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» Discóbolo — Miró

"Esta escultura clásica griega es obra de Miró, un artista del siglo V a.C. El Discóbolo, conocido también por sus copias romanas (como la de la imagen, del British Museum, del siglo II d.C.), representa un atleta en la postura antes de tirar el disco. La crítica moderna, más allá de la representación naturalista de una figura masculina, apunta a que se trata de una composición de triángulos y ondulaciones. Con el paso de los años, varias reproducciones romanas fueron encontradas con la cabeza separada del cuerpo, y muchas de ellas restauradas incorrectamente, ya que la escultura de bronce original tenía la cabeza ladeada hacia el disco."

—¡No! ¡Por favor no más! ¡D-detente hijo de puta!—Gritaba Leah con fuerza.

Charlie yacía riendo a carcajadas mientras veía el cuerpo de la reclusa retorcerse de dolor.

El cuerpo de Leah se contraía bruscamente debido a los choques de corriente que le estaban proporcionando. Leah cerraba sus ojos con fuerza, las venas yugulares se marcaban demostrando la intensidad de querer huir.

—No, 478. No pienso parar, órdenes de nuestro queridísimo director.— Leah mordió su labio ínfimo sintiendo el sabor a hierro en su boca.

Lo odio, lo odio. Pensaba Leah soltando quejidos.

—Pero mira nada más Heaton. ¿Cómo es posible que tengas a tal belleza expuesta de esa forma?— En ese instante Leah oyó la voz del director.

Leah tembló.

Charlie detuvo rápidamente la máquina.

Las piernas de Leah yacían amarradas en sus extremos, al igual que sus brazos. Leah inhalaba y exhalaba duramente, sus extremidades temblaban, y leves espasmos expulsaba su cuerpo.

Downey se acercó a ella y acarició su mejilla. La mano callosa del director hizo querer vomitar a Leah. Esta última corrió su rostro a otro lado, por lo que Robert enarcó una ceja.

—¿Pretendes esquivarme, preciosa?— Leah tembló ante su pregunta.

El cuerpo de Leah temblaba, sentía una ira tremenda debido a lo que estaba pasando con ella. Leah miró directamente los ojos del director Downey y escupió su rostro con brusquedad.

—Eres un asco, Downey.—

—Heaton, déjame solo con ella.— Exclamó duramente el director. Limpio su rostro y una vez que el guardia salió de la sala Downey dirigió su mirada hacia ella.

Tomó a Leah por sus mejillas y las apretó con fuerza.

—Escúchame, imbécil. Esta es la última vez que te atreves a escupirme. Yo no doy segundas oportunidades.— Leah soltó un quejido ronco debido a la presión que estaba ejerciendo, castas lágrimas escaparon de sus ojos.— ¿Me escuchaste?—

Leah no pudo hacer otra cosa más que asentir.

Robert soltó a Leah y golpeó su mejilla con la palma de su mano.

Leah cerró sus ojos con fuerza, en ese instante, lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas doloridas.

Ya no aguantaba más.

Robert soltó una carcajada y volvió a mirarla manteniendo su mandíbula apretada.

—¿Acaso la reclusa más fuerte de este lugar, tiene miedo? ¿no eras tú, la misma persona que antes estaba golpeando y agrediendo a otra?— Robert se acercó hasta su rostro y murmuró: —Te has portado muy mal, Jones. Has causado problemas, problemas que justamente he querido evitar. Pero, ¿Sabes? No puedo dejar esto así sin más...

innocent » joseph quinnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora