Capítulo 18.

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Tiempo.

Madison.

2 semanas antes del campeonato de patinaje. (Al siguiente día después de la celebración).

Siento como si me estuvieran taladrando la cabeza. Nunca había sentido tantas ganas de matar a alguien como las tengo ahora.

Camila Longwell te mataré.

Esa maldita choca una cuchara contra una bandeja de aluminio.

—¡Buenos días, estrellitas! —Grita entrando a mi habitación y yendo a la de huéspedes donde está Jacob—. ¡La tierra les dice... Hola! ¡De pie que tenemos universidad!

La voy a matar.

Me muevo en la cama tratando de esconderme bajo el cuerpo de Theo que no sé cuánto tiempo lleva despierto, pero está de lo más normal usando su celular.

Me hundo entre la cama y su cuerpo lo más que puedo, hace frío. Gracias clima de Londres. Mi subconsciente desea matar a Camila que sigue tocando esa maldita bandeja, Jacob se levanta maldiciendo mientras ella se ríe y trata de abrazarlo.

—¡Camila, ándate a la puta mierda! —Grito para que pare—. ¡Si estamos así es tu culpa!

—No es mi culpa que se bebieran hasta el agua de los floreros, pobres flores. —Se pone las manos en la cintura entrando a mi habitación. Theo observa la situación en silencio.

Cuando Cami sale, él me da un beso en la frente.

—Levántate, no fuiste ayer y dieron más clases que un carajo —trata de convencerme, pero mi espíritu está muerto y borracho.

—Me quiero morir. —Digo abrazándolo y hundiéndome más en la cama, está caliente—. Me duele hasta el cabello y tengo hambre —me quejo.

—Sí, todos parecemos medio muertos. —Mentira, él luce como si no hubiese tomado. Según yo, si tomo—. Anda, levántate.

—No.

—Sí.

—No.

—¿Me obligarás a bañarte?

—No puedes levantarme, peso más que todas las pesas que jamás hayas levantado. —Enarca una ceja.

—¿Lo dudas? —Me toma por la cintura subiéndome a su hombro, camina conmigo al baño de mi habitación mientras siento la resaca matarme y revolverme el estómago.

—Theo, vete a hacerle compañía a Camila. Váyanse los dos muy a la mierda. —Digo cuando abre la ducha tratando de meterme bajo el agua helada—. ¡No! —Peleo cuando trata de meterme.

Debe meterse él con todo y ropa, y después me jala metiéndome a mí también.

—¡Te voy a matar! —Peleo tratando de salir del agua fría, pero me jala pegándome a su pecho, me besa haciendo que me olvide del agua.

No pierdo tiempo y enredo mis piernas en su cadera cuando me toma por los muslos estampándome en la pared.

—¿Ya no te molesta el agua? —Se aparta de mi boca.

—Olvídate de la maldita agua. —Me pego a sus labios de nuevo, sintiendo la presión de su erección rozar con mi sexo.

—Hoy está muy caliente, Señora Maxwell. —Susurra en mi oído, me prende que me diga así.

—Tú siempre me pones así. —Murmuro, a estas alturas no hay pudor entre nosotros.

Me baja y nos quitamos la ropa a la velocidad de la luz, no pierde tiempo y me vuelve a cargar. Su falo y mi sexo rozando.

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