CAPÍTULO 2 "Prolongando la esperanza"

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Camino hacia la cafetería del instituto, entre algunos alumnos que se dirigen al mismo sitio. El día de hoy mi estomago hambriento me ha traicionado, así que no espero más para formarme en la gran fila.
Entre la multitud de alumnos distingo a Matthew Harvey y Claire llegar tomados de la mano; a ella no le interesa formarse y esperar, simplemente toma el lugar al inicio de la fila, sin que nadie proteste, mientras Matthew solo observa a su lado. Poco a poco, la fila se desvanece y mi turno llega, la encargada de la cocina me entrega mi almuerzo y voy directo a tomar mi jugo de manzana favorito, solo queda uno, pero en mi amago de tomarlo, alguien más se adelanta; Claire sonríe satisfecha, no digo nada y tomo rápidamente una de las botellas de agua que hay al lado, supongo que mientras elimine mi sed está bien. Me marcho de ahí en busca de una mesa libre. Todas están ocupadas por los distintos grupos de amigos, pero al final, distingo una mesa libre al fondo de la cafetería y voy rápido antes de que alguien la tome primero, al igual que mi jugo.
Llego a tiempo y me adueño de la mesa para iniciar a comer tranquila.

Después de mi almuerzo voy de regreso a mi casillero, para volver a sacar todo lo que necesito para mi siguiente clase, durante esta y las que restan las horas avanzan lentamente e inicio a impacientarme por salir huyendo a casa nuevamente. Cuando por fin puedo cumplir mi anhelo de ir a casa y en el momento en el que gustosamente he llegado a este recibo una llamada, observo el registro y al instante un gran alivio desvanece la presión de la preocupación en mi corazón, al percatarme que se trata de mi madre. Contesto sin dudar.

—Mamá.

—Hola, Alice —se escucha muy animada, pero sé que está ebria, el arrastre de sus palabras la delata. Me siento mejor al escuchar su voz, pero saber que no está en sus cinco sentidos me devuelve la pérfida preocupación. Mi madre no es una persona predecible cuando está ebria, lo sé perfectamente, puede estar feliz o de la nada estar tan molesta y decir cosas que no debe.

—Mamá, ¿estás bien? —pregunto. Que irónico.

—Sí, sí, carajo... estoy muy bien —Dice. Esta vez sus palabras son a penas entendibles, parece que ya no quiere esmerarse en parecer sobria. Para ella estar ebria es más que estar bien, es estar feliz. No me queda más que fingir que creo en sus palabras y aguantar estas ganas internas de reprocharle al viento mis preocupaciones. Lo dejaré para después.

—¿Volverás pronto?

—No lo sé, Alice. No me presiones —increpa.

—Necesito dinero, mamá —siento pena de mí misma en este momento, pero en verdad lo necesito, aún tengo gastos en el instituto y mis ahorros son intocables. La pena no tarda en volverse reprendas contra mí, ni siquiera puedo valerme por mi cuenta y estoy confiada en una persona que ni siquiera puede cuidar de sí misma cómo debería.

—Está bien, niña. —me siento peor que una niña— Iré pronto, adiós —no tengo tiempo de responder, porque antes de que lo haga ella cuelga la llamada. Al menos dijo que vendrá pronto.

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