VI

401 66 10
                                    

A la mañana siguiente, JunMyeon habría preferido encontrarse con SeHun en la mesa del desayuno, pero se llevó la sorpresa de que no estaba. Al parecer, había salido por un asunto y no volvería hasta tarde. Se quedaba sin conocer la ciudad y sin paseo por las colinas.

¿Se estaba convirtiendo en un novio mohíno y celoso cuando ni siquiera SeHun era su novio?

Ma —balbuceó Eun-woo mientras jugueteaba con la tortilla que le habían preparado—. ¡Cereales!

—Vaya, qué bien sabes pronunciar lo que te interesa. —dijo JunMyeon limpiándole la barbilla al pequeño—. No sé si tienen.

—¡Cereales!

Eun-woo golpeó la superficie de madera de la mesa con la cuchara. JunMyeon lo sujetó por la muñeca y miró por encima del hombro para ver si alguien había visto el sacrilegio.

—Esta mesa es preciosa, cariño. Tenemos que cuidarla.

—Cereales. —repitió el pequeño con los ojos llenos de lágrimas.

—Iré a preguntarle al cocinero, ¿de acuerdo?

Encontraremos algo. —lo calmo JunMyeon evitando que llore.

Lo dejó en la mesa y abrió la puerta por la que aparecían y desaparecían los empleados. Se asustó al encontrarse a un hombre tras él.

—¿Tienen cereales de desayuno?

El hombre asintió y lo acompañó por un pasillo que daba a una serie de despensas. En una de ellas había apiladas cajas de pasta, galletas y cereales, todas importadas de Seúl.

—Para el pequeño Eun-woo. —comentó el hombre sonriendo—. Su Majestad lo pidió.

JunMyeon se mordió el labio. Qué considerado.

—¿Podría poner un poco en un bol, sin leche? —preguntó JunMyeon señalando una caja de cereales.

—Por supuesto, señor Oh.

JunMyeon suspiró aliviado y regresó a la mesa. Al abrir la puerta, se alarmó al ver que Eun-woo no estaba en su silla. En casa usaba una trona, pero allí no había.

—¿Eun-woo?

Miró a su alrededor. No había rastro del niño. Había muchas puertas por las que podía haber salido. El pánico se apoderó de JunMyeon. El palacio era grande y había muchos sitios por los que un niño podía caerse. No era seguro dejarlo solo ni un momento en un sitio tan laberíntico y no debía olvidarlo.

—¿Eun-woo?

Salió a toda prisa al pasillo y llamó a un sirviente.

—Disculpe, yo... Mi hijo...

El hombre se limitó a sonreír y le indicó que lo siguiera. Más puertas y pasillos, todos parecidos, conducían a un patio interior con un estanque en medio. De una fuente brotaba agua. Su corazón recuperó la normalidad al ver que Eun-woo estaba jugando con un pequeño barco de madera bajo la atenta mirada de dos de las tías.

—Gracias a Dios que estás aquí. Cariño, por favor, no te vayas sin decirme adónde vas. —jadeo JunMyeon secándose sus lágrimas—. Papi jun tiene que saber en todo momento dónde estás, ¿de acuerdo?

Sabía que el niño no podía explicarse, pero quería que lo supieran aquellas mujeres puesto que debían de ser ellas las que lo habían llevado allí.

—Te he encontrado cereales también. —continuó JunMyeon—. Ven a tomarlos. Volveremos después de desayunar.

No, Nicky con barco. —replico el niño apretando los puños.

UN LEGADO INESPERADO-SEHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora