Terminamos las clases y recogemos nuestras cosas. Mientras me cuelgo la mochila del hombro, noto que Mia se me queda mirando sin decir nada.
- ¿Que pasa? - le pregunto con curiosidad -
Algo así no es habitual en Mia.
Ella se limita a encogerse de hombros y terminar de recoger sus cosas. Sale de la clase y yo corro para seguirla.
Salimos juntos del edificio y nos dirigimos hacia casa. Al salir, noto que ha refrescado. El aire es más frio que por la mañana y el cielo está cubierto de nubes. Me abrocho la chaqueta y me aferro a ella para entrar en calor. Giro mi cabeza para ver a Mia, supongo que también tiene frio pero, al mirarla, noto que está algo dispersa. Intento llamar su atención con mi mano pero no parece hacer efecto.
- ¿Mia? ¿Estás bien?
Cuando digo su nombre, reacciona y gura su cabeza hacia mi.
- Estoy bien... Es solo que... Bueno, no es nada, da igual.
Me quedo atónito aún con la mirada fija en ella. ¿Desde cuando duda en lo que dice? Seguimos caminando unos pocos metros más hasta que, de repente, se para. Me la quedo mirando extrañado. ¿Por qué actua de esa forma?
Abre la boca y parece que va a decir algo, pero la vuelve a cerrar. Sigue allí parada, sin decir nada. Me acerco a ella lentamente, como si fuera un animal indefenso al que no quiero asustar. Me paro para quedar delante suyo.
- ¿Que te pasa, Mia? - intento mantener la voz tranquila y suave -
No quiero presionarla pero necesito que me cuente lo que le sucede para poder intentar ayudarla.
Ella ni siquiera me mira. Tiene la mirada clavada en el suelo. Quiero volver a hablar pero se abalanza sobre mí y me abraza. Me quedo completamente paralizado. En nueve años, no me ha dado ni una sola muestra de afecto y ahora, sin ningún tipo de explicación, me abraza.
No se como responder, nunca había estado en una situación similar con ella. Lentamente, le devuelvo el gesto, intentando que no se separe. La escucho sollozar en mi pecho y, aunque me duele verla así, me siento bien estando abrazado con ella. Noto como se aferra a mi, como si no quisiera soltarme nunca. Hago lo mismo y me olvido de todo a mi alrededor.
Cuando se separa de mí, se seca las lágrimas con la mano con una expresión que interpreto como vergüenza. Me espero a que diga algo.
- Tengo miedo, Víctor...- me dice casi susurrando -
Creo que jamás me hubiera imaginado que me diría algo así.
- Tengo miedo de que vuelva a pasar... Ya sabes...
Se que se refiere a lo que causó que tuvieran que mudarse aquí, y sé cuanto le duele recordar eso. Sigo sin decir nada, quiero que ella me cuente lo que quiera sin que se sienta presionada.
- Es solo que... - suelta un pequeño suspiro - Últimamente, Miguel está saliendo mucho por las noches, y no precisamente para ir con amigos. Está volviendo a hacer misiones. Él cree que no lo sé pero disimula muy mal. Y, por mucho que él crea que lo tiene controlado... - para un momento para respirar profundamente. Está hablando muy rápido. - No puedo evitar pensar que, si algo sale mal... No quiero volver a pasar por eso... No quiero dejarte, Víctor...
No se que responder. No tenía ni idea de que Mia pudiera sentir de esta forma. Sabía que escondía algo pero no me imaginaba que fuera algo tan grande. Vuelvo a darle un abrazo y ella me corresponde inmediatamente.
Siento que, de alguna manera, verla vulnerable, hace que me aferre más a ella. Como si sintiera que me necesita a su lado.
Nos separamos y me quedo mirándola a los ojos. Ella hace lo mismo. Observo detenidamente el color verde brillante que tienen y me doy cuenta de las ojeras debajo de estos, parece que no ha dormido en noches. Resigo su afilada cicatriz con la mirada y bajo por su puntiaguda nariz hasta sus carnosos y rosados labios. Me quedo muy quieto cuando intenta acercarse a mí. Ya no siento el frio aire, ni escucho a las personas pasando por nuestro lado. Ahora solo me centro en su cara empezando a acercarse a la mía. Sus labios están a punto de tocar los míos pero me asusto y retiro la cara. Mia se queda atónita, sin entender el porqué de mi acción. Miro hacia otro lado, buscando las palabras adecuadas.
- Nos esperan en casa.- no se me ocurre nada mejor
Eso es lo último que digo antes de volver a caminar, poniendo mis manos en los bolsillos de mis pantalones. Mia camina detrás de mí, y vuelvo a sentir el frio, es más fuerte ahora.
ESTÁS LEYENDO
Cicatrices de mentiras
Teen FictionMia Navarro. Una chica de diecisiete años que vive en Barcelona. Alguien que en ninguna ocasión ha pasado desapercibida. Algunos afirman que por su larga cabellera negra. Otros dicen que por sus brillantes ojos verdes. ¿Pero yo? Yo creo que es por...