CAPÍTULO 3 "Diferente a los demás"

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Al llegar a casa lo primero que noto son un par de sobres en el suelo que estoy a punto de pisar. Ahora las compañías han optado por dejarme una advertencia bajo mi puerta. Debí recordar las cuentas de los servicios. Más tarde tendré que pasar por la oficina de los servicios y el banco.

Dejo los papeles sobre la barra de la cocina para ir a cambiar mi uniforme y regresar a limpiar el desorden que no he tenido tiempo de limpiar antes de ir al instituto. De camino hacia mi habitación, me detengo frente a la puerta de la habitación de mi madre. Sé que ella no está ahí dentro, sin embargo, no puedo evitar pensar en cómo sería si ella estuviera ahí, si abriera la puerta y me recibiera con una sonrisa, tal vez un abrazo. Sé que eso es pedir demasiado ahora, y cuando pides demasiado sin tener esperanza, es probables que no obtengas nada. Mamá justo ahora está en un lugar que desconozco, alejada de mí; eso es lo único que sé respecto a ella.

Mientras continuo de pie frente a la puerta, hay un pequeño recuerdo oscilando en mi mente, un recuerdo que en su momento fue agradable, pero tristemente tengo que admitir que ahora es melancólico y agobiante, porque sé que mi vida ya no es igual que a los seis años; recuerdo a mi madre peinando su cabello sentada frente al espejo del tocador en su habitación, era un día en el que íbamos a salir con mi padre. Yo era muy pequeña en aquel entonces, la inocencia de mi infancia era evidente en mi rostro, con una sonrisa brillante adherida en él.

Ahora no hay más sonrisas de felicidad, no hay más sonrisas de sinceras. Hay pocos recuerdos buenos en algunos rincones de mi mente, recuerdos que han sido cubiertos por años de tristeza y frustración, aun dudo que en algún momento mi mente y mi corazón queden libres del polvo tormentoso del dolor, no obstante, lo único que me resta es someterme día a día a la monotonía de siempre, despertar cada mañana soportando mis propios tormentos, tratando de no sucumbir ante estos para renunciar a este mundo.

Dentro de la habitación de mi madre miro una fotografía de la "familia feliz" una fotografía muy vieja que permanece en el fondo de un cajón. Se que mamá va a desecharla en cualquier momento. En realidad, no me importa mucho si lo hace, duele haber sido feliz sin saber que la felicidad sería efímera. Con las lágrimas punzando mis en mis ojos dejo la fotografía en su lugar y salgo de la habitación.


Un día más en el instituto, en el cual todos los alumnos del instituto somos enviados al gran gimnasio de basquetbol para brindarle nuestro apoyo al Seattle Lynxes, el equipo oficial de basquetbol del instituto por órdenes de nuestro respetado director. "No siempre somos en foco de reunión, así que ahora provechemos esta oportunidad para mostrar apoyo a los excelentes jugadores del instituto" las palabras del principal hombre en el instituto resuenan por los pasillos a treves de los altavoces.

La idea de permanecer sentada en las gradas del gimnasio por horas me produce una extraña sensación de ansiedad, por las súbitas ganas de salir huyendo del gimnasio en cualquier momento. Los tornos suelen alargarse bastante en ocasiones, pero tengo la opción de permanecer en silencio, sacar el móvil e intentar distraerme con este sin mirar los detalles del juego.

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