Capítulo 29.

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Dragaste.

Madison.

Al día siguiente.

Es domingo y debería estar aprovechando para dormir.

Pero no, aquí estoy, despierta desde las ocho de la mañana. Theo subió a mi piso y me despertó con el timbre, me trajo café que según él es exquisito por el simple hecho de que él lo hizo. Es un ególatra y me encanta, me gustan los hombres seguros y narcisistas.

Gustos raros, ya sé.

Aún tengo el pijama puesto y él solo tiene una bermuda sin camiseta, como si estuviésemos juntos de nuevo.

Vino tan temprano para que planeáramos bien lo que vamos a hacer, debemos saber dónde poner el celular estratégicamente y donde sucederá todo.

Me termino el café, que si estaba bastante bueno.

—¿Qué dices? —Me pregunta ante su propuesta, en realidad no puse mucho caso, estaba entretenida en ver otras cosas.

Qué cochina me he vuelto últimamente.

—¿Me repites? —Pido dejando la taza sobre la mesa, me mira con cara de «en serio»—. Perdón, estaba pensando en otras cosas.

—Sí, lo noto. —Señala mi cara, debo estar roja—. ¿Qué pasa por esa cabecita, Blake? —Indaga echando la silla hacia atrás dándome una vista perfecta de ese abdomen definido.

—Números —miento—. La cantidad de libras que estoy ahorrándome con este plan.

Qué excusa tan de mierda.

Gracias conciencia, ahora cállate.

—¿Los números te sonrojan? —Una sonrisa danza en sus labios, niega levemente con la cabeza.

—Repíteme tu idea —trato de cambiar el tema—, aún debemos hablar con Camila y Jacob para que vayan con las familias —me levanto de la silla—. Mucho que hacer. —Palmeo su hombro y sostiene mi mano.

Se levanta quedando detrás de mí.

—Blake, no querrás abrirme paso. Te estoy dando tu espacio, pero si rompes esa barrera, yo romperé otras cosas.

—Yo también romperé otras cosas —levanto la taza y me giro para darle la cara—. Directo a tu cabeza. —Sonrío señalando la taza con la mirada.

—Vaya, dejo de hablar contigo un tiempo y ya hasta partes cabezas. —Se ríe también.

—Que te digo, soy como una caja de Pandora —me encojo de hombros—. Tengo muchas sorpresas. —Me pega a él, siento el calor que emana su cuerpo al juntar nuestros pechos.

Está tan cerca de mi cara que con solo un balanceo podría besarlo, él es quien se balancea para besarme, pero muevo mi cara haciendo que solo roce mis labios.

—Estoy comprometida, ¿lo olvidas, Maxwell? —Aún sigo cerca de él, me encanta torturarlo. Es su castigo por ocultarme información respecto a sus planes. Me acerco aún más rozando sus labios sin besarlo—. No puedo ser infiel. —Digo apartándome.

La erección sobresale a pesar de la tela.

—Adelante, entiendo perfecto lo qué haces —vuelve a sentarse mirándome entrar a la cocina—. Solo me llenas de motivos para embestirte sobre la mesa.

—Theo Maxwell, tú y yo no somos nada —le recuerdo saliendo de la cocina—. ¿Con qué derecho me embestirías?

Suspira peinándose el cabello con las manos, estoy pensando levemente en perdonarlo, pero antes debo castigarlo.

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