Capítulo 43

190 38 27
                                    


No me pregunten cómo, pero lo supe

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No me pregunten cómo, pero lo supe.

Semanas después de que comenzara a verme con Thiago seguido, lo había notado y habían bastado un par de señales. Algunas sutiles otras más obvias, pero después de tanto tiempo de estar con él, estas cosas no se me escapaban.

Thiago se estaba acostando con otras.

No esperaba que durante el tiempo que estuvimos separados hubiera sido un santo, obviamente. Con el enojo que tenía y lo engañado que se sentía, no me costaba creer que en Brasil hubiera conocido alguna chica por ahí, y nunca me hubiera ni atrevido a reclamárselo. No tenía por qué además, pero que lo hiciera ahora me chocaba.

Me chocaba porque no éramos nada y aunque me muriera de celos no podía ni preguntarle sobre su vida sexual, porque no me correspondía.

Me jodía.

Estábamos viéndonos casi todos los fines de semana, y cuando costaba, veíamos de viajar entre semana también para aunque fuera estar juntos unas horas. A ver, va a parecer irónico, pero ahora que ya no éramos novios, nos funcionaba mejor la distancia y nos veíamos el doble que antes.

Y notar que lo llamaban por teléfono, le dejaban algún que otro texto subido de tono, y que se repetía más un nombre que otro, estaba empezando a mosquearme. ¿Cómo sabía? Bueno, cuando nos veíamos él se levantaba al baño y dejaba el celular ahí, en la mesita de noche sin bloquearlo. ¿Cómo iba a aguantarme?

Más cuando las pocas veces que había ido a su casa, el número de sus condones variaba y no coincidía con nuestros encuentros. Sí, pueden juzgarme si quieren, también le había revisado los cajones. Ojalá no lo hubiera hecho.

Ojalá no hubiera visto un cabello largo y rubio en su ducha y ojalá no me hubiera topado con unas pequeñas braguitas de encaje entre su ropa lavada, pero así estábamos.

No es que estuviera haciendo trabajo de detective, ojo.

A Thiago se le notaba lo poco que le importaba que lo descubriera, créanme. Si fuera algo que lo inquietara, tal vez se hubiera cubierto la marca del chupetón que tenía ahora debajo de la oreja izquierda; o hubiera hecho algo para disimular que su auto apestaba a perfume de mujer. Uno dulce que me hacía doler la cabeza y me hacía pensar en una modelo alta y tetona con pocas neuronas. Apreté los dientes sin hacer ningún comentario y me acomodé el cinturón.

Había llegado hacía unas horas a Buenos Aires y nos íbamos a un hotel para pasar la noche. Se había negado a dormir conmigo en mi casa, así que había terminado por sugerir un lugar neutral.

Me había caído como una patada, la verdad. Que sintiera tanto rechazo y fuera incapaz de volver a mi cama, me partía un poco el corazón, pero como dije antes, no me quería detener en esos detalles.

No quería pensar en eso, no quería pensar en las otras, no quería pensar en nada.

Sobre todo no quería pensar en la posibilidad de que no fueran varias, si no una sola que estuviera ocupando mi lugar. Me negaba.

3 - Perdón por las mariposas, tenías razónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora