• • Primera entrega de la Bilogía: Dudas • •
No me importa lo que deba hacer, solo quiero pasar el resto de mi vida sabiendo que no me equivoqué.
***
Ágata Chester desde muy pequeña se ha inclinado por el mundo de plasmar imágenes con un toque vinta...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Recordaba aún el rostro de mi hermana. Rubia, ojos azules, tez blanca y su mirada dulce. No había cambiado nada, en lo absoluto. Seguía siendo la más hermosa de las dos, siempre lo fue. Ahora estaba frente a mí, quitando mi respiración, al igual que como me quitó el corazón cuando se fue. Tenía un arte para poder dejarme atónita.
Recuerdos de hace años venían en flashbacks. Sus risas, sus juegos, su forma de pintar... las peleas con nuestros padres. Parecía ahora mismo una niña pequeña recibiendo un regalo por navidad. Sin dudarlo, la abracé. Extrañaba a Claudia más de lo que pensarían. El niño que cargaba en sus brazos recibió mi cariño junto con ella.
Suponía que era su hijo. Tenía sus mismas facciones. Esto era una doble sorpresa para mí.
—Te extrañé tanto, hermana.
Ella suelta una risita pequeña, y musita:
—Yo también te extrañé, Lesti.
Fue glorioso tocar de nuevo su piel. Estaba suave y me transmitía la misma tranquilidad que hace años. En ese momento me había olvidado por completo de Ágata, o de lo que sea que estuviese hablando con ella antes de que Claudia abriera la puerta.
Entramos a la casa luego de soltarme de su agarre. Charlamos e indagué de porque estaba aquí, con nosotros. Solo por ese instante la felicidad que había saboreado con mi boca, se había vuelto algo amargo.
Ágata había subido para la habitación. Sentadas en el sillón de la sala, hablábamos los cuatro. Mi madre es la primera que habla:
—Celeste, contactamos a Claudia para que viniera aquí.
Yo confundida, pregunto:
—¿Para qué? O sea, me alegra que esté aquí. Pero dudo que sea para tener la familia completa.
La rubia suspira luego de mi comentario. Su respiración era tan pesada que la podía sentir desde lejos.
—Hablé con tu madre sobre... tus aficiones, hija. Sabemos que sigues fugándote de casa, y que sigues pintando a escondidas. Ya varios profesores nos han dado las quejas de que no atiendes a clases por andar haciendo garabatos en el cuaderno...
—No son garabatos, es arte, papá.
Inspiró.
—Bien, entiendo. Lo que quería decir es que, hablamos con tu hermana para que te vayas a vivir con ella, y puedas cumplir tu sueño de ser pintora, junto a ella.
Mi primer pensamiento fue Ágata. ¿Irme de aquí y abandonar un posible futuro con ella? No sabía que debía hacer, o decir. Es cierto que siempre he deseado lo que me están brindando ahora. Esta posibilidad... todo. Todo había sido anhelado por mí en mis sueños. Pero, ¿y el amor?, ¿qué había del amor que sentía?, ¿lo dejaría así como así solo por un sueño estúpido?