Katelyn Henderson
No me había percatado de que pasaban de las once de la noche. Llegué a casa y sabía que mi padre no estaría contento con mi desaparición. Me va a matar, si pudiera me desheredaría, lástima que sea su única hija.
—Señorita Henderson estábamos preocupados por usted —habló Robert y sentí alivio en su voz al verme.
Escuché pasos apresurados desde el piso de arriba que se avecinaban al salón principal. Mi padre al verme comunicó del otro lado de la línea que ya estaba en casa y no era necesario que me fuera a buscar un escuadrón de policías y finalmente colgó. Me abrazo como si me hubiera perdido. Al notar que estaba bien su semblante de preocupación cambio a uno molesto.
—Hija, debiste llamarme, no conoces la ciudad, no tenías dinero —sentí culpa en su voz— si te pasará algo no me lo perdonaría. —Lo abrace más fuerte y se calmó un poco. — Hubieras llamado a Robert — habló molesto.
Mi padre se escuchaba molesto y yo no quería tener problemas el primer día en que llegué, una mentira blanca no haría daño.
—Tengo el servidor de México todavía ¿cómo esperabas que me comunicara? —mentí.
Ya tenía el servidor de aquí, al parecer mi padre pareció olvidarlo porque vi como su semblante se relajó. Sus ojos estaban arrepentidos por dejarme sola y eso basto para que estuviera a punto de derrumbarme y decirle que yo había mentido. Simplemente un nudo en mi garganta se formó y no pude hacerlo.
—¿Cómo llegaste a casa, Kate? —genial, el interrogatorio había empezado. Iba a decir la verdad omitiendo unos pequeños detalles, incluido a Johan.
—Choqué con un chico en el camino y amablemente se ofreció a llevarme al metro —sonreí inocentemente.
—¿Sabe quién eres? —porqué demonios es tan importante mantenerme en bajo perfil— Sí lo sabe debes decírmelo ahora para tomar medidas. —Negué con la cabeza.
Ese fue el fin del interrogatorio de Peyton Henderson. La discusión o plática que tuvimos me dejo cansada y subí a la habitación que había elegido por la tarde. Mi maleta ya no estaba por la habitación y cuando traté de ir a reclamarla me di cuenta de que todas mis cosas estaban en el clóset y en cajones perfectamente bien doblados. Podría acostumbrarme a la vida de niña rica.
Mi cuarto se veía deprimente, solo colores grises y blancos. Cuando mi padre este de mejor humor le pediré permiso y dinero para remodelar mi habitación, siento que necesita brillo y colores metálicos.
Quise prender mi celular para revisar mis notificaciones, pero me llevé la sorpresa de que estaba muerto, no tenía cargador compartible y tampoco quería hablarle a mi padre por hoy, entonces decidí dejarlo ahí y por la mañana escabullirme a buscar uno. Tomé el libro que dejé a la mitad al quedarme dormida, y el capítulo se estaba poniendo interesante, cada vez que leía una línea no podía evitar reír, sonreír o fruncir el ceño dependiendo que hacía la protagonista.
Desperté con mi celular en la mano y dormida en el sillón que daba enfrente de la ventana. Eso no fue algo muy inteligente de mi parte, me dolía la espalda y sentía que no había descansado bien. Después de escabullirme por la habitación de mi padre y robarle el cargador lo puse a cargar en mi mesa de noche y bajé a desayunar.
Al bajar me encontré con un desayuno ya hecho. Había varias opciones, sin embargo, mi mente fue rápidamente al cóctel de frutas, dejando a un lado el pan dulce, los hot cakes, las malteadas y unas enchiladas, se veían riquísimas y podía estar segura de que estaba babeando por esos platillos, pero mi mente me dijo que no. Había pocas cosas con las cuales me sentía cómoda comiéndolas.

ESTÁS LEYENDO
VICIO
RomanceQuerer a alguien sin saber lo que quieres y establecer una relación sin amor propio solo generara un: VICIO. Katelyn Henderson y Johan Dupeyron son dos jóvenes que se conocen en las vías del tren. La atracción entre ellos surge de forma inmediata, e...