Capítulo 3:

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― Está estable. Casi lo perdemos, tuvo suerte de haberlo encontrado a tiempo ―recitó como si de un discurso se tratase.

― En un par de horas debería despertar. Váyase a su casa, descanse, y vuelva en un rato. Cualquier inconveniente le avisaremos ―concluyó y se marchó rápidamente haciendo resonar sus tacones por el piso de cerámica.

El corazón de Percy casi da un vuelvo al oír aquello. El sudor de su frente fue desapareciendo y sus manos ya no se movían inquietas. Una ola de tranquilad invadía su cuerpo. Eran las siete de la mañana. Seguiría el consejo que le había dado esa mujer y descansaría un poco. También aprovecharía para aclarar las cosas con Annabeth. Al salir del edificio reparó en que su coche estaba aparcado en el departamento de Nico. Se maldijo por eso. Ahora debería caminar al suyo ya que no disponía de dinero alguno.

Una vez que hubo llegado se tumbó en la cama y se olvidó de todo por unas cuantas horas. Necesitaba dormir aunque concibiera una pesadilla debido a ser un semidiós. Cuando despertara llamaría a su novia.


Nico entre abrió los ojos y se encontró con las blancas y amargas paredes de una habitación de hospital. No comprendía nada. ¿Qué había pasado? De repente un médico irrumpió en el lugar. Sin dudarlo le cuestionó por qué se encontraba allí, estando aún somnoliento.

― ¿Q-Qué hago aquí? ¿Qué pasó anoche?

― Al fin despierta ―comentó sin asombro― Anoche intentó suicidarse. Lo mantendremos en observación durante algunos días.

Su memoria volvió de golpe. ―Maldita sea. Tendría que haber funcionado.― se maldijo por no haber logrado su objetivo. ¿Qué hacía allí? ¿Quién lo había llevado? Agh. Le dolía terriblemente la cabeza. En eso reparó en su brazo izquierdo. Perfectamente vendado con apenas rastros de sangre. Podría haberlo hecho bien. Podría haber sido de otro modo y lo hubiera logrado. Aunque lograra salir ese mismo día de ese estúpido lugar no lo intentaría. No tenía fuerzas para nada. Sólo quería estar tirado todo el día sin hacer la miníma cosa. Dicen que a eso se le denomina depresión. Tal vez sí la padecía. Qué importaba. Quería irse de ahí. Quería estar solo, siendo invisible para el resto como había  hecho siempre.

Seguro que Percy la había pasado excelente con Annie. No podía evitar sentirse levemente celoso por ella, también le hubiera gustado haber podido estar al lado de aquél hijo del Dios del mar. Tal vez esa había sido la gota que rebalso el vaso. La que lo hizo caer libremente a los brazos de la muerte. La razón por la cuál se había escondido siempre;  por la cuál había dejado ambos campamentos; por la cuál lloraba a menudo; por la cuál quería morir para dejar de sufrir por sus patéticos sentimientos que jamás serían correspondidos. ―Idiota, deja de pensar en él.― volvió a reprenderse. Al fin y al cabo era cierto, mientras más lo pensaba más grande se hacía la herida que llevaba en su corazón.

― Sólo... sólo quédate conmigo, sólo por una puta vez en tu vida.― Soltó en un suspiro. Luego se acomodó para intentar dormir. Estaba excesivamente cansado, tanto física como emocionalmente. Antes de sumirse en un profundo sueño recordó con melancolía a ese Perseus Jackson que lo había rescato de las garras del Doctor Espino, de ese mismo del cuál había caído enamorado.


Cuando volvió a despabilarse la imagen con la que se encontró lo hizo sobresaltarse de inmediato. Poco faltó para que también soltara un grito de horror. A su lado se encontraba Percy sosteniendo su mano con cuidado mientras lanzaba ahogados sollozos. Podía sentir perfectamente como sus mejillas comenzaban a tornarse de un color rosado. Era como si todos sus sueños se hubieran concretado en un escaso lapso de tiempo. Quería retirar su brazo de su cercanía pero corría el riesgo de sacarlo de sí mismo y que simplemente se marchara por orgullo a ser visto así. Aguardó un rato antes de decidirse a hablarle. Guardaría el recuerdo de aquella extraña vez en la que Percy se había preocupado por él. En su mundo todo se centraba en Annabeth y salvar el mundo. No había espacio para un ser tan insignificante como él. Y aún sabiendo todas esas cosas le quería; era algo masoquista aquél amor pero no es como si pudiera cambiar sus sentimientos.

―Um, Percy, me estás aplastando ―dijo con sequedad. Estaba incomodo frente a tanto apego por su parte. Estaba más acostumbrado a la soledad y a superar las cosas por sí mismo sin el apoyo de nadie. No lo necesitaba a él ni a ningún otro.

― Nico! ¿Cómo te sientes? ―levantó su rostro surcado de finos ríos de lágrimas. Debió de haber estado llorando ratos antes. Su voz sonaba cargada de emoción como si le hubiera devuelto una parte de sí que le faltaba. Aquello le asqueó aunque no comentó nada al respecto.

― Estoy bien. Ya puedes dejarme, de seguro tienes cosas más importantes que hacer.

― Ni hablar. Intentaste, ya sabes, lo de anoche ¿Cómo quieres que no me preocupe?

― Sólo hazlo y ya. He estado bien sin ti toda mi vida, podré estarlo también ahora.

― Por favor, no te pongas así ―posó su mano sobre su mejilla e instantáneamente recibió un manotazo.

―¡No me toques! Te odio, no quiero volver a verte. Sólo vete de una maldita vez.


Y está vez así lo hizo. Obedeció sumisamente a sus amenazantes palabras y se marchó. Aunque no para siempre, volvería a por él y se encargaría de que se recuperara como era debido. Se fue sin más, sin rastros de dolor en su rostro mas en su corazón podría haber una. Realmente quería ayudarlo y éste sólo se negaba y lo alejaba como si fuera a hacer lo contrario. ¿Tan herido estaba? Recordaba perfectamente esa mirada enloquecida que sin importar la situación se mantenía allí. Le intimidaba bastante, era cierto. Pero no dejaría todo por algo tan fútil como eso. Le gustaban los desafíos y lograr lo imposible y esta vez no sería una excepción.


Al salir del lugar se dirijió de inmediato a su departamento. Debía de acondicionar un poco el lugar si esperaba llevarse a Nico consigo el día siguiente. Una vez que entró quiso dejarlo todo. Aquello era un verdadero caos. ¿Por qué tenía que limpiar tremendo desastre? Ah, sí, por Nico. Por ese mal agradecido que le odiaba.Miró el reloj que colgaba en la pared del comedor. Mejor sería que fuera a recuperar el sueño de aquél día perdido y comenzara mañana mismo con la limpieza. Pensó en pedirle ayuda a alguna de las chicas de Afrodita pero se negó ante la idea tan rápido como la formulo. Eso no era más que asunto suyo y por lo tanto tenía que encargarse él sólo aunque le costara más trabajo que ejecutar a un ejército de monstruos. Se dispuso a ir por un bocadillo antes de acostarse. En todo el día no había hecho más que estarse al pendiente de Nico, no se arrepentía de aquello, pero tampoco le agradaba la idea de haber ignorado a su novia la mayor parte de la jornada. Sacó un sándwich que acabó mientras recorría el lugar apagando las luces y cerrando las ventanas. Una vez en la cama no lograba conciliar el sueño. Increíblemente cada vez que cerraba los ojos la imagén de Nico se le precipitaba y no le dejaba pensar en nada más. Tal vez lo quería un poco más que antes aunque dudaba de cómo había terminado en esa conclusión. Terminó resignándose y de tanto dar vueltas sobre el colchón acabó durmiéndose. Mañana le esperaría un día difícil.

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