Desperté sin dolor alguno, me despoje de mi vestuario y entré a la ducha desprendiendome de los rastros de sudor y sangre, aún con el miedo obligándome a temblar. Escucho un estruendoso golpe en la puerta principal, una escencia familiar se impregna en mis fosas nasales. Abro la puerta con una sonrisa esbozada en mis labios hasta que noto los semblantes fríos de mi padre y mi hermano Suren y el rostro pálido y rojizo de mi madre. Con una mueca los dejo pasar, me sentía preocupada, aquello no lucía bien.
-- ¿Qué sucede? -cuestiono con preocupación-
-- Hablen -gruñe Suren-
Los gestos de mis padres demuestran nerviosismo, ninguno parece querer hablar y eso solo refleja la molestia en el semblante de mi hermano. Suren murmura algo con furia, un rugido escapa de su garganta, y el silencio es reemplazado por crujidos de huesos, sus simpáticos ojos marrón se transformaron en esferas púrpuras. Un pelaje grisáceo se hizo presente en su cuerpo y mis ojos se expandieron en sorpresa.
¿Qué diablos? ¿Qué es esto?
— ¿Qué está pasando? –pregunto atemorizada pero con firmeza– ¿Qué acaba de pasar? ¡Diablos, no se queden mudos! ¡¡Mi hermano se acaba de convertir en una bestia peluda y lo único que hacen es observarme con el semblante serio!! –grito exasperada, la furia me recorre al desconocer totalmente la razón por la que mi hermano se convirtió en una bestia–
— Hija, cariño. No exijas, el saberlo no te va a hacer feliz preciosa.
Un gruñido feroz se escucha del hocico de mi herma...de la bestia. Y mi mente se blanquea al recordar el gruñido de la criatura que intentó asesinarme. Repito de nuevo, con más temor de saber.
— ¿Qué está pasando? –pregunto en un susurro casi inaudible–
Siento la furia recorrer mi cuerpo, y unas leves punzadas sofocan mi cabeza, todo aquello me provoca migraña. Era como si todos supiesen algo que yo no y eso me tenía con la furia a flor de piel.
