Me encontraba débil y agotada, tanto que llamé a mis padres y estos juraron que el asunto era importante, por lo que rogué que no vinieran. Aceptaron con la única condición de venir mañana a primera hora.
Me remuevo en el sofá, mi temperatura corporal sube a un nivel anormal, siento como si me calcinara en mi interior, y el ardor en mi brazo no cesa, las marcas en este despiertan mi curiosidad, estas no tienen rastro de cortada, solo dos hoyos colocados en la misma dirección.
Sentía punzadas em mi cabeza, mis piernas debilitadas me obligaban a estar recostada, sin permitirme el desplazamiento. Cada vez que dirigía la mirada en dirección a la ventana, notaba el día nublado. Una intensa sensación dentro de mi cuerpo me irritaba en cada instante, minuto a minuto.
Sujeto la infusión en mis manos, la taza de cristal tintinea a causa del temblor que surge al intentar cargar objetos. Bebo el ardiente líquido, resecando mi garganta.
Mis ojos arden, lágrimas emanan de ellos al sentir el dolor presente en mi brazo, intento acariciarlo, en mi mano se impregna la sangre que fluye de los hoyos en mi antebrazo, el ardor se incrementa, me estremezco, mis ojos se desorbitan.
Pierdo la noción del tiempo, mis párpados amenazan con cerrarse, no intento lo contrario, escucho ruidos, escucho toques fuertes en la puerta, escucho como golpean las paredes y aún así me quedo dormida.