Hawkins 1984, VII

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Eddie Munson

Insoportable. No había otra manera de decirle. INSOPORTABLE.
¿De que otra manera puede decirsele al chico que pasa todo el camino corrigiendo tu forma de manejar para evitar que dañes si auto?

Y así te gusta se decía a si mismo.

Los chicos llegaron a casa de Eddie y bajaron. El menor dirigió a Steve al sillón y fue al baño para sacar el botiquín.
Con algunas quejas de parte del contrario, le dió una pastilla fuerte para el dolor y comenzó a sacar las cosas para curar la pequeña herida que tenía sobre el labio.

— Quien lo diría, Eddie Munson es toda una enfermera — dijo el castaño, resignado, mientras el otro preparaba el algodón con un líquido

— Bueno, cuándo eres golpeado  aprendes cosas. Mi tío me enseñó a curarme cuando se dió cuenta que no tenía suficiente tiempo libre para hacerlo el cada que llegaba con heridas de la escuela

Eddie hablaba con naturalidad, cómo si estuviera hablando del clima. Pero noto algo en la mirada de Steve.

— ¿Qué?

— ¿Sucedía a menudo?

— Ah, claro. Diario, muchas semanas.

— ¿Cuándo se detuvo?

— Nunca, cómo habrás notado. Simplemente aprendí un método de supervivencia: correr. Cuando huyes de tus problemas, éstos no causan tantos estragos.

Eddie le sonrió, para el no era nada importante. Pero Steve lo veía de forma extraña. Cómo se ve a un perrito apunto de ser sacrificado.

— ¿Qué? — repitió algo exasperado

— Te golpearon de nuevo hoy, por defenderme

El castaño señaló la cara del chico y hablaba con lentitud. Quizá la medicina lo estaba mareando. Eddie llevo la mano a su rostro y efectivamente, el dolor al tacto le recordó el golpe que Hargrove le había dado.

— Ah, no importa. Ya veré eso. Fue porque no me se quedar callado de cualquier manera, no por tí.

— Está poniéndose morado — mascullo Steve, inclinandose para tocar su cara

La respiración de Eddie comenzó a verse afectada mientras Steve lo analizaba.
Los ojos de él se fueron a los labios del castaño. Aún con el golpe se veían lindos. Gruesos. Húmedos.
De pronto los dedos de Steve comenzaron a moverse de la herida a sus labios, apenas tocandolos con la punta de éstos mientras fijaba su mirada en sus ojos.
Estaban a pocos centímetros. Tan cerca que podría contar las pestañas que enmarcaban esos ojos que tanto le gustaban. Tanto que podía sentir el aliento de Steve, oler el aroma a hierbabuena saliendo de su boca.

Besalo. Que más da. Te va a rechazar. Pero ni siquiera son amigos. De todas maneras se va a ir. Besalo. 

Entonces recordó que Steve no solo tenía el labio medio roto si no que probablemente actuaba de esa forma porque estaba medio drogado con la medicina.
Sacudió las ideas de su mente y se hizo atrás.

— Mis labios no van a curarte, chico lindo, así que déjame hacer ésto.

Comenzó a curar con delicadeza la herida, limpiando rastros de sangre seca y poniendo todo tipo de líquidos y ungüentos, con más quejas de por medio. Al terminar se levantó a tirar todo y al volver encontró a Steve durmiendo en el sillón.

Cómo pudo lo levantó y lo llevo a su cama. Al recostarlo sabía que tenía que alejarse. Pero no pudo evitar mirar de cerca el rostro del chico. Acariciarlo.

— ¿Por qué me gustas tanto, Steve? — susurro antes de dejar un beso en la frente del chico e irse el mismo a lavar el rostro y poner algo frío en su cara que comenzaba a doler.

Al terminar se sentó en una silla cerca de la cama y comenzó a quedarse dormido sin dejar de ver al chico que estaba poniendo su mundo de cabeza.

————
Steve Harrington

Migraña. Eso sintió al despertar. Pero no era por los golpes, era del tipo de dolor que le daba al otro día de  estar en una fiesta. Se sentó cómo pudo recobrando los sentidos y notó que estaba de nuevo en la cama de Eddie.

Al girar su vista vio al chico completamente dormido en una silla. Comenzó a sonreír.  Cómo no había sonreído en varios días. Desde que no veía a Eddie, para ser preciso.

Entonces se puso a pensar en todas las semanas que llevaba conviviendo con Eddie. La forma en la que habían pasado de ser unos completos desconocidos a hablar siempre. Pensó en cómo esa semana sin el había sido una tortura.
En cómo si corazón latía con fuerza en su pecho cada que lo veía y cada que estaban cerca.
Pensó en lo poco que le importo lo que dirían los demás cuándo se trató de defenderlo de Hargrove.

Recogió sus piernas para abrazar sus rodillas. Tenía miedo.

El nunca había sentido nada por un chico más que el cariño de amistad que sentía por algunos de "sus niños", cómo con Dustin. Era un amor de hermano mayor.
Pero al mirar a Eddie, recordar sus brazos alrededor de su cuerpo, pensar en sus pláticas y sus momentos juntos supo que en realidad el sentía algo más.
Algo que solo había sentido una vez... Con Nancy.

¿Que estaba mal con el? ¿Por qué se sentía así?

Las lágrimas se juntaron en sus ojos. Realmente tenía miedo. Miedo de hacer algo malo, de ser lo que muchos decían "algo anti natural". De ser un error.

Trataba de no llorar cuándo Eddie despertó. Se irguio en su silla y tallo sus ojos, mirando a Steve con algo de sueño pero su sonrisa de lado ya presente.

— Pero si es Rocky Balboa, veo que has sobrevivido sin dejarte de ver tan guapo como de costumbre eh — dijo en tono juguetón

Entonces Steve sonrió y lo supo.
Estaba enamorado de Eddie Munson. De la forma en que le hacía sentir que todo iba a estar bien. De su cabello alborotado. De sus chistes. De sus profundos ojos. De todo lo que ese complicado, raro, divertido y maravilloso chico representaba.

No importaba si era de un hombre.
Estaba enamorado.
Y estar enamorado nunca iba a ser un error.

Before You Leave  [FANFIC STEDDIE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora