir corriendo de su habitación y huir lo más lejos posible, ya sea fuera del edificio, de la ciudad o, mejor aún, de la Tierra. Pero sabía que era imposible, y con el escurrir de los segundos entre sus temblorosas manos blancas la paciencia del omega también se iba deslizando, abriendo paso a una pizca de locura hasta que, finalmente, el pretexto perfecto salió a la luz.

Esa mañana, luego de actualizar por enésima vez las pocas redes sociales a las que podía tener acceso, recibió un mensaje. El remitente con quien había perdido contacto le hacía una bienvenida a la pequeña reunión que organizaba para esa misma tarde en la que asistirían también sus otros conocidos. Gen no perdió tiempo y dio un salto de la cama, acción que desencadenó un mareo por no haber comido en los últimos tres días más que unas cuantas cucharadas de la insípida avena que le acarreó Rei; luego, tras recuperar el piso, corrió hasta el armario para elegir su atuendo anticipadamente.

Entre decenas de colores, matices y frescas texturas, el dedo índice se detuvo en una prenda oscura, totalmente opuesta al estilo primaveral que se vería por esa época. Lanzó una pequeña sonrisa al aire, para luego descolgar la prenda y pasearla frente a sus zapatos. Tuvo la fortuna de tener de dónde escoger, pues para su agridulce suerte Ukyo le envió todas sus pertenencias tras enterarse que efectivamente volvería a la casa con Senku; no debería, pero le fue imposible no recordar sentirse echado de la casa de su amigo, aunque este sentimiento se esfumó en un segundo al localizar un par de zapatos de plataforma que iban acorde al atuendo.

Al cruzar la Vía Láctea/SenGen AU Omegaverse Donde viven las historias. Descúbrelo ahora