viii.

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La estatua de la libertad

Sin duda es el símbolo de Nueva York y casi deberíamos decir que de todo el país. Realmente se llama "La Libertad", pero siempre se le ha llamado con el nombre que todos conocemos. Es un regalo que Francia hizo a Estados Unidos en el año 1886 para conmemorar el centenario de la Declaración de Independencia. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad en el año 1984.

(...)

—Señor Quinn, le aconsejo que salga inmediatamente de aquí.

—Acaba de desmayarse una reclusa delante de mis ojos, claramente no me puedo ir.

—Quinn, haz lo que Heaton te está diciendo.

—Pero la señorita Jones...

—La señorita una mierda, vete de aquí.

Aquellas voces Leah las escuchaba a la lejanía, apenas podía moverse.

El cuerpo le dolía como mil demonios.

Sentía una luz cegándole los ojos por lo que los mantenía cerrados, formando una perfecta línea recta. Sin embargo, pudo oír la voz de Joseph a la lejanía.

Leah sintió su ritmo cardíaco acelerarse cuando sintió una mano por su mejilla.

Sintió miedo.

—Director, es mejor que salga de aquí, cualquier cosa yo le informaré.

—Gracias, Heaton.

Leah escuchó los pasos alejarse inmediatamente de ella, y poco a poco su respiración se fue calmando.

—Abre los ojos, Jones, fue un jodido desmayo, no es para tanto.

Leah poco a poco comenzó abrir sus ojos, la luz le cegaba por lo que tuvo que parpadear unos segundos para así acostumbrarse a la luz.

—¿Qué mierda era eso?— Su voz sonaba rasposa.

Escuchó una risa por parte del guardia.

—Ya sabes, ser guardia de esta mierda tiene algunos privilegios. Tranquila, sólo fue una droga, no te causó nada más allá que un desmayo y alucinaciones.

—Escuché voces...—Leah no sabía si mencionarlo, pero qué más daba.— Escuché a ese imbécil de Quinn.

Charlie se apoyó en la pared manteniendo la misma postura rígida.

—Ah, no. Eso no fue una alucinación, cuando te desmayaste él te cargó hasta aquí, aunque el director estaba bastante molesto, simplemente dejó que lo hiciera.

Leah mantenía en silencio observando la sábana blanca que la tapaba.

—¿Por qué mierda me ayudaste?

Charlie dio un suspiro.

—No lo sé.

—Oh vamos, qué respuesta más idiota.

—Jones, cuida tu lenguaje.

Leah simplemente rodó los ojos.

—Tiene que existir otra jodida razón.

Charlie se alejó de la pared y observó por la ventanilla de la puerta. Regresó hasta Leah y dio una bocanada de aire.

—Porque sé perfectamente lo que él te hace, y sé que he sido parte de algunos maltratos, todas esas actitudes debo tenerlas contigo— Charlie acomodó su traje y apretó su mandíbula.— Escucha, no estoy de acuerdo con las mierdas que él te hace, sé que cometiste un delito, pero esa nunca ha sido razón para que él se aproveche de esa forma.

innocent » joseph quinnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora