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Sábado 07 noviembre de 2015

Generalmente los fines de semana eran para descansar. Pero desde la noche anterior, solo había podido dormir unas horas. El encuentro con Miles me mantuvo desvelado.

Decidí distraer mi mente con trabajo (al menos era lo que siempre funcionaba cuando me encontraba abatido). Leer contratos, rellenar formularios, chequear el dinero que la compañía recolectaba. Lamentablemente esa mañana pareció no funcionar. No podía dejar de pensar en él. En mi mente revivía una y otra vez sus palabras, el contacto de nuestras manos y el sonido de su risa. Para completar el día, Taylor no paraba de enviarme mensajes desde que había despertado. Se encontraba en el trabajo y entre cliente y cliente me escribía para preguntarme si ya me sentía mejor porque la había dejado muy preocupada y hasta preguntó si realmente estaba mal o ella había hecho algo que me había disgustado.

Me sentía mal por cómo la había despachado, pero nunca fue mi intención lastimarla. Además, como egoísta que era tampoco quería que desaparezca de mi vida. Me resultaba interesante su presencia. Realmente deseaba tener una amiga por fuera del ámbito que normalmente frecuento. Por alguna razón, sentía que podía confiar en ella.

Aunque debía aclarar mis intenciones cuanto antes, ese claramente no sería el día. Ignoré sus mensajes por unas horas hasta llegada la tarde cuando finalmente le escribí para hacerle saber que estaba bien y que la invitaba a pasar el domingo conmigo.

Respondió a la brevedad aceptando la invitación.

Por la noche me invitaron de fiesta mis amigos. Aunque al principio rechacé la propuesta terminé saliendo. Lo rutinario; cenar en el mejor restaurante de la ciudad, concurrir a una exclusiva fiesta y terminar la noche con alguien.

Besé a un par de atractivas mujeres que me presentaron y cuando mis amigos estaban lo suficientemente borrachos, me escabullí del lugar. Una de mis técnicas era que en ese preciso momento era cuando disimuladamente buscaba algún hombre para ligar e irme del lugar sin que nadie me viera, pero lo había hecho pocas veces ya que los hombres de mi estatus no eran de fiar. Con tal de chantajear eran capaces de contar con lujo y detalle lo que habían hecho con uno. Me costó mucho dinero silenciar ligues como para volver a caer en lo mismo.

En otras circunstancias no me importaría, pero en esta sí me afecta: nadie sabe que era gay.

En mi ambiente pertenecer a la comunidad LGTBQ estaba mal visto. Por supuesto que todos sabemos quién pertenecía y por ese simple hecho era discretamente excluido y ganaba menos dinero. Además, que se lo hostigaba a que guardara las apariencias. Así que por obvias razones nunca dije nada.

Ese era el "mundo" que conocía y en el cual únicamente sabia desenvolverme. Para ser honesto sería un inútil en el "mundo real". Siempre tuve todas las comodidades ya que era lo que el dinero te permitía. Ante cualquier estúpido conflicto mi apellido era suficiente para solucionarlo. El hecho de ser hijo único también me había llevado a ser una persona que no quería ni planeaba decepcionar a sus padres. Resignar una vida a no estar públicamente con un hombre no me parecía mal para todos los otros beneficios que poseía. Lo único que me incomodaba era el hecho que en algún punto y probablemente en uno cercano debía casarme con una mujer para poder procrear. Eso me asustaba.

La única novia que había tenido fue en mi adolescencia y perder la virginidad con ella fue un dolor de cabeza. Afortunadamente logré una erección luego de pensar en mi profesor de química y cumplí con la labor de hacerle el amor a mi novia. Luego de un mes pensando en diferentes hombres para poder aparentar una heterosexualidad que no poseía, la abandoné con la excusa de que mis padres no la aprobaban. ¡Lo cual era una gran mentira! ¡Mis padres la adoraban! Era la hija de un multimillonario empresario que exportaba telas a América del Norte y ellos ya estaban planeando una costosa boda donde la unión supondría muchísimo más dinero en juego (y yo tan solo contaba con diecisiete años).

La oportunidad de liberarme y experimentar como quería la tuve cuando asistí a la universidad. Insistí e insistí porque me dejaran estudiar en Estados Unidos y luego de meses de discusiones, aceptaron. Un mes antes de comenzar mis estudios con la excusa que necesitaba conocer la ciudad, estaba viajando a Cambridge para asistir a la Harvard Business School.

Disfruté esos cinco años de mi vida como si fueran mis últimos días de existencia. Mis padres me habían alquilado un lujoso piso, pero sin que ellos lo supieran me hice un lugar en el campus de la universidad, logrando un vínculo con la clase media. Al principio quise ocultar mi clase social, pero cuando vi que conseguir un lugar para tener sexo y organizar descontroladas fiestas era toda una odisea, ofrecí el piso vacío que tenía y cuando lo visitaron, mis nuevos amigos corroboraron que no era nada más ni nada menos que un niño rico británico. Siempre bromeaban sobre mi elegancia, mi manera de hablar y de lo ingenuo que era sobre situaciones cotidianas (como no saber cómo andar en bus) y descubrir el apartamento les hizo comprender absolutamente todo.

Lo positivo fue que no cambiaron su perspectiva hacia mí y no les interesaba mi poder adquisitivo.

Dos veces al año mis padres me visitaban y mis fieles amigos me ayudaban a acondicionar el apartamento para que Penny y David piensen que realmente alguien estaba viviendo allí. Inclusive Arielle, mi amiga más cercana en su momento y la primera persona que conocí en la ciudad, se hizo pasar por mi novia.

Para su beneficio cuando mis padres estaban de visita, la llevaba de compras y actualizaba su vestuario con prendas de los mejores diseñadores. Le habíamos inventado a mis progenitores que era hija de una familia de la clase social alta de Los Ángeles. Aunque para ser honesto creo que siempre sospecharon que les estaba mintiendo. Ya que por más linda y deslumbrante que Arielle luciera, su manera de expresarse delataba que no había sido educada en una familia como la nuestra. A mí me daba igual ya que solo era fingir por unos días.

Una vez que ellos volvían a Londres, podía emborracharme, degustar comida chatarra, hacer estupideces, asistir a vulgares lugares donde hacían las mejores fiestas y conocer increíbles chicos que me enseñaron todas las posiciones y maneras en que podía tener sexo.

Cuando llegó el día de graduación un vacío se apoderó de mí. Sabía que se terminaban mis años dorados, que debía volver a Londres y enfrentar la empresa que heredaría. Adiós a una vida donde no importaba quien eras, sino cuánto poseías. ¿Qué podía hacer? ¿Manifestarle a mi padre el deseo de iniciar mi propia compañía? ¿Qué deseaba vivir en New York y retomar mis clases de piano? ¡Por supuesto que no!

Con Arielle y el resto de la manada nos despedimos con la promesa de volver a vernos, lo cual entre ellos sucedió, pero por mi parte no. Estaba muy ocupado para viajar a sus reuniones. Intercambiamos un par de llamadas de cumpleaños y eso fue todo. Los extrañaba (inclusive hasta el día de hoy). Me encantaría que mis fines de semana fueran con ellos y no con los idiotas que llamaba amigos (pero no los consideraba).

Él extraña, siente, piensa [MILEX] [Miles Kane x Alex Turner] +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora