Fumatéricos

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Nos quedamos sentados en las gradas que daban a una de las puertas laterales de la plaza de comida, ese lado estaba vacío y podríamos estar ahí sin ningún problema. No es que lo hubiera… pero ya saben, mejor estando solos. Aris sacó una pequeña caja metálica, al principio no supe qué era lo que traía ahí, aunque por la forma que tenía era más que obvio, unos segundos después había sacado un cigarrillo que se lo llevó directo a los labios. Yo, casi inconscientemente, busqué el encendedor que tenía y se lo pasé para que prendiera su cigarro, después de hacerlo me ofreció uno que acepté sin hacerme de rogar.

Esa caja metálica tenía la forma de una cajetilla de cigarros, de hecho era para poder conservarlo en mejor estado, no tenía ni idea que tuviera algo así, resultaba ser algo muy práctico. Ahora ya deseaba con tener una de esas para mí solos, aunque no fumará lo suficiente como para tenerla. Luego que me sacará un cigarro de la cajetilla de metal, me devolvió el encendedor que le había pasado minutos antes y encendí el mío.

Nos quedamos ahí, en completo silencio por un instante, mientras cada uno inhalaba de su propio cigarro, la noche ya nos cubría por encima y nuestra única iluminación eran las luces provenientes del interior de la plaza de comidas. Veíamos el humo que salía de nuestras buscas perderse en el aire hasta llegar al punto que pareciera que dejaron de existir. Pero hubo algo que me llamó la atención y fue el hecho de que Aris expulsaba más humo de su boca de lo que yo podía hacerlo. Así que le pedí que me explicará cómo lo hacía.

—No entiendo cómo logras botar tanto humo, yo apenas si puedo formar una pequeña línea en el aire.

Se hecho a reír mientras me miraba y sujetaba lo que le quedaba de su cigarro con una mano.

—No es tan difícil— dijo al fin, cuando dejó de burlarse de mí— mirá, te explicaré, pero primero encenderé otro que este ya murió aquí.

Procedió a sacar otro cigarro de la misma cajetilla de antes, antes que pudiera guardarlas de nuevo se la quite y me saqué otro también. Los cigarros se habían consumido más rápido de lo que esperaba. Él prendió el suyo y luego lo prendí yo.

—Ahora sí— dijo acomodándose en su lugar— lo que tienes que hacer es simple, solo das una calada un poco profunda— hizo la demostración inhalando de su cigarro— luego separas un poco los labios, lo suficiente para poder inhalar aire, y una vez hecho eso lo que tienes que hacer es tratarlo todo. Y eso es todo, cuando expulses el aire que inhalaste saldrá todo el humo.

Volvió a hacer una demostración para que pudiera verlo con mayor detenimiento e hizo exactamente todo lo que me había explicado y el resultado final fue impresionante. Expulsó una cantidad de humo bastante grande, como si se hubiera fumado toda la cajetilla de una vez y lo estuviera expulsando todo junto. Ahora era mi turno de intentarlo siguiendo cada paso que me había explicado, y así lo hice, el resultado también fue impresionante, seguía sin expulsar tanto humo como él, pero ya expulsaba mucho más de lo que hacía en un principio, solo que al terminar de hacerlo me pasó algo que casi nunca me había pasado al fumar (por no decir nunca) y es que cuando terminé de expulsar todo el aire que tenía en los pulmones junto al humo del cigarro experimenté una sensación algo extraña, era como si sintiera que daba vueltas, pero me encontraba completamente quieto en el mismo lugar, pero mi cabeza dió un par de vueltas y luego regresó, fue algo de un par de segundos. No tenía ni la menor idea que un simple cigarro podía causarte esa sensación. Todo este tiempo había estado fumando mal, bueno, no es que alguien me hubiera venido a enseñar la manera correcta de hacerlo… hasta ahora.

—Te mareaste, ¿verdad?— había una sonrisa juguetona en sus labios— no puede ser— ahora se estaba riendo.

—No molestes— traté de empujar su cabeza con mi mano libre de cigarro pero se movió antes que pudiera tocarlo, por lo que perdí el equilibrio y casi termino rodando por las escaleras. Por alguna extraña razón eso nos hizo reír a los dos.

Estuvimos un par de minutos más ahí, en el mismo lugar fumando nuestros cigarrillos, cuando recibí un mensaje de Samantha. Para meterlos en contexto, Samantha era una de mis amigas de la secundaria, era de esas amigas que le era fácil conseguir amigos aunque no tuviera muchos en realidad, era de aquellas que siempre habían soñado en tener un mejor amigo pero no uno cualquiera, sino, un mejor amigo gay. Y desde que se enteró que también me gustaban los chicos hizo todo lo que pudo para presentarme a media ciudad, esperando que con alguno funcionará alguna cosa, como si eso fuera así de fácil. Y cuando recibí su mensaje me decía que se había enterado que ya salía con alguien y que quería conocerlo, no tenía ni la menor idea de cómo se había enterado. No estábamos saliendo por mucho tiempo.

—¿Quién es?— preguntó Aris con mucho interés en los mensajes que recibía— Aww yo también quiero conocerla— Estaba leyendo los mensajes que me entraban junto conmigo.

—Dice que está cerca de aquí. ¿Cómo sabe ella dónde estamos?— eso sí me asustó, era algo de un acosxdxr profesional.

—Esta cruzando el río— dijo Aris alegremente, se puso de pie dispuesto a emprender marcha hacia donde estaba ella.

No es que no quisiera verme con ella, solo que estaba disfrutando mucho el tiempo a solas con Aris como para tener que dejar eso para ir con otras personas, que de entrada sería para asistir a una fiesta o entrar a una de esas discotecas que estaban de moda.

Tomé mi celular y le envié un mensaje a mi madre diciendo que llegaría más tarde, que me había encontrado con Samantha e iríamos a tomar algo por ahí, luego de eso caminamos para encontrarnos con ella.

UNA HISTORIA HEARTSTOPPERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora