Narra Mia
Recordar ese momento me hace estremecer. El pálido color del rostro de Victor cuando papá disparó esas tres balas hacia su madre se proyecta en mi mente. Los gritos de desesperación del chico al ver que nade iba a hacer nada por salvar a su ser más querido resuenan todavía en mis oídos. Quiero apartar ese recuerdo de mi mente pero se me hace imposible. El simple hecho de recordar lo afectado que estaba Victor, me hace desear con todas mis fuerzas poder volver con él. Supongo que eso es lo que mas me duele: no poder estar a su lado en un momento como este. Quiero volver a casa, hacer que recupere la memoria y decirle que todo está bien.
Entonces recuerdo la camisa que me ha dado Marcos i que aún tengo en mi bolsa. Voy rapidamente hacia el rincón de la habitación donde he dejado mi equipaje. Meto la mano dentro de la bolsa y la saco. Su olor llega a mis fosas nasales reconfortándome. Siempre me ha encantado su aroma. Suspiro y vuelvo a dejar la prenda donde estaba. No quiero dejarla en el armario, al menos no hasta que tenga uno nuevo. No quiero arriesgarme a que empiece a oler a madera húmeda.Sinceramente no se cuanto tiempo más voy a poder aguantar en este sitio. Llevamos aquí tres dias y ya no puedo más. Por las noches no soy capaz de pegar ojo practicamente y, si lo consigo, solo tengo pesadillas. Hoy es mi primer dia en este instituto y estoy completamente decidida a no hablar con nadie. ¿Para que? Si no vamos a estar aquí mucho más tiempo. Al menos yo no. En cuanto pueda voy a irme de aquí.
Me levanto de la cama y me froto la cara con sueño. Ayer dejé el horrible uniforme que me obligan a llevar en la silla y, la verdad es que el simple hecho de verlo me hace querer echarlo al fuego. La camisa es de collor amarillo con el logo del instituto en la esquina derecha y la falda es de cuadros negros y del mismo amarillo de la camisa. También tengo que llevar unos calcetines altos y unos zapatos negros.Una vez lista y con el ridículo uniforme amarillo puesto, salgo de casa con mi mochila en la espalda. El camino es todavia más corto que el anterior y, en tan solo cinco minutos, me encuentro en frente del edificio. Un montón de gente de mi edad, vestida con el mismo uniforme que yo, va pasando por mi lado. Todos van hablando con sus amigos y saludando a los que conocen. Algunos me miran al pasar, y luego cuchichean entre ellos. No puedo decir que no estoy acostumbrada, pero no es muy agradable.
Finalmente, después de estar unos minutos parada delante de la puerta, decido entrar al edificio. Las paredes están pintadas de un color verdoso y el suelo tiene unas baldosas que me recuerdan al turrón de alicante que llevaba siempre mi madre a casa de mis tíos por Navidad. Miro a mi alrededor buscando a alguien que me de indicaciones de donde ir, pero no veo a nadie. Decido esperar un poco, pero no parece que nadie vaya a pararse para explicarme nada. Todo el mundo sabe donde tiene que ir, excepto yo. Todos saben lo que tienen que hacer, excepto yo. Finalmente decido investigar por mi cuenta y buscar mi clase. Busco por el primer piso pero solo veo clases de primero de bachillerato, además de un laboratorio y los despachos de coordinación y de dirección. Subo las escaleras y, por fin, encuentro las clases de segundo. Justo delante de mi, veo mi clase: segundo A. Se perfectamente lo que me voy a encontrar cuando entre y, sinceramente, me aterra. Aún así, decido entrar.
Abro la puerta lentamente para no llamar la atencion pero, para mi mala suerte, justo cuando doy el primer paso suena el timbre de entrada a clases. Eso hace que todos giren su mirada hacia mí, supongo que preguntándose de donde he salido. Se puede ver claramente que hay varios grupos diferenciados en la clase. Al fondo, hay un grupo de chicas con el uniforme perfecto y varios accesorios, que me miran de forma juzgona. Al lado de las ventanas, veo un grupo de chicos sentados de formas extrañas que solo me han mirado un momento y han vuelto a sus cosas. Al lado de la puerta, están sentados un chico pelirrojo que parece ser muy alto y dos chicas, una rubia y otra morena. Creo que el pelirrojo y la rubia son pareja, ya que están muy juntos y constantemente se abrazan. Sin embargo, la persona que más me ha llamado la atención es un chico sentado en primera fila, el cual ni siquiera se ha inmutado con el sonido del timbre. A su lado hay un sitio libre pero no parece que nadie se siente allí.
Mis pensamientos son interrumpidos cuando entra el profesor en clase. Al igual que los alumnos, se me queda mirando durante unos segundos.
-¿Es usted la alumna nueva? - me pregunta -
Me limito a asentir con la cabeza sin ninguna expresión en la cara.
-Preséntese a la clase por favor y luego siéntese acá alante.
Suspiro y me giro hacia mis nuevos compañeros. Las presentaciones son lo que más odio de las escuelas nuevas.
- Me llamo Mia Navarro y tengo diecisiete años.
El profesor me mira como esperando a que diga algo más, sin embargo, no tengo ni la mas mínima intención de hacerlo.
ESTÁS LEYENDO
Cicatrices de mentiras
Teen FictionMia Navarro. Una chica de diecisiete años que vive en Barcelona. Alguien que en ninguna ocasión ha pasado desapercibida. Algunos afirman que por su larga cabellera negra. Otros dicen que por sus brillantes ojos verdes. ¿Pero yo? Yo creo que es por...