05. Segunda visita

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Volvió.
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  ¿Qué pensaran los jóvenes de 16 y 17 años? ¿Su futuro?

  Qué ignorante era el "señor Porfirio" cuando se formuló a si mismo aquella pregunta.
Creía que sus fieles hijos se preocupaban por el futuro de la nación a la edad de los 16 años.

  Cuando uno de ellos pudo perfectamente colarse dentro de la habitación de hotel de una amiga que venía de visita, y junto a él, una botella de whisky para compartir quizá.

  Las ganas de hacerlo hasta el cansancio o incluso hasta el desmayo eran un vivo deseo de dos jóvenes que se juraron amor eterno. No querían verse sin ropa, deseaban verse sin ropa el uno al otro.

¿Por qué era pecado la necesidad humana de sentirse satisfecho con la persona que amas?

  Porque ellos no eran simples humanos, eran dos jóvenes que en el futuro debían de hacerse cargo de todo en sus tierras.

Reprimieron ese deseo hasta una noche de invierno donde ambos, aprovechando las fiestas decembrinas, acordaron en verse en los jardines de la hacienda donde uno vivía, para de ahí subir a un nivel algo más arriesgado.

  Mientras el dictador disfrutaba del alcohol y la fiesta, esos dos jóvenes de dirigían a la habitación más alejada del la multitud.

Mientras los amigos del dictador contaban anécdotas para divertir a los demás, los dos jóvenes se quitaban hábilmente la ropa lentamente.

Las temblorosas manos del mayor  ansiaban por quitarle el vestido a su acompañante, mientras ella le deslizaba el apuesto traje por la espalda, después del traje, la camisa.

La habitación entera se llenó de suspiros y sonidos húmedos por los besos desesperados de la pareja, palabras dulces con voces bajas porque no debían hacer ruido. Esto debía ser secreto.

Ellos odiaban los secretos, pero amaban lo prohibido.

Rezaban para que la puerta no fuera abierta por alguien ajeno a esos dos, si no, la sorpresa de ese alguien ajeno sería que esos dos jóvenes estuviesen desnudos uno sobre el otro, realizando ese acto tan pecaminoso y prohibido.

Pero ignoraron el riesgo. De hecho, amaron la adrenalina del momento. Y ni siquiera dudaron un segundo.
Pues él ya se sentía completo, y el hacer algo prohibido lo excitaba aún más.

  Amaba cada expresión de su "amiga"; cada suspiro necesitado por parte de la linda boca que besó, que, de la cual , salían gemidos tiernos e inexpertos, indicando que a la chica le gustaba la sensación de que algo ajeno le causara contracciones en su interior, rogando por un movimiento más rápido y profundo por parte de su amante.

  El otro estaba ocupado en admirar cada parte de su cuerpo desnudo y lubricado por sudor, lo que deseaba desde meses atrás.

  Un gemido fuerte se escapó de las manos de la menor, esto conllevó a un escalofrío recorrerle la espalda, deteniéndose por unos segundos donde notó que el cuerpo de la chica temblaba, o al menos en sus piernas se sentían ligeros temblores sin poder ser controlados, eso le dió una señal.

  La chica estaba totalmente perdida entre suspiros y gemidos ahogados por tener sus manos cubriendo su boca. ¿Qué más podía hacer aparte de eso? ¿Llorar?
Corrección, también hacía eso.

Sus cuerpos jamás habían estado tan juntos como en ese momento, después de ello, simplemente cayeron dormidos aún sin separarse.

Hasta que despertó.

 Los Hijos Del PorfiriatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora