De las crónicas de Annika I

88 24 80
                                    

En algún lugar de Meridian, fecha desconocida.

Pergamino uno.

Annika escribe:

Describir quién soy o mi historia es algo que no cualquiera entendería. Fui juzgada, humillada, arrastrada a la ignominia y al exilio. Me despojaron de lo que más amaba. Los einheres, mis creadores, han sabido ocultarlo todo. Ellos se basan en uno y mil trucos para controlarnos. Siempre irán un paso por delante de mí.

Ellos son los hijos directos de Luhna y Umn y viven en la tierra desde que los cielos de Sihe y Canto fueron destruidos. Ellos conforman el sagrado Consejo que reside en la base de Heskel, en el Polo 10.

Solo yo tengo memoria del mundo como una vez fue, porque yo presencié el primer recogimiento ordenado por Luhna hacia el final del siglo XX de la era común, y aún sigo aquí, contrario a lo que ellos pensaban; esperando a que mi historia algún día sea leída, escuchada por mi descendencia y por aquellos que sé que un día lucharán por su propia felicidad.

Narraré pues esta historia de forma cronológica, pues mi muerte está cerca.

Nací en un lugar en América del Sur, en el año de 1931, antes del descenso de los dioses como lo llaman los humanos, pero en realidad, antes del primer recogimiento, como lo conozco yo. El nombre que me dieron mis creadores fue Níze, pero nunca me gustó ni jamás me identifiqué con él.

Por el contrario, siempre me gustó llamarme Annika. Ese fue el nombre que me dieron mis padres mortales. Mi padre era inglés y mi madre colombiana. Fui una niña normal hasta que cumplí los diez años, y a pesar de que siempre consideré a mis padres como mi familia, la realidad era otra: ellos solo fueron el instrumento para que yo viniera al mundo, y el vientre de mi madre fue tan solo un lugar que tomé prestado. Con el tiempo dejaron de importarme y dejé de extrañarlos. Hoy me cuesta recordarlos.

Es normal para un sihe —eterno— sentir en su vida algo de contradicción. Un poco de la llamada humanidad se va quedando en ti, pero hay algo mucho más grande que te hace mirar más allá, entonces los deseos y sentimientos mortales o carnales ya no son tan importantes.

Así lo fue siempre, hasta que cometí un error y dejé que esos sentimientos humanos proliferaran en mí, poco a poco y sin control, entonces lo perdí todo. Pero eso lo contaré después.

Siempre tuve habilidades diferentes a las de mis compañeros de clase, era más alta, más grande, más ágil y fuerte, mucho más inteligente que el promedio. Esto siempre causó grima entre la gente que me rodeaba, incluso podía sentir a veces esa misma aversión en mis padres.

Me ocupaba de las mismas nimiedades que cualquier niña de mi edad, sin embargo, siempre supe que era diferente; mis padres cuidaban de mí, me amaban, sí, pero recuerdo a mi padre decirle a mi madre que yo era "especial". No era lo que típicamente suelen decir los padres de sus hijos por el mero hecho de ser una extensión de ellos mismos, él simplemente lo sabía.

Pienso que todos los sihes tuvimos una penosa experiencia con nuestras familias mortales y nuestro pasado antes de saber quiénes éramos realmente; como ya he dicho, a los diez años todo se complicó, comenzaron las pesadillas y luego esos sueños repetitivos de lugares en donde nunca había estado, pero que me resultaban muy familiares. Eran los recuerdos de una vida pasada.

A esa edad, ya cursaba en un internado de élite en Medellín, Colombia donde estudiaba prácticamente cómo convertirme en una buena esposa. Mientras los varones aprendían oficios y aritmética, a las damitas nos impartían clases de bordado, cocina, costura y todo lo necesario para encajar en la sociedad en donde entonces vivíamos.

Luego se añadieron actividades deportivas, y antes de que abandonara el internado, ya se incluía la enseñanza de actividades artísticas. Fue por esos últimos años en donde la danza fue incorporada en la retícula, y de España llegó una bailarina retirada, que ahora se dedicaba a la enseñanza de niñas pequeñas y que nos inició con nimias clases de ballet.

Aprendí lo esencial, después por mi propia cuenta, aprendería el resto. Fue entonces cuando empecé a interesarme en aquel mágico mundo que me envolvió de lleno para siempre. Admiraba a las bailarinas de renombre, sobre todo a Anna Pávlova, quien fue siempre mi inspiración. Yo quería ser como ella. Busqué filminas, revistas, y todo lo relacionado con su vida. La señorita Emilia me contaba relatos acerca de su vida, pues según me contó, había sido coprotagonista con ella en varios escenarios alrededor del mundo, antes de su muerte.

Me hablaba de una bailarina incomparable, y como nadie nunca ocuparía su lugar, como su danza era única e indescriptible, como conmocionaba al público en cada presentación.

Fue por el año de 1941 cuando sucedió mi transformación, o restauración como lo nombran los einheres. El momento en el que el espíritu despierta por completo con todos sus dones y talentos. Las pesadillas se hicieron más intensas hasta que no pude despertar de una de ellas.

Ahí, en mis sueños, fue como conocí a Shardei, la inteligencia alojada en mi cerebro que me explicó mi naturaleza divina. Shardei se extiende como una poderosa red cerebral y activa el identificador de cada eterno una vez que despertamos. Restaura nuestro espíritu y los dones con los que fuimos concebidos regresan en su totalidad. Shardei vibra de tal manera que, a partir de ese momento, podemos ser encontrados por los rastreadores.

Después de cuatro o cinco días de inconsciencia, desperté en un nosocomio particular, me habían declarado muerte cerebral, así que fui uno de los primeros milagros ocurridos en ese lugar. Aunque los doctores jamás se explicaron porque el ritmo de mi corazón iba más lento. Mis padres me llevaron de regreso a casa, advirtiendo lo inusual que me encontraba.

Pasaron pocos días hasta que recibí la visita de mis primeros cuidadores y mentores, una parte de mí ya los esperaba. Me contaron brevemente acerca de mi naturaleza y me dijeron que abandonara a mi familia y los acompañara a Heskel, el lugar donde se me explicaría finalmente mi linaje y mi propósito celestial.

Sin embargo, en ese lugar se nos instruía tan solo por un breve tiempo, se nos decía quiénes éramos y cuál era nuestro destino, pero al mismo tiempo, tampoco se nos decía mucho.

Para entonces la relación con mis padres ya era distante. Simplemente un día me fui de casa, sin maletas y siguiendo a mis mentores. Abandoné el colegio y toda la vida que hasta ese momento había considerado como mía se disipó en un instante.

Ignoro si mis padres me buscaron y si lo hicieron por cuánto tiempo fue. Al salir de Heskel, un día por asomo fui a ver qué había sido de ellos. La casa estaba abandonada, con un letrero de bienes raíces. Nunca más volví a verlos.

Los eternos debemos vagar en un mundo que no conocemos, poseyendo un cuerpo que no es nuestro hasta que encontramos de forma natural a nuestra mitad; entonces es obligación nuestra volver a nuestros creadores para realizar la unificación de nuestros espíritus.

Así es, así fue siempre. Tuve que ser yo la primera eterna en no estar de acuerdo.

 Tuve que ser yo la primera eterna en no estar de acuerdo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Las Crónicas de Luhna #POFG2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora