Capítulo 7:

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Sirvió café con tostadas, llamó a Nico a que desayunara con él y mientras éste venía lo esperaba ya sentado en la mesa. Había tantos pensamientos paseándose por su mente que no podía decidir por cual comenzar. Tenía infinidades de preguntas por indagar y a la vez era incapaz de soltar alguna. Ensimismado como permanecía no recayó en que Nico había tomado asiente frente suyo y lo miraba con una profunda preocupación. ¿Qué habría hecho ahora? Se mantuvieron lanzándose furtivas miradas durante un largo rato, ambos, sin decir ni una mera palabra. Se observaban como si pudieran entenderse, como si a través de sus ojos pudieran llegar al fondo de sus adolecidas almas. Nunca se hubiera imaginado deseando poder proteger a aquél chico de aura oscura, quitarle todos sus pesares y hasta devolverlo a la vida. Después de aquella primera noche en la que se había mostrado vulnerable ante él no había podido dejar de pensarle ni por un instante. Ahora se mostraba delante de él, ansioso, haciendo tamborilear sus dedos sobre el vidrio de la mesa.

―Ey, sobre lo de anoche…

―¿Podrías olvidarlo? No fue nada importante. ―lanzó tajante junto con una mirada de desprecio absoluto. Sin más se levantó de la mesa, con el paso apurado volvió a su habitación a encerrarse.

Mierda. Sintió su celular vibrar dentro de su bolsillo. Annabeth. Dentro de unas horas se pasaría por allí. Mierda. Mierda. Otro problema para agregar a su lista. Iba a intentar hablar con Nico antes para que no se molestase aún más con la llegada de su novia. Aguardó un poco hasta que se decidió a posarse en su puerta. En ese tiempo levantó algunas cosas y dejo la casa lo más presentable que pudo. Además de que no le sobraban horas para limpiar tampoco le agradaba hacerlo. Al llegar golpeó con delicadeza la puerta. No recibió respuesta alguna, ni siquiera fue regañado por molestarlo. Le preocupaba que pudiera lograr volver a intentarlo y esta vez si funcionara. Ya no habría retorno, no habría escapatoria, debería afrontarlo sin más y no se considera capaz de conseguirlo. Ese idiota malhumorado sabía bien como meterse en su cabeza para no salir rápidamente. Antes podía controlarlo ahora ya se iba de sus manos.

Volvió a probar por si esta vez tenía suerte y conseguía algo.

―Ya déjame en paz. Seguro tienes asuntos más importantes que atender.― Se distinguían evidentes celos en su voz pero él no los notó, realmente vivía perdido en la inopia.

Era un idiota al no darse cuenta de los mil y un efectos que causaba sobre Nico, pero no lo culpaba, estaba demasiado acostumbrado a su cómoda y practica vida como heterosexual, como lo que él debería haber sido. Aquella vieja herida aún ardía en su pecho al recordarlo años atrás; la primera vez que lo vio; la primera vez que sintió las brazas del amor quemando su ser desde lo más profundo.

                               ***

Aún desde el fondo de su cuarto podía escuchar como hablaban, como reían y como un aura de completa felicidad los invadía. Se complementaban de tal manera que parecía imposible que eso acabara. Deseaba que se fuera, que dejara de molestar pero aunque se quedara únicamente con Percy aún no hallaba el valor suficiente para mirarle a la cara y hablarle. Sólo conseguía conversaciones forzadas y un par de regaños. Simplemente no podía actuar normal, se ponía nervioso y a la defensiva. De cierto modo seguía huyendo del amor y de sus sentimientos, a pesar de lo que había vivido en Croacia en su encuentro con Cupido no era capaz de darle cara al amor. Conforme pasaba el tiempo peor se volvía, se hundía en su propio agujero. Sabía que tenía que hacer algo con ello pero no era como si pudiera hablar de cada cosa que pasaba por su mente con alguien, lo tacharían de loco al primer intento, su mente estaba poblada de cosas que la gente normal no estaba acostumbrada a ver.

Allí se encontraba parado en el umbral de la puerta, anhelando ocupar el lugar de Annabeth, que estaba siendo rodeada por los brazos de Percy, pudiendo tener en quien sostenerse. Ellos no percataban en su presencia, tan enajenados en ellos mismo no podía percibir como a tan sólo unos metros una nueva grieta surcaba el corazón de Nico. Se sentía tremendamente impotente; sólo veía esa escena resignandose a todo, aceptando su soledad, sin hacer nada por cambiar su tragica realidad.

Las horas pasaban y ellos seguían ensimismados, compartiéndose hasta el mínimo detalle de cada cosa que les había sucedido. Ella ni siquiera se molesto en preguntar por qué él estaba ahí, ni siquiera parecía importarle, se mostraba totalmente indiferente a cualquier aspecto que le relacionara. Llegó la noche y ella aún seguía allí. ¿Pensaba pasar la noche? Esperaba que no. No querría conseguir atención extra cuando ella se fuera.

Volvió a meterse en su cuarto, cerró la puerta sin crear ruido y se tiró sobre la cama. Levantó su brazo izquierdo y descorrió la manga dejando al descubierto los vendajes que llevaba. ¿Realmente se había hecho eso? No tenía ningún recuerdo de aquella noche ya fuese debido al alcohol que había consumido o debido a que no quería recordar nada relacionado a ello. Por cada día que pasaba el peso de la verdad se le hacía más difícil de sostener. Cada vez que terminaba en la cercanía del hijo de Poseidón sus barreras se debilitaban y sentía una inmensa necesidad de confesarle millones de cosas. ¿Cómo alguien podía lograr eso?

Fue expulsado de sus pensamientos al oír la puerta principal cerrarse. Se había ido, al fin. Antes de celebrar recayó en que podían haber salido ambos. Una presión apareció en el centro de su pecho. Últimamente aquello le pasaba demasiado seguido. Se decidió a salir de su momentáneo encierro para comprobar si habían dejado la casa sola. Al abrir la puerta lo encontró sentado de espaldas en el sillón. Parecía perdido, completamente fuera de sí. ¿Annabeth? ¿Él?

―¿Está todo en orden? ―indagó tímidamente varios metros detrás de Percy.

Éste se volteó enseguida, sorprendido por su repentina aparición. Maldito hijo de Hades, siempre tan silencioso.

―¿Puedo ir contigo?

― Eh, sí, sí, ven. Hay algo de lo que quiero que hablemos.

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