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El pensador — Augusto Rodin

El Pensador quizás sea la escultura más conocida de Auguste Rodin y una de las esculturas más famosas del mundo. La obra originariamente se llamó 'El poeta' y con ella el autor pretendió escenificar a Dante frente a las puertas del infierno. Sin embargo, más allá de lo que se quería representar, la obra se convirtió en todo un símbolo de la filosofía. Se han realizado diversas copias, pero la original la podréis contemplar en el Museo Rodin de París.

(...)

Leah se sentía abrumada.

Observaba el pequeño espacio que dejaba a la vista la luz que se colaba en la sombría habitación. Sus ojos se mantuvieron por un instante en aquella luz que afloraba.

Leah negó.

Le molestó la forma en la cual ella reaccionó con Joseph. Claro que no quería posar para él.

La idea era ridícula.

La chica en ese instante sintió el calor de sus mejillas colarse por su rostro y mordió su labio ínfimo suavemente.

—Jones, aquí estás...— Una voz la sacó de sus pensamientos, de inmediato la chica se puso de pie y observó a quienes la veían desde la puerta.

Leah de inmediato palideció.

—Downey...

Heaton la observaba manteniendo su postura rígida, sin embargo en sus ojos únicamente se visualizaba la lástima que sentía por ella.

Sabía lo que se le venía encima.

—Ven a mi oficina, creo que ya estás mucho mejor después de lo ocurrido esa vez...

Leah lo recordó.

Observó en ese instante a Charlie Heaton quién únicamente desvió la mirada.

Recordaba cómo le había salvado prácticamente de un abuso.

—Señor Downey, puede adelantarse...yo la llevaré.

Downey observó a su guardia y rió.

—Nada de tonterías, yo seré quién la acompañe a mi oficina— Leah sintió sus ojos picar.— Después de todo...Leah debe ser escoltada.

En ese instante, Leah sintió cómo su bilis subía por su garganta.

Finalmente llegaron al despacho de Downey, Heaton los acompañaba detrás.

—Cierra la puerta, Jones— Murmuró Robert Downey Jr mientras se acercaba a su escritorio observando una de las carpetas que poseía el nombre de Leah.

Leah mantenía su postura rígida mientras observaba aquel sujeto que le había arrebatado sus ganas de vivir.

—Bien...tú dirás.— Downey levantó su mirada y enarcó una ceja.

—¿Creías que me iba a tragar esa mierda del desmayo que tuviste la otra vez?— Leah abrió sus ojos sorprendida.— Es una suerte que aún no he matado al imbécil de Heaton.

Leah palideció.

Lo sabía...

Él lo sabía...




(...)

Leah observaba el oso de madera que yacía en la mesa de la celda y negó.

Había buscado la posibilidad de comunicarse con la hija de Sara. Sin embargo no había conseguido nada.

Hacía años que la hija de Sara no quería comunicarse con ella.

Y Sara lo sabía...

Sólo que nunca se lo dijo.

innocent » joseph quinnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora