Alice Clarence ha tenido una vida difícil, las preocupaciones, son parte de su día a día, y es aún peor al iniciar su último año del instituto, la incertidumbre del futuro parece estar en su contra, pero ella no imagina que este viene con una grata...
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Mis manos sudan mientras observo la pantalla delante de mí, súbitamente, la sala de cómputo del instituto se siente llena de tensión. La incertidumbre y los nervios me mantienen trémula; torpemente trato de acceder a los resultados de la universidad. Ni siquiera puedo disimular mi estado actual. Matthew a mi lado parece bastante tranquilo a diferencia de mí.
—Tranquila, Alice. Lo hiciste muy bien. —Dice Matthew tratando de reconfortarme en medio de la incertidumbre. En este momento, más que creer en sus palabras, quiero que estas sean ciertas, y solo hay una manera de acabar con mi ansiedad—. Te aceptaron, estoy seguro —si los resultados son contrarios a las afirmaciones de Matthew, mi primera oportunidad se habrá ido de mis manos y no sé si pueda esperar una segunda. Mi chico me mira con una tierna sonrisa en su rostro, pero mis nervios me impiden corresponder a esta.
Finalmente, la página está abierta, los nervios me hacen morder mi labio inferior por dentro, mientras recorro con mi vista los nombres de los aspirantes admitidos... no veo el mío.
—Te lo dije. —Dice Matthew señalando un punto especifico en la pantalla.
Una sensación de sorpresa y satisfacción abrazan mi cuerpo, siento mi corazón hacer más peso en mi fecho, lleno de felicidad. Realmente fui aceptada. Incluso si es lo que tanto deseaba me cuesta creerlo, realmente lo hice. Sonrío dando un suspiro fuerte, no puedo evitar abrazar a Matthew tan fuerte como es mi emoción, lo escucho reír para después corresponder mi abrazo.
—Lo hice —digo aún aferrada a él. Una oportunidad me ha sido concedida, la misma que espero, desencadene muchas más en esta nueva faceta de mi vida. Mis sueños no son imposibles, debí saberlo desde el momento en el que Matthew me declaró sus sentimientos.
—Siempre debiste confiar en ti —dice él cuando nos separamos. Le brindo una enorme sonrisa que mis nervios han liberado al disiparse, sus ojos están fijos en mí, tanto como los míos en él, sin perder detalle de su rostro, acaricia mis mejillas para finalmente juntar nuestros labios e iniciar un dulce juego entre estos.
Al volver a casa, presos del júbilo, no podemos permitir que nuestra tarde juntos acabe tan pronto, disfrutamos la mutua compañía en mi estancia, mientras comemos pizza y hablamos durante horas con el festejo de mi admisión en la universidad adherido a la charla. Somos ajenos a cualquier hecho que va más allá de la puerta de la entrada principal; aquí adentro, solo hay un nosotros.
—Alice, sigue haciendo eso —dice Matthew a punto de quedarse dormido mientras ocupa mi regazo como almohada.
—¿Qué? —finjo no entenderlo, mientras dejo de acariciar su cabello. Me río de su seño levemente fruncido, pero mi risa se esfuma cuando de un tirón en mi cabeza, me inclina hacia él para besarlo, en absoluto es desagradable, más bien, sorpresivo. Mis labios acaban levemente hinchados al igual que los suyos y luego de reír por lo mismo, el juego de besos dulces continua. Es probable que antes no hubiese disfrutado de estos momentos, mi nula experiencia en situaciones semejantes habrían mantenido mi postura rígida, pero ahora me encanta cada faceta que vivo con Matthew. Me encanta avanzar al lado de mi chico perfecto. Llegamos a ese punto donde yo soy quien tiene que ser mimada por él; las manos de Matthew acarician mi cabello y besa de vez en cuando mi frente, mientras yo permanezco en su pecho escuchando cada latido de su corazón.
