Capítulo 37.

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Domingo 29 de agosto.

¡Feliz cumpleaños, Maddie!

Madison.

—Hey, nena —la voz de Theo se escucha a lo lejos, siento como reparte besos en mi cara—. Despierta.

Me muevo con pereza quedando frente a él, no quiero abrir los ojos. Hoy es mi cumpleaños y él no lo sabe.

—Despierta... —insiste.

Abro mis ojos y enfoco bien, no puedo contener la sonrisa en mis labios. Sostiene un pastel en sus manos con unas velas. ¡Si se acordó!

—Feliz cumpleaños —dice dándome una sonrisa que me deja más enamorada de lo que ya estoy. Me siento en la cama y me entrega el pastel—. Pide un deseo...

Cierro mis ojos pidiendo el deseo que más anhelo en este mundo, soplo las velas y aplaude. Me quita el pastel poniéndolo sobre la mesa y se lanza sobre mí llenándome de besos por todas partes, me hace reír a carcajadas cuando me hace cosquillas.

—¡Basta! —Pido—. ¡No puedo respirar! —Se detiene cuando termino roja como un tomate. Entonces me besa, pega su boca a la mía, dándome el beso más rico, profundo y tierno, pero a la vez posesivo del mundo.

Siento el amor que nos tenemos a través de ese beso. Me aparto admirando su rostro. Él hace lo mismo, nuestras narices rozan, nuestros labios están muy cerca.

—Te amo. —Susurro.

—Te amo —me dice—, gracias por estar en mi vida y hacer cada día mejor.

Dios mío, es que lo amo, me lo voy a comer a besos. Me pego a su boca y no pierde el tiempo en deslizar su mano a mi cuello, giro dejándolo debajo de mí, nuestros pechos pegados. Desliza las manos tomando mis nalgas entre sus manos.

Me aparto del beso en busca de aire.

—¿Quién te dijo que hoy es mi cumpleaños?

—Lo recuerdo desde que somos niños, cada cumpleaños te escribí una carta que jamás envíe... las escribí desde que nos separaron y hoy termine la de este año...—mi barbilla tiembla cuando mis ojos se cristalizan, él no puede ser más perfecto.

Eso creo y entonces me calla la boca, se levanta rápido de la cama y bajo de su regazo, admiro el pastel que trajo, parece hecho en casa.

—¿Me hiciste un pastel? —Pregunto y sonríe sin contestar, me da la espalda saliendo y bajando las escaleras.

Es obvio que me hizo un pastel, es uno redondo, pero no un redondo perfecto, tiene sirope de chocolate por los bordes y fresas arriba.

Tomo mi pastel y salgo de la habitación, afuera es un escenario totalmente diferente. Todo el techo está lleno de globos, el piso repleto de pétalos de rosas «Blue moon» el hermoso azul oscuro sobresaliendo de ellas, tienen un azul similar a los ojos de mi novio.

La mesa del comedor está repleta de dulces, chocolates, botellas de champaña que cuestan un riñón y al final de cada cinta de los globos hay fotos mías y nuestras, incluso de cuando éramos niños.

—¿Hiciste todo esto solo? —Pregunto terminando de bajar las escaleras.

—Sí, tuve que despertar a las cuatro de la mañana, pero valió cada minuto —pongo el pastel sobre la mesa, él camina sentándose en la silla del piano—. Ven aquí —palmea el espacio vacío frente al piano invitándome a sentarme a su lado—. Voy a tocar y cantar para ti.

Sonrió observándolo. Empieza a tocar la pista de la canción que sonó cuando me pidió ser su novia «Dandelions».

Empieza a cantar la letra, pero en francés, un francés perfecto, delicado y hermoso. Presto atención a cada movimiento de sus manos, de su boca y la pasión con la que lo hace.

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