Capítulo 6 | ¿Los borrachos dicen la verdad?

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Él me extiende la mano con naturalidad

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Él me extiende la mano con naturalidad. Pareciera que fingía conocerme en ese mismo momento que la pelicorta nos presentó. Yo para no mostrar descortesía, le correspondo el apretón de manos. Él me miraba sonriendo, como si quisiera decir tantas cosas, pero a la vez no lo hacía.

Celeste estaba riendo y notaba que su mirada estaba perdida en el más allá. Casi se cae de no ser por el agarre de ese chico. Estaba más tomada de lo que pensé, ¿en qué momento tomó tanto?

—¿Por qué no nos vamos ya? Estás muy borracha.

—¿Qué? Pero si la fiesta apenas empieza. No seas aguafiestas, Aggie.

«Aggie.» Eso me hizo recordar a mis padres, y el cuánto los extraño en estos momentos. Tenían más conocimiento de fiestas que una adolescente cómo yo.

—Me empiezo a sentir incómoda con tanto ruido.

—¿Es el ruido lo que te tiene incómoda? —vacila ella, tocándome el mentón con la punta de sus dedos. Estaba tan cerca que cuando vuelve a tambalearse cae en mis brazos.

—Vale, en definitiva, estás superborracha. Luca, lo siento, pero me la llevaré a la casa.

—Sí, claro. Ya la tuve suficiente tiempo hoy. No la necesitaré el resto de la noche.

Su risa y su comentario me sacaron de mis casillas. No le solté varias barbaridades porque Celeste se me estaba resbalando de los brazos.

¿Qué tipo de chico se habrá encontrado ella? Es verdad que es bastante guapo. Portaba una linda camisa de rayas, y un reloj en la muñeca hacían notar que era el dueño de aquella mini mansión. Lo poco que he visto de él me daba náuseas. Era arrogante, hipócrita, y podría decir que tenía aire de narcisista.

Pongo el brazo de Celeste por encima de mi cuello a modo de collar, y agarro su muñeca con mi mano. A pesar de tropezar con varias personas por los pasillos de aquella ruidosa fiesta, pudimos llegar hasta el salón principal. Allí se encontraban Chay y Kaira. La pelirroja seguía con la mirada perdida, tal vez pensado si le gustaban las chicas, o los chicos que tuvieran un ganso colgando de la entrepierna. El rizos, por otro lado, estaba bailando con dos chicas a su lado. Parecía bastante entretenido hasta que llegué con la chica a mi lado.

—¿Ya se van? —grita Chay de fondo, sin despegarse de las chicas.

—Sí, es que Celeste ya se pasó de copas. —Le echo un vistazo a la castaña, y seguía dormida—. ¿Es normal que se emborrache tan rápido?

—Sin duda, es la que menos aguanta de los tres. —Ríe Kaira—. Chay está tomado, y yo me debo quedar para llevarlo a casa. A ti te veo un poco roja más de lo común, ¿tomaste?

—Supongo que sí. El ricitos me empinó un vaso de alcohol. Sabía horrible.

—Entonces tampoco puedes irte por ahí sola con ella a estas horas de la noche. Te llamaré un taxi.

—Está bien.

Se notaba que la porrista era la que hacía de madre de este par. Se comportaba como una nana preocupada. Aunque a veces fuese despistada y hablara de más, era muy buena persona. Adoraba que Celeste pudiese tener unos amigos tan envidiables.

Pasaron quince minutos y el taxi recién se había parqueado frente a la acera. Fue un poco trabajoso porque había varios jóvenes en la calle. Nos subimos al taxi y llegamos a la casa de los Amery.

Traté de entrar sin hacer ruido, y tuve que darle gracias a mi padre por enseñarme a ser tan cuidadosa con las cosas. No había hecho ningún ruido al entrar y por suerte, Es y Bas, no se percataron de que habíamos salido esa noche sin su consentimiento.

Subo los escalones con máximo cuidado, y Celeste empieza a hacer ruido.

—¿¡Por qué me trajiste!? ¡Qué pesada eres, Aggie!

Antes de que la mandase a callar, vuelve a caer rendida.

Los gritos de la castaña no despertaron a sus padres de milagro. Mi cabeza me estaba matando por culpa de la bebida que me dio Chay. Sentía que empezaba a hacer efecto porque me tropecé como dos veces antes de ir para el cuarto.

Entro a la habitación y tumbo con cuidado a la ojiazul en su cama. La arropo y me voy para la mía ansiosa por descansar. Pero esa noche no iba a ser para dormir, no, para nada. Todo por culpa de Celeste.

Sin darme cuenta me había tumbado de la cama y estaba muy pegada a mi rostro. Podía sentir su respiración y su olor a alcohol chocar con mis cachetes. Yo expectante me le quedé observando. No podía mover ningún músculo.

—Ágata, ¿por qué tienes que ser tan hermosa?

Por un momento me quedé sin aire.

—O sea, mírate. Cada vez que tomas una foto al mundo, yo veo un mundo nuevo reflejado en ti. Hoy en el lago tenía tantas ganas de... de... —Se acerca más a mi rostro, llegando a estar a tres centímetros— ¡mandarlo todo a la mierda! Pero tú te quedaste ahí, acompañando a este ser resabioso. ¿Acaso no te había molestado mi mal trato hacia ti? ¿Por qué, Ágata? ¿Por qué te quedaste? Estoy cansada de esta vida que llevo. Mis padres no me entienden y tengo un novio del cual no siento ningún afecto hacia él. Desde que ella se fue nada es igual. Me siento vacía como si el amor que le di a Claudia no hubiera sido suficiente. No encuentro algo que me llene tanto como la pintura. Quisiera amar algo más... pero no lo consigo... soy un desastre. —Se separa de mi rostro, logrando que pudiera respirar—. Siento que estoy muy borracha, ya no sé qué estoy diciendo.

Mis ojos no apartaron un segundo de su rostro. Me impacto por todo lo que me había dicho. Tantas cosas que pensar ahora, me confundían aún más.

Ella cae rendida sobre mis muslos. Con dificultad la encamino hacia la cama. No volvió a levantarse en toda la noche. Y yo, yo no pude dormir por segunda vez. No sé si era por el dolor inmenso de cabeza que sentía, por las palabras de Celeste o por el simple hecho de que tenía novio. Trataba de pensar en los sentimientos de ella, en como remediar ese malestar.

Pero, ¿qué había de mí? Me sentía sola. Por primera vez, sentí el peso de la soledad. En Edimburgo me había adaptado a no hablarle a nadie, y que nadie lo hiciese. Pero aquí, tuve en mis manos por un día algo que desconocía, y se me quitó de las manos más rápido de lo que supuse.

Después de pensarlo tanto, de preguntarme interiormente que era lo que se rompió en aquella fiesta. Que era eso que sentía cada vez que Celeste me miraba con frialdad, y de la nada se portaba cálida conmigo. Cuando la veía en el salón de pintura, cuando se quejaba con sus padres. Cuando me tocó por primera vez, y esa misma noche que me dijo todas esas cosas; ya lo sabía, y lo tenía claro: me estaba empezando a gustar la chica de ojos azules electrizantes.

 Cuando me tocó por primera vez, y esa misma noche que me dijo todas esas cosas; ya lo sabía, y lo tenía claro: me estaba empezando a gustar la chica de ojos azules electrizantes

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