No Perder los Sentidos

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La mirada del hombre se perdía en la pared que le quedaba enfrente, en el salón solo una lamparilla iluminaba el espacio. Suspiró, tomó la copa de la mesilla de centro y bebió un trago para contener un sollozo. Solo había pasado una semana.

Una semana, desde entonces había desconectado el teléfono y apagado el celular. El sonido le recordaba aquella tarde y laceraba sus oídos llegándole al corazón.

—¿Por qué no buscas a la niña hoy en el colegio? —había preguntado su mujer.
—Tengo una reunión con mis amigos esta tarde, te lo había dicho ayer.
—Me duele un poco la cabezacontestó ella—. ¿No podrías ir solo un poco más tarde con tus amigos?
—Ya voy retrasado, amor, y, si llego tarde esta vez, me matan. Solo hoy, el resto de la semana yo la llevo y la recojo. ¿Te parece bien? —le dio un beso y salió.

Transcurrió solamente una hora. Su teléfono no paraba de sonar, un número desconocido llamaba insistentemente.

—¿Hola? —dos segundos, palideció... Al quinto su mundo parecía haberse quebrado.

Otro sorbo de vino, su mirada pasa al pasillo de los dormitorios. "Vendrá en un rato" —piensa y sonríe con tristeza.

Llegó al hospital sin saber cómo, sus piernas apenas lo sostenían. Las voces, pasos y llamadas de altavoz eran solo un ruido confuso en su cabeza. Cuando al fin un médico lo llevó donde su esposa, cayó de rodillas. ¿Dónde quedaban los rasgos de su mujer? Su cabello brillaba en un rojo intenso, siniestro. Sus facciones eran apenas distinguibles bajo tanta laceración.

Aún le quedaba algo de esperanza de verla respirar, pero su pecho no seguía el suave vaivén de siempre; toda luz se apagó al ver la tela blanca con que cubrieron su rostro.

El médico y las paredes y una enfermera, que pasaba en ese momento por el pasillo, fueron los únicos testigos de los desgarradores gritos.

Dejó la copa en la mesa y cerró la botella. "No más vino por hoy", era una promesa, no perdería los sentidos. Un crujir de bisagras lo alerta, ya viene, como cada noche esta semana. Se fuerza a sonreír.

Unas manos blancas aparecen frente a él y se posan en sus rodillas. Una voz bajita le reprocha el olor a alcohol.

—Es solo un poco por hoy cariño, prometí que no me embriagaría, te lo prometí —hace una pausa mientras la mira con ternura y remordimiento, se siente tan culpable... Se fuerza a hablar—. ¿Otra vez cristales rotos?

Ella asiente con sus rizos oscuros.
El hombre siente el llanto atenazando su garganta, los recuerdos lo invaden de nuevo.

Su hija estuvo dos días en el hospital debido a estudios.

No parece haber sufrido daños graves; el otro coche impactó el lado del conductor. Pero debe observarla de cerca durante un tiempo, su pequeña mente puede crear grandes montañasdijo el doctor cuando al fin dieron de alta a la niña.

Cada noche, ella veía cristales estallar y teñirse de rojo, pero ya no lloraba, solo hacía silencio, y eso lo asustaba más de lo que quería, o se atrevía a admitir.

—No pasa nada cariño, todo estará bien.

La abraza contra su pecho intentando creer sus propias palabras, pero no sabe si él mismo estará bien, después de todo, su hija es una copia casi exacta de su esposa; verla es un consuelo y a la vez un tormento. Por eso, por eso solo una copa de vino, prometió no perder los sentidos.

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