• • Primera entrega de la Bilogía: Dudas • •
No me importa lo que deba hacer, solo quiero pasar el resto de mi vida sabiendo que no me equivoqué.
***
Ágata Chester desde muy pequeña se ha inclinado por el mundo de plasmar imágenes con un toque vinta...
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—Y recuerden, chicos, como dijo Henri Cartier-Bresson: Tus primeras 10.000 fotografías son tus peores fotografías —menciona el señor Gilbert, seguido de eso despide a toda la clase junto al timbre.
Hace más de un mes que Celeste se fue con su hermana. Aún recuerdo su cara la última vez que la vi. Subía al avión que la llevaría lejos de mí. Aunque me doliese, no podía dejar que ella se quedase por mí. Siempre quise hacer cumplir su sueño, y si este era el modo, pues debía ser así.
Ahora solo vivía con sus padres, esperando que se acabara el plazo de diez meses aquí. Empezábamos febrero cargado de desamor, al menos, por mi parte.
Mi compañero de mesa me detiene antes de poder salir del salón.
—Ágata, necesito hablar contigo.
—Ahora no, Luca.
Verlo solo me hacía recordar a Lesti. Siempre estuve alerta con este chico, nunca me dio buena espina. Pero aquel día que hablo conmigo sobre ayudarlo con la ojiazul me parecía muy vulnerable. Decidí ignorarlo y seguir mi camino.
Ahora me encontraba frente al salón de pintura, y como de costumbre, ya no estaba ahí. Ningún rastro de la chica que lloraba cuando pintaba. Aún me quedaban sus fotografías, solo eso tenía. Podía percibir su esencia en cada imagen. Siempre fue difícil de leer por mí, y eso me fascinaba.
En el campus se encontraban los que eran ahora mis mejores amigos. Luego de que ella se fue, solo me quedaba reunirme con Chay y Kaira de vez en cuando.
—¡Hey, Ágata! ¿Cómo estás? —pregunta el mulato de rizos.
—Bien, supongo.
—Todos extrañamos sus resabios —comenta él.
—Así es —sigue la pelirroja.
—¿Qué tal si las invito a mi casa a tomar algo?
—Recuerda que ninguna de las dos bebe —musito.
—En estos momentos extraño más a Celeste, par de aburridas —Se cruza de manos y rueda los ojos dejándolos en blanco por un momento.
—Mejor vamos a tomar un café, anoche no dormí bien.
—Esa nueva novia que tienes claro que no te dejará dormir.
—¡Cierra el pico, Chay! —vocifera ella.
Es cierto que Celeste se fue, pero al menos me dejó en las manos de unos chicos que me alegraban los días. Sus charlas solo me hacían sacar risas por lo bajito, sin escandalizar.
Fuimos al café más cercano, y pedimos lo mismo los tres. La bebida estaba cargada de cafeína, sentía esto como una droga pesada inyectada por vena. La energía sí que la traía al cuerpo. Pensando que íbamos a tener una tarde libre de problemas estúpidos, entra Luca por la puerta.