CAPITULO 1 "Las dos clases"

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El primer día de lo que será un largo ciclo escolar ha iniciado

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El primer día de lo que será un largo ciclo escolar ha iniciado. Mi último año en el instituto de educación media de Seattle, implica ciertos cambios académicos, desde un nuevo horario al cual acoplarme, a nuevos compañeros con los cuales no aguardo la misma esperanza de acoplamiento. Cada año es lo mismo, debo ser la alumna que solo viene aquí para mirar la pizarra y escuchar a los profesores con atención, para obtener buenas notas, porque es lo único que me motiva en un lugar donde mi existencia es ajena a la de los demás.

Mi cuerpo cansado amenaza con sucumbir ante el sueño, no he tenido una buena noche y tampoco una buena mañana, mi primer episodio matinal fue bastante desagradable; los cobradores de impuestos estuvieron a primera hora tocando agresivamente mi puerta de la entrada para amenazar con cortar algunos servicios si estos no son pagados puntualmente. Ni siquiera pude recurrir a mi madre para hacerle saber sobre el asunto, quien estaba en su habitación probablemente muy molesta lidiando con los efectos de una noche de alcohol. Tuve que recurrir a las excusas como un método de escape rápido, tratando de hacerles creer que no tienen de que preocuparse, pues los impuestos serán pagados pronto, no fue la primera vez enfrenté tal situación, probablemente no creyeron en mí, pero se dieron cuenta de que era más fácil confiar en mis palabras en ese momento a esperar un pago inmediato. Realmente soy yo quien debe preocuparse.

No veo la hora en la que el reloj marque las dos de la tarde y la campana resuene por todo el lugar indicando que la hora de la salida ha llegado. Miro el reloj sobre la pizarra un tanto impaciente. Lo último que mi cerebro alcanza a procesar antes de abandonar la atención de la clase del señor West es que tendré mucha tarea para esta tarde y probablemente para el resto de la semana. Cuando por fin escucho la campana, salgo tan rápido como mis piernas me lo permiten. Estar en casa o estar en el instituto, no son contextos que ameritan circunstancias tan disimiles; en el instituto soy ignorada por muchas personas mientras permanezco sola; en casa, es literalmente soledad, sin embargo, la única ventaja es que no puedo ser incomodada por la presencia de los demás o sentirme excluida del lugar. Lo más importante es que no tengo que ver el alegre rostro de mis compañeros, que ríen unos con otros mientras que yo tengo que fijar mi vista en mi móvil o un libro.

—¡Oye!

Un grito sobresale entre los altos murmullos de la multitud de estudiantes que merodean por los pasillos. Ni siquiera me inmuto, cualquiera que sea el asunto no es de mi incumbencia. Solo continúo con mi camino y avanzo rápido a el lugar donde anteriormente he dejado mi bicicleta. El biciestacionamiento obviamente.

Es septiembre, el inexorable fin del verano anuncia la inminente llegada del otoño. El exterior es ajeno a mi interior; día es totalmente agradable, el fulgor del sol recae sobre toda la ciudad, un clima que, para los habitantes de Seattle acostumbrados a la frialdad, resulta bastante benevolente.

El aire fresco contra mi rostro me relaja mientras muevo los pedales de mi bicicleta hasta llegar a casa, y una vez frente a la puerta saco mis llaves para abrirla, no obstante, esta ya se encuentra abierta, pero no resulta ser nada nuevo tampoco lo que probablemente continue; tal vez me encuentre con mi madre ebria, tal vez encuentre a un hombre falto de sentido en la estancia, o también es posible que encuentre Lina, la mejor amiga de mi madre, dormida en el sofá junto a ella, cualquiera de las anteriores, son escenas que he tenido que ver constantemente desde que mi padre nos abandonó a mi madre y mí. Entro rápidamente e ignoro mis pensamientos sobre los posibles escenarios, sin embargo, lo que en realidad encuentro es diferente a lo que imaginé. Veo a mi madre, claro, pero ella luce hermosa, maquillada, perfectamente vestida y peinada. Simplemente un aspecto que me resulta inverosímil de observar en ella. La juventud aún acecha su rostro. Ha pasado mucho tiempo desde que la última vez que la miré de esta manera. Normalmente su aspecto no es como el de ahora, me duele pensar que eso es debido a que la mayoría del tiempo está ebria, ser adicta al alcohol es su principal problema, además de sus arranques de ira. La razón de su aspecto actual me intriga, pero una posible respuesta a mi curiosidad se forma en mi mente en el momento en que atisbo a un sujeto extraño y corpulento, venir de la dirección en la que está la cocina, entonces mi madre también nota mi presencia.

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