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La batalla de los centauros - Miguel Ángel

Está realizada en mármol de Carrara donado por Lorenzo el Magnífico para su realización, Ascanio Condivi resalta en su biografía sobre Miguel Ángel, que fue ejecutada poco antes de la defunción de Lorenzo hacia principios de 1492. El relieve representa la batalla entre los griegos y los centauros y seguramente la idea se la sugirió un bronce de Bertoldo imitando la batalla de un sarcófago romano y que se encontraba en aquel tiempo en el palacio de los Médici. Con esta obra, el artista asume ya su obsesión con los desnudos, pues para él la belleza humana era una expresión de lo divino. Así, contemplar una obra que representa esa belleza a través de la desnudez es contemplar la grandeza de Dios.

Un nuevo día estaba llegando para Jones, soltó un quejido tratando de incorporarse de la cama. Se acercó a la zona donde era ubicado el espejo y soltó un bufido.

El espejo había sido roto la primera vez que alguien pisó esa celda, claramente era un arma.

Desearía tener ese espejo y rompérselo en la cara a ese hijo de puta. Pensó Jones.

—Jones, el desayuno está listo.—Bramó el guardia de seguridad mientras pasaba por la celda.

Maravilloso. Pensó Leah.

Salió de su celda como lo hacía habitualmente y pasó la lengua por sus labios.

Hoy no tenía ánimos de discutir.

Soltó un bufido al darse cuenta que el lugar ya se estaba llenando, fue por la charola de comida y recibió lo típico de cada día.

Una taza de leche junto a una galleta durísima.

Esta mierda está más dura que mi vida. Pensó Jones.

Tomó sus cosas y salió del lugar, no pensaba desayunar allí.

Se alejó rápidamente para así sentarse en una de las esquinas cercanas a la salida, sabía que todo era custodiado por los guardias y era imposible siquiera poder salir de allí.

Ya lo había intentado.

Mordió la galleta y le dio un suave sorbo a su leche caliente.

Al sentir el líquido ser derramado en su garganta, un quejido de alivio fue expulsado por sus labios.

Un sonido la sacó de sus pensamientos, dirigió su mirada hasta la oficina de Downey y observó al profesor Quinn saliendo de allí.

Ese hombre es jodidamente sexy. Pensó.

Rápidamente desvió su mirada al percatarse de lo que ambos hacían allí.

Sintió una mirada encima de ella, y aunque sintiera vergüenza, Leah nunca se dejaba pisotear.

Levantó su mirada y observó a Joseph que se comenzaba acercar a ella.

—Hey, ¿Por qué no desayunas allá?

—¿Acaso te importa? ¿estorbo tu salida?— Contraatacó Leah.

Joseph sólo sonrió.

Leah no podía creerlo.

Era jodidamente perfecto y aún más cuando sonreía.

—Claro que no, pero supongo que a los guardias no les agradaría verte por aquí.

—A estas alturas, toda esta mierda me da absolutamente igual.— Leah respondía de forma tajante para evitar el tipo de cercanía que Joseph Quinn «su profesor» le pudiese entregar.

Joseph soltó una suave risa la cual provocó que Leah se erizara.

—¿Estarás en la clase de hoy?

innocent » joseph quinnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora