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El hombre que camina — Alberto Giacometti

Hoy está en el Museo Carnegie de Arte en Pitsburg, Pensilvania, Estaos unidos. Los visitantes se paran frente a la escultura, la observan detenidamente, algunos le sacan fotos para subirlas a las redes, intentan develarla. Desde aquí, frente al monitor de la computadora o a la pantalla del celular, la obra impresiona. Pero los que la han visto en vivo, de cerca, dicen que perturba.

"Para simbolizar al ser humano, Alberto Giacometti modela a este personaje filiforme, cuyas extremidades se alargan, potenciando su extrema delgadez. Con ello transmite una sensación de fantasmagórica fragilidad pero a la vez una sólida determinación", escribió el crítico de arte F.L.

—¿Qué crees que haces, Heaton? —Murmuró Leah mientras observaba a Charlie el cual yacía sacando las llaves para así abrir la reja que custodiaba a la chica.

Charlie hizo un gesto con su mano pidiendo que esta guardara absoluto silencio.

—Cállate.

Leah únicamente rodó los ojos y se acercó hasta el guardia de la prisión para así enarcar una ceja al percatarse que aquel hombre había abierto la reja para así hacer una seña con su mano y avanzar hasta afuera.

—No digas una puta palabra, Jones — Volvió hablar al cabo de unos segundos.

Leah lo observó y asintió.

¿Qué planeaba ahora?

Aquello era simplemente estúpido.

Bueno, en teoría.

Caminaron de manera sigilosa mientras Leah se encargaba de ser guiada por el mayor. Observaba todo el lúgubre lugar que yacía en completo silencio puesto que cada una de las reclusas debían permanecer en su celda cuando las luces eran apagadas.

Sólo la luz de la luna permitía colarse por aquellos sucios barrotes.

La luna era la única amiga que recibía gustosamente desde afuera.

La luna les representaba la libertad.

Y Leah quería escapar de allí.

—¿Qué está ocurriendo, Heaton..? — Charlie ignoró la pregunta de la chica y avanzó velozmente subiendo las escaleras.

Llegaron hasta una celda distinta a las que Leah acostumbraba a observar, se encontraba en unos de los sitios más alejados de la prisión.

Sitios en los cuales habitaban mujeres con cadena perpetua. En aquel lugar podías imaginar las mil y unas razones por las cuales las reclusas cayeron en ese sitio, y es que muchas de ellas formaban parte del aclamado círculo «perpetuo» nombre denominado por el resto de las detenidas.

Todas las chicas tenían su historia, sin embargo las pertenecientes al círculo «perpetuo» no tenían vuelta atrás. Condenadas a cadena perpetua, aquellas mujeres veían su vida desmoronarse frente a sus ojos y tras las rejas.

Sin embargo, bajo la ley y juramento, aquellas mujeres habían cometido los crímenes más atroces que alguien se podía imaginar, y aquello, les hacía perder la humanidad.

Es por ello que, el resto de la prisión evitaba todo tipo de contacto con ellas «ya sea por el bien de las reclusas o incluso, por el bien del círculo perpetuo» y es que cada una de las detenidas, querían acabar con la vida de dicho grupo.

Cada una poseía un historial que era único y desgarrador a la vez, sus manos yacían manchadas.

Y aquello, nadie podía evitar.

innocent » joseph quinnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora