Capítulo 8:

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Se aproximó hasta él y tomó asiento a su lado. Un escalofrío le recorrió desde la cabeza hasta los pies. Sentía tensión en el ambiente. ¿Habrían tenido una pelea? Le preocupó por un instante lo que pudiera llegar a oír en los siguientes minutos. Todo podría haberse ido al carajo y lo más probable es que fuera su culpa. Desde el principio no tendría que haber aceptado quedarse ahí, desde antes de eso todo tendría que haber funcionado según lo planeado. Él debería haber muerto, y convirtiéndose en cenizas, desaparecer en el viento. Pero ni siquiera eso pudo haberlo hecho bien. No le molestaba en si el hecho de que lo hubieran salvado, sino de que hubiera sido Percy quien tuvo que atravesar toda una ciudad para encontrarlo de esa manera tan repugnante. No podía imaginarlo en ese momento, la primero emoción que le debía haber surgido debía haber sido asco. ¿Qué más podía sentir por él? Asco, miedo, rechazo. Ni por muchas cosas que dijera o tratos especiales que tuviera por él iba a creerse que realmente sus sentimientos habían cambiado. Sólo era pena, incluso tal vez culpa, pero de ningún modo podría ser por que le tuviera afecto. Él era así, un despreciable hijo de Hades y nadie iba a mirarlo diferente por más que lo quisiera.

Volvió su atención hacia el idiota ojos tan profundos como el mismísimo océano. Después de todo tenían una conversación pendiente.

― Annabeth se irá por unas semanas, será lo mejor para los dos por ahora sólo quería que... ― posteriormente a estas palabras su mente se desconectó y dejo de prestar atención a cualquier cosa que pudiera estar pasando. No sabía como reaccionar. Se sentía feliz de cierta manera y a la vez también le rondaba la tristeza. No quería pensar que todo lo que estaba ocurriendo era debido a él, prefería ignorar aquello y creer que por una vez la suerte estaba de su lado. Se había jurado que no volvería a crear falsas ilusiones hasta estar completamente seguro de que aquello podría pasar pero esta vez, posiblemente la única en su vida, se permitió soñar sin sus propias limitaciones, sin interponer la razón ante su corazón, siendo por primera vez el protagonista de su historia aunque sólo fuera un vago anhelo creado por desesperación.

―¿Estás de acuerdo?― lo sacó repentinamente de sus cavilaciones. No había oído ni la mitad de lo que él había estado diciendo. Se sintió un poco culpable por aquello.

Asintió como si realmente hubiera seguido el hilo de la conversación. Podría haber estado firmando un pacto de muerte y no lo sabía, no tenía la menor idea de a qué le estaba diciendo que sí, y esperaba -rogaba- que no fuera nada que pudiera ocasionarle problemas.

Y otra vez inundaba el ambiente aquél silencio incomodo que ninguno quería o sabía como romper. Se encontraban tan cerca y a la vez tan lejos, separados por millones y millones de cosas que aún no llegaban a comprender o si quiera a saber.

Volvieron a distanciarse cada uno siguiendo su rumbo por un diferente camino.

Percy no mostraba intenciones algunas de dormir o incluso llegar a intentarlo, se lo notaba demasiado perplejo.

Por su parte, Nico, se había preparado para darse un baño. Inmediatamente al entrar trabó la puerta a pesar de que estaba seguro de que Percy no lo molestaría, al menos por esa noche  y quizás algunas posteriores. Abrió el agua y mientras esperaba a que tomara la temperatura justa se fue desvistiendo. Primero se quitó la remera y luego se despojó de sus pantalones y demás prendas que llevaba puestas, arrojándolas con desgano al suelo. El agua impactaba en el piso, repiqueteando en las baldosas. Aquél sonido opacaba cualquier otro que se pudiera producir dentro de ese cuarto.

Su memoria le traía recuerdos que creía olvidados. Tantas cosas pasaban por su cabeza en ese momento que no podía concentrarse solamente en una. Una marea de atormentos lo perseguía con intenciones de ahogarlo, y lo peor era que él ya no sabía como escapar de aquello. Buscaba inútilmente una manera de parar con todo lo que lo estaba consumiendo. Se sentía tan asqueado de sí mismo. Soñando como una colegiala por el entrenador de campo. Ya tendría que haber superado la etapa de soñar alto como si cada uno de sus deseos realmente fuera a cumplirse, como si el mundo real fuera en verdad un lindo lugar para quedarse.

Rebuscó entre los armarios del baño hasta encontrar lo que ansiaba; una pequeña máquina de afeitar. Las manos le temblaban. La rompió con los dientes dejando libre a dos diminutas hojas de acero. ¿Cómo algo tan pequeño podía causar tanto daño?

Sus dedos flaquearon la primera vez que intentó tomar una de las hojas pero eso no iba a detenerlo. Deseaba aquello con desesperación, de una manera enfermiza; necesitaba ayuda. Comenzó a pasar el metal por su piel, trazando nuevas líneas que poco a poco iban cubriendo ambos costados de su cadera hasta llegar a sus muslos. Aquél líquido carmesí no se hizo esperar, deslizándose con delicadeza por sobre sus piernas. Antes de que una sola gota tocara el suelo se introdujo en la ducha, dejando que el agua limpiase su sangre. Joder, cómo ardía. No dijo una palabra al respecto, prefería mil veces soportar el dolor de una herida física que una en su corazón, la cuál no podría definir cuanto tiempo tomaría en sanar, si es que alguna vez lo hacía. Llevaba heridas de hacía tantos años que parecía que jamás iban a cicatrizar, siempre abiertas, dispuestas a escocer en los momentos más inoportunos.

Llevó los puños contra la pared hundiendo la cabeza entre ellos. Sintió deseos de gritar pero eso sólo alteraría más a Percy y no quería su innecesaria y falsa atención ni ahora ni nunca. La impotencia que llevaba acumulada le hizo soltar unas cuantas lágrimas que tardo en notar ya que se perdían fácilmente en la ducha.

―Doy asco ―musitó entre varios insultos más dirigidos hacia sí mismo.

El agua se escurría contorneando su cuerpo remarcando su desprolijo cabello azabache, que caía aplastado sobre su frente, sus notables costillas y el infinito número de marcas que había creado en su cadera y piernas. Después de unos minutos y haber logrado calmar su interior, cerró la canilla y salió.

Sólo se colocó unos boxers negros, que tapaban perfectamente cualquier rastro de lo que había hecho, y una remera ancha del mismo color. No soportó verse en el espejo por más de dos segundos. Grande ojeras adornaban su rostro, lucía un aspecto totalmente demacrado, no hubiera sido difícil confundirlo con algún prófugo de algún hospital psiquiátrico.

Salió cargado de vapor del baño y se encontró con que todas las luces ya habían sido apagadas, Percy se encontraba en su cuarto ya fuera durmiendo o haciendo cualquier otra cosa, la puerta estaba cerrada y no tenía intenciones de irrumpir en su cuarto.

Fue hasta donde él había estado antes de que entrara a bañarse, había dejado su abrigo desparramado allí. No se chocó contra ningún mueble debido a la escasa luz de la ciudad que se filtraba por las ventanas. Se recostó en el sillón, aferrándose a aquella prenda de quien tanto añoraba. Podía sentir sutilmente su aroma masculino. De sólo imaginarlo a su lado en aquél momento sus mejillas tomaron un color rosado. Se maldijo por aquello.

Hipnotizado por su particular fragancia cerró los ojos, perdiéndose entre un mar de ilusiones. Así se durmió, abrazado a una simple chaqueta que por el mero hecho de pertenecerle a él se convertía en algo único.

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Lamento haberlos hecho esperar tanto por el capítulo

No me hago responsable si su corazón termina roto (?)

No me odien♥

DrownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora