Ai
Es lunes por la mañana. Suena el despertador y rápidamente lo apago. No me costó trabajo, pues ya estaba despierta. De hecho, creo que llevo sin dormir bien un par de semanas. Por la noche me es imposible conciliar el sueño y cuando lo logro tengo unos sueños muy extraños que me despiertan de golpe. Por la mañana me levanto antes que el despertador, y así un día tras otro. ¿Y el culpable? Ese detective idiota del que me enamoré locamente. Pero, ¿cómo no hacerlo? Con esos ojos azules tan profundos, con esa sonrisa traviesa que pone cuando resuelve de forma brillante un caso difícil, con ese aroma suyo tan puro y ese sentido del deber que nos reúne a todas las chicas a su alrededor. Y ya no hablamos del físico. No me llaméis pedófila, no me he enamorado de su cuerpo de niño, de Conan Edogawa, sino de Shinichi Kudo (os recuerdo que le he visto con su cuerpo real varias veces), el detective de secundaria que se encogió por el veneno que yo fabriqué y ... bueno, ya os sabéis todos la historia. Es que lo tiene todo ... pero él está enamorado de Ran. Sí, esa chica tan guapa con la que vive ahora y que ya conoce su verdadera identidad.
Iba tan pensativa que no me percaté de los escalones y bajé rodando hasta el suelo.
PROFESOR: ¿Estás bien, Ai?
AI: Estoy bien (dije cortante)
Luego me arrepentí de haber sido tan seca con el profesor ... pero no puedo evitarlo. Es como si necesitara de un muro de acero para protegerme de todo aquel que trata de comprenderme, de entrar en mi mente, de compadecerse de mí. Supongo que es a lo que llevo acostumbrada toda mi vida.