Capítulo 2:

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En ese momento, en el que sólo faltaban segundos para dejar la vida Percy llegó corriendo a su apartamento. Tocó la puerta repetidas veces y al no recibir respuestas empezó a aporrearla con desesperación hasta que ésta cayó al suelo. Podía sentir el ambiente cargado. Presentía que algo estaba pasando. Algo malo. Como si dentro estuviera lleno de monstruos atormentando al chico. Aunque tal vez sí los había.

― ¿¡Nico!? ¿Estás aquí? ―vociferó con impaciencia. ¿Y si había llegado demasiado tarde? ¿Y si le había pasado algo horrible? Todo sería su culpa. No había puesto atención en sus sentimientos. Era cierto, Annabeth era su novia y la amaba como a nadie, podía tenerla cuando quisiera en cambio Nico estaba solo. Completamente solo. Se tenía únicamente a él mismo.

¿Dónde estás, idiota? Comenzó a buscarlo con desesperación por todo el departamento.Percibió la puerta del baño entre abierta. Desde dentro procedía un intenso olor metálico. Empujó suavemente la puerta y se encontró con una escena que lo agarró desprevenido. Había visto monstruos horribles y había presenciado la muerte de diversas personas pero aquello era mucho más que un caso cualquiera. Era una catástrofe. Se mantuvo en shock por unos minutos mientras toda la información de lo que acaba de ver se iba registrando en su memoria. Cuando salió de esa confusión pasajera se acercó de inmediato a él.

― ¡Nico, Nico, despierta! ―le sacudió por los hombros. No recibió respuesta alguna. Con la mirada aguada tomó su otra muñeca, la que no perdía sangre, y verificó si aún tenía pulso, si aún había esperanzas de que viviera. Para su suerte sintió unos frágiles latidos bajo sus dedos. Salió del baño, agarró su móvil y llamó con urgencia a una ambulancia. Después de esto volvió al cuarto con más calma. Se arrodilló de nuevo a su lado y le acarició con dulzura el cabello. ―Todo estará bien ―le susurró. ¿Habría hecho aquello por su culpa o habría ocurrido algo peor?

Si hubiera llegado un minuto más tarde no hubiera llegado a salvarlo. Aunque ni siquiera sabía si se salvaría pero se aferraba fuertemente a esa idea. Era consciente de los riesgos pero no quería que se fuera así como nada. Sin explicaciones. Aunque tal vez... Una idea cruzó por su mente. ¿Se habría tomado el trabajo de escribir una nota? La buscaría luego. La ambulancia llegaría pronto y debía estar ahí para acopañar a su... ¿amigo? Lo que fuese. No podía dejar que se lo llevaran como si nada y olvidar todo el asunto. En eso entraron los médicos en busca del cuerpo casi sin vida de Nico. La escena pasó demasiado rápido frente a sus ojos. Había cinco personas allí dentro transportando aquél pálido cuerpo.

Subió dentro de la ambulancia y contestó algunas pequeñas preguntas a los enfermeros.

― ¿Cuándo lo encontró?

― A las 4:17am.                               

― ¿Había mencionado algo al respecto de acabar con su vida?

― No. No lo sé. Siempre estaba muy aislado. No hablaba mucho.

― ¿Cree saber por qué pudo haber llegado a esto?

― No, la verdad es que no.

Preguntas, y más preguntas de ésta índole inundaron la sofocante atmósfera hasta llegar al hospital.

Una vez que hubieron llegado se amontonó una ola de médicos y enfermeros trasladando el frágil cuerpo a una camilla, llevándolo directamente a urgencias.

Percy tuvo que padecer largas e interminables horas sentado en la sala de espera, manteniedose intranquilo por la respuesta que recibiría en cualquier momento. No podía parar de pensar en él, en su bienestar. Si salía ileso de aquello se aseguraría de cuidarlo personalmente hasta que se recuperara. Si lo volvía a dejar solo ocurriría la misma situació y esa próxima vez lograría su objetivo. Aún se cuestionaba si él había influido en su decisión. No había sido su intención dejarlo plantado en noche buena pero hacía semanas que no veía a Annie, la había extrañado demasiado. Ahora se arrepentía de ese brusco cambio de planes.

Las horas pasaban y las cosas seguían igual. Seguía sin una respuesta, sin una señal, sin nada. No sabía si estaba muriendo o si ya lo había hecho o si por algún milagro habían podido salvarlo. Quería verlo. Quería ver a ese chico de mirada cual un cristal roto. Nunca le había dado mucha importancia. Él siempre huía de todo y de todos, lo que lo volvía más difícil de descifrar. Nico, por favor, no te mueras.Fue su último pensamiento antes de caer dormido en los sillones del vestíbulo. ¿Cuánto tiempo había estado allí, esperando? ¿Tres horas? ¿Cuatro? Quizá más. El sueño lo había vencido. No se despojó de éste hasta que una joven enfermera le sacudió levemente el hombro.

― Muchacho, ¿Usted está aquí por el joven que intentó quitarse la vida?

― Ah, eh, si ―respondió despabilándose. Aún el sueño pesaba en sus párpados. ―¿Cómo está? ―Inquirió con temor a lo que viniera después. Se preparo para lo peor. Para escuchar esas trágicas palabras a las que ya no podría hacer nada distinto a resignarse, superarlo y seguir. Esas palabras destructoras. Ese 'murió' que sólo en una clínica podían soltar tan ligeramente, carente de emoción alguna.

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