Capítulo X

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El avión aterriza y la azafata nos dice que ya hemos llegado a México. Aunque siempre he querido venir, no me siento emocionada. Preferiría mil veces estar en casa, con Víctor. Pero supongo que esta es ahora mi casa. Cojo mi mochila y, disimuladamente, vuelo a oler la camisa. Me siento mejor, me siento como si lo tuviera más cerca aunque, claro está, el ni siquiera sabe quién soy ahora mismo. Me va costar mucho hacerme a esa idea.
Llegamos al aeropuerto para recoger las maletas. Por suerte, solo tenemos que esperar unos minutos para que salgan. Ya podemos ir a nuestra nueva casa.
Nos espera un taxi en la puerta, dispuesto a llevarnos. Nos metemos en el coche y empieza nuestro trayecto a casa.
  - ¿Vas a volver a ser un cubo de hielo? - me pregunta Miguel bromeando -
  - ¿Cubo? - se mete Marcos - Dirás témpano de hielo.
Río sarcasticamente.
  - No tenéis ni una pizca de gracia. ¿Lo sabíais? - les respondo - Ninguno de los dos.
Ambos ríen por lo bajo. Adoran molestarme, lo se.
  - Espero que no conozcas a otro Víctor. - vuelve a hablar Miguel -
Le mando una mirada asesina, pero pronto se me borra esa expresión de la cara. Giro la cabeza y vuelvo a mirar por la ventana de mi lado. La calida mano de Marcos me roza la mejilla. Vuelvo a mirarle, ahora con una expresión algo triste.
  - Hey, ¿estás bien? Estábamos bromeando, ya lo sabes.
Asiento ligeramente con la cabeza. El chico suspira.
  - Te gusta mucho, ¿no?
Me lo quedo mirando sin decir nada. Él me dedica una media sonrisa. Sabe exactamente lo que pienso, como siempre.
  - Si... Me gusta... - admito cabizbaja - Pero ahora ya da igual.
Marcos sabe que tengo razón, así que no me dice nada. Solo me acaricia suavemente la cabeza. Vuelvo a mirar por la ventana hasta que noto como el coche frena cuidadosamente. Hemos llegado a nuestro destino. La nueva casa no se parece en nada a la anterior. Es de un solo piso y las pocas ventanas que tiene son bastante pequeñas. No tiene patio y ni siquiera tiene garaje. De repente, se me viene a la cabeza un recuerdo que hacía tiempo que no aparecía por mi mente.

Cinco años atrás

Víctor ha venido a mi casa. Estamos en el garaje jugando a las luchas.
  -¡Nunca me pillarás generala Navarro! - me reta desde detrás del coche de mi padre -
  - ¡Eso ya lo veremos!
Recargo mi pistola de dardos de plástico y empiezo a dispararle. Sin embargo, uno de los dardos le da directamente a la ventana del conductor del coche y, para nuestro horror, esta se hace añicos. Me quedo completamente paralizada al ver todos los pequeños trocitos caer dentro y fuera del coche. Miro a Víctor y él parece estar en el mismo estado que yo.
A causa del ruido, mamá viene a ver lo que está pasando. Al ver el desastre que hay se pone blanca.
  - ¡Que habéis hecho! ¡El coche!
Iba a hablar pero Víctor me interrumpe.
  - Ha sido mi culpa. - salta sin que yo me lo espere - Lo siento muchísimo.
No puedo dejar que haga eso. Se que mamá se lo va a hacer pagar a sus padres y ellos no pueden permitírselo en este momento.
  - No, mamá ha sido culpa mía.- intervengo -
Víctor me mira sin entender por que lo hago.
  - No, - insisto - ha sido mi culpa.
  - No, no ha sido él.
Sin darnos cuenta, estamos peleando por quién ha roto el cristal y mi madre no sabe que hacer.
  - Bueno, ¡ya está! - dice por fin - Salid de aquí ahora mismo. Y tenéis totalmente prohibido volver a entrar en el garaje.
Ambos salimos de allí y nos vamos al jardín.
  - ¿Por qué has intentado cubrirme? - le pregunto - Tus padres no pueden permitirse pagar los desperfectos.
  - No quería que tu madre te regañara. - me responde - Se lo dura que es contigo.
Le dedico una media sonrisa.

Actualidad

Sin querer estoy sonriendo de nuevo y no me he dado cuenta de que papá nos está hablando. Miguel me da un codazo para que ponga atención.
  - Así que vais a tener que compartir habitación. - eso es lo único que llego a escuchar salir de la boca de mi padre -
- ¿¡Que!? ¿Por que? - pregunto alarmada - ¿Compartir habitación con ellos?
Papá se ve extrañado por mi reacción.
  - Tú no, Mia. Ellos dos compaetiran habitación. ¿No me escuchas?
Suspiro aliviada. Eso me pasa por desconectar.
  - Bueno. Entremos a nuestra nueva casa. - dice mamá poniendo las manos en sus caderas -
Entramos en la casa y me sorprende mucho la cantidad de luz que dan esas ventanas tan pequeñas. Supongo que el pequeño tamaño de la casa ayuda a que todo se vea más iluminado.
  - ¿Dónde está mi habitación? - pregunto más cortante de lo que quería -
  - ¿No quieres ver el resto de la casa? - me pregunta mamá - No tardaremos mucho.
  - No. - respondo - Quiero ir a mi habitación.
Todos se quedan callados unos instantes.
  - Bien... - papá suspira - Es la última puerta del pasillo a la derecha.
No digo nada y me voy. Entro en la habitación, me tumbo en la cama y miro el techo. Doy un largo suspiro. Se que, si consigo sentirme cómoda en este sitio, me va a costar mucho tiempo hacerlo.

Cicatrices de mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora