Capítulo 14 | Dulce tormento | I

62 17 17
                                    

Las calles de Seattle vestían de novia

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Las calles de Seattle vestían de novia. La nieve se metía por dónde ella quería. Veía niños jugar en la nieve, o si no, algunos padres ayudándolos a hacer el famoso muñeco de nieve. En estas fechas extrañaba a los míos.

Eran la una de la madrugada. Mis padres se encontraban detrás de la pantalla de mi móvil, necesitaba hacer esta videollamada.

—¿Y cómo la has pasado hasta ahora, Aggie? —indaga mi padre.

—Todo bien, papi. En la universidad me va bien. Ahora para navidades saldré con unos amigos.

—Es lindo que tengas amigos, querida. ¿Y la chica de quién nos has contado antes? ¿Céline, puede ser?

Mi madre tenía un arte para olvidar nombres increíbles. No había sido hace mucho que le mencioné a Celeste en una de estas videollamadas.

—Celeste, mamá, se llama Celeste. Ella irá con nosotros también.

—Hija, nos alegra mucho que te esté yendo bien allá en Seattle. No esperamos el momento de volverte a abrazar —Se podía notar como mi padre se empezaba a poner algo rojo. Eso pasaba cuando se ponía emotivo.

Los extrañaba tanto...

—Los quiero mucho, ya quisiera estar allá. Debo colgar, se está haciendo tarde aquí.

—Está bien, hija, pasa buena navidad y ¡felices fiestas! —carcajea Alix detrás de pantallas.

Verlos sonreír era una inyección que necesitaba. Alix, mi padre, siempre ha sido el sonriente de los dos. Además, me ha enseñado lo básico de la vida, es una pena que no me advirtió del peligro mayor: una chica de ojos electrizantes.

La noche pasa rápido dando inicio a noche buena. Se suponía que iría con Kaira y Celeste a un restaurante cerca de la Bahía Elliott de Seattle. Todo esto fue obra de la pelirroja, por mi cabeza pasaba estar encerrada en mi habitación mientras veía caer la nieve de vez en cuando.

Las ropas habían cambiado en nosotros, dándonos otra personalidad. Bufandas, botas, abrigos, suéteres, pantalones nos cubrían de pies a cabeza. En la casa se presenciaba un arbolito de navidad, y en la parte baja de este contenían unas cajas coloridas, que eran los regalos. Esta vez los padres de Celeste nos dieron el permiso de regresar a la hora que quisiéramos. Era bastante inusual que eso pasase, pero no préstamos atención en detalles pequeños. ¿Quién se desvía a ver una simpleza cuando tendrás diversión asegurada?

Yo solo rezaba porque Luca no estuviera allí con nosotros. Y no sé si fue papá Noel quien me hizo ese regalo anticipado, pero por suerte solo éramos Kaira, una chica rubia, Celeste y yo.

—¿Y Len? —pregunta la ojiazul, mientras que se llevaba un bocado a su boca.

—Fue a pasar las fiestas en casa de sus padres.

—¿Y tú eres...? —Sigue indagando, señalando con la mirada a la chica que no conocíamos.

—Venus, mi nombre es Venus.

¿Qué sucedió en Seattle? ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora