Capítulo 19 | ¿Y ahora qué, Luca?

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El tiempo camina más lento que un caracol en una carrera de caballos

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El tiempo camina más lento que un caracol en una carrera de caballos. Lo sé, una rara comparación. Pero sí, solo quisiera ahora regresar a Edimburgo. No hay nada que me estimule a seguir aquí, salvo la fotografía. He sabido aprovechar el tiempo libre tomando fotos a cualquier cosa.

Mariposas azules, ardillas, montañas, edificios, personas, sentimientos... la fotografía es mi medio para poder ver el reflejo de las personas, para poder expresar el cómo me siento. Se había vuelto en mi medio de salvación.

Cabe recalcar que siempre me había apasionado la fotografía, pero ahora ha tomado un revuelo en mí, como si la hubiese abandonado en algún momento. Celeste me robaba tanta atención que a veces se me olvidaba lo que sentía cuando presionaba el botón de mi cámara.

Lo que me dejaba algo desconcertada era que, a pesar de todo, no me había contactado. Una ansiedad diminuta crecía en el centro de mí. La necesidad de saber cómo estaba, que hacía, que comía, si está pintando todos los días, si es feliz... necesitaba saber todo esto; pero me lo complicaba todo la chica de ojos electrizantes.

Misma clase todos los días. Distinto contenido. Mis ganas de ser la primera en todo fueron disminuyendo. Y aunque sabía que Gilbert notaba que estaba teniendo menos rendimiento, nunca me importó tanto. Había hablado varias veces conmigo, pero no surgía algún efecto en mí. Todo se había vuelto gris ante mis ojos en estos últimos meses de caracol.

—Que no se les olvide entregarme su mejor fotografía para el concurso que está en pie —anuncia por quinta vez en la semana, mientras que miraba a los ojos a algunos estudiantes—. ¡Anímense! El ganador viajará conmigo a Los Ángeles y su fotografía será expuesta ante el público. Pasen un buen fin de semana.

Mis inseguridades actuales no me permitían pensar en si participar o no. Tal vez, en algún otro momento me hubiese postulado sin pensarlo. Sabía que era una buena oportunidad para darme a conocer en el mundo artístico de la fotografía, si lograse ganar. Pero había tantas personas buenas en esta clase.

Stephanie sabía a la perfección encontrar el contraste con la luz y los objetos, mientras que Jacob era alguien más abstracto. Noah mostraba delicadeza en sus movimientos, y lograba plasmar a la perfección el alma de las personas. Luca tenía el don de lo macabro, aunque daban miedo sus fotografías, lograba apreciar un poco su manera de expresarse. Yo no sabía que tenía de especial, solo Gilbert sabía.

Antes de poder salir del salón, el profesor me llama diciéndome que tenía que hablar conmigo. Sabía para qué era, precisamente, para convencerme de entrar al concurso de fotografía.

—Señor Gilbert, no sé si tenga una buena foto para entregar.

—Excusas, Ágata. He visto tu potencial, y eres una de las mejores que tengo en toda la clase. Estoy seguro de que algo has de tener.

Presionada, sin saber si presentarme o no, digo:

—Tal vez... solo tal vez sí tenga algo en las manos ahora mismo.

De mi mochila saco mi cuaderno donde guardaba todas las fotografías que mi cámara tomaba. Tomo una de entre el montón, y se la entrego. No sabía si lo que estaba haciendo era correcto, pero necesitaba intentarlo de alguna manera.

Él se quedó mirándola, analizando de a poco cada parte de la fotografía. Hasta que habló:

—Es... —suspira—... es muy buena foto, Ágata. ¿Estás segura de que quieres presentar esta?

—No estoy segura, pero creo que sí, es la que presentaré —Sonrío.

Luego de felicitarme, la conversación se quedó ahí. Salgo del aula y me dispongo a seguir la misma rutina de siempre. Pasar por frente del salón de pintura, ver qué no está, ir al campus a reunirme con Chay y Kaira, luego ir a la casa de los Amery y empezar a estudiar.

Pero mi destino no iba a ser ese, para nada. En ese momento había amado mi monotonía, adoraba no tener problemas en lo absoluto, pero la vida me había puesto en el camino a un chico pálido de ojos verdes amenazantes.

—¿Y ahora qué, Luca? Ya te dijeron que Celeste se fue de Seattle.

Chay y Kaira se quedaban mirándole, asesinándoles con la mirada. El campus estaba casi vacío, algunos ya se habían ido en el primer bus, y otros tan solo iban en sus autos propios —gente pija—.

El aspecto de él me inquietaba. En las clases no hablaba y solo se quedaba mirando a la nada, comiéndose las uñas.

—¿Sabes por qué se fue? Por mí, por mí, se fue —suelta, mientras caminaba de un lado hacia otro.

Los tres lo mirábamos algo confundidos sobre lo que decía, él continúa:

—Ella seguirá siendo mía —sonríe.

—¿A qué te refieres? —pregunta Chay frunciendo el ceño, acercándose un poco más a él.

Luca, tembloroso, mueve sus cosas de la mochila que traía en su espalda. De ella, saca una foto.

—Seguirá plasmada aquí —Mueve sus manos, enseñándonos la imagen.

Fue horrible...

La ira de los tres quiso golpearle el rostro a Luca sin compasión. Chay había hecho el trabajo de nosotras dos. Le lanzó un golpe que descoloco al ojiverde de un golpe. Fue tan fuerte que cayó en el piso, dando quejidos y soltando sangre por la nariz. Su piel blanca estaba siendo manchada por la única sangre que se merecía: la de él.

—Eres un infeliz.

No paraba de golpearle... no paraba... y ya esto era suficiente.

En vez de separarlos nosotras dos, unos profesores se presentaron ante ellos para hacer lo que debían de hacer.

Nunca borró su risa del rostro. Parecía un psicópata escapado de un manicomio vigilado por la policía. Y eso es lo que se merecía, estar encerrado.

Aquella imagen, en vez de devolverme la vida, me la había quitado. La imagen de Celeste parecía muerta. Parecía una maquiavélica escena donde ella estaba magullada en el abdomen y en los muslos. Nunca pude verle esos golpes ni sentir sus quejidos... nunca pude.

Ya todo cobraba sentido para mí. El porqué seguía con Luca, las salidas diurnas que no iba al lago, su desánimo, miedo, tristeza, todo había sido provocado por él, por el mismo demonio.

Esperaba que pagara pronto por lo que hizo.

Esperaba que pagara pronto por lo que hizo

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