XVII

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SeHun se había pasado toda la noche recorriendo los corredores, tratando de decidir si debía casarse con JunMyeon. Cada vez que pensaba que sí, tenía una sensación extraña y aterradora. Cuando decidía que no, no se sentía bien. No le agradaba la idea de no tenerlo en su cama, ni en su mesa ni a su lado durante las siguientes décadas. Lo que quería decir que debería hacerlo.

¿Aceptaría JunMyeon? Estaba seguro de que quería casarse. Se sentía muy atraído por él y, además, era el padre de Eun-woo.

Por otra parte, SeHun no podía ignorar que se había ido del palacio por él y que le había dicho que no creía en el matrimonio. No eran unas palabras muy tranquilizadoras en labios de un futuro marido.

La idea de que JunMyeon lo rechazara le hizo darse cuenta de lo desesperado que estaba de que le dijera que sí. Podía tenerlo de vuelta en el palacio al día siguiente, con un anillo en el dedo y una sonrisa en su bonita cara mientras se metía en su cama. En su habitación.

SeHun siguió paseando por el palacio, haciendo resonar sus pisadas en el suelo empedrado. Estaba amaneciendo cuando se le ocurrió un plan. Se detuvo delante de la armadura que se había puesto JunMyeon hacía poco. A JunMyeon le gustaban las historias de caballeros. Se vestiría de caballero e iría cabalgando hasta Sunchan, le daría una serenata y le pediría la mano.

¿Cómo podría JunMyeon resistirse a aquello?

Aquella mañana, al dejar a Eun-woo en el palacio, JunMyeon no vio ni rastro de SeHun. Su hijo se puso muy contento de volver junto a sus tías, que le habían organizado un picnic junto a otros niños. No pudo evitar sentirse vacío al marcharse del palacio sin verlo.

SeHun debía de estar enfadado por no querer volver a la rutina que él había establecido, especialmente después de que le hubiera amenazado con revelar la verdad acerca de la concepción de Eun-woo. Después de todo, era cierto.

JunMyeon se fue del palacio sintiéndose desilusionado, pero decidido a concentrarse en el trabajo y disfrutar del día soleado. El coche que conducía era de Sunchan y el dueño le dejaba compartirlo con los empleados del servicio. Pero resultaba que ninguno de ellos sabía conducir, así que podía disponer de él libremente. Todo estaba saliendo demasiado bien para ser verdad. Estaba temporalmente en una casa acogedora junto a Eun-woo, tenía un trabajo que le apasionaba y podía dejar al pequeño al cuidado de SeHun y de sus tías todos los días.

JunMyeon se sentía solo, pero era normal por haber roto la única relación que de verdad había disfrutado. Además, no tenía amigos. Había estado tan pendiente de SeHun que no se había preocupado de conocer a nadie. Ahora que había vuelto a llevar las riendas de su vida, había decidido tomar algunas clases e integrarse en la comunidad. Al principio lo mirarían extrañados, pero mientras no confirmara ni negara nada, pronto lo verían como a una persona más y no como un titular de prensa.

Compró una barra de pan en la panadería, junto con un poco de queso, unas aceitunas y un poco de salchichón, y disfrutó de la comida en la terraza de la casa. Después de una taza de café, se dispuso a coser las pastas desgastadas de un libro del siglo XIII sobre la conquista japonesa.

No fue fácil para SeHun meterse en la armadura más grande que encontró en el palacio. Antiguamente, la gente era más pequeña. Las perneras no le servían, pero se las arregló para colocarse el torso y los brazos, además de las piezas metálicas para los pies. El mayor problema llegó cuando el caballo lo vio acercarse.

—Tinto, soy yo. Tus antepasados no se asustaban de este atuendo. —dijo SeHun tratando de tranquilizar al animal—. Necesito que cooperes. Tengo un hermoso chico que cortejar.

El mozo de cuadra disimuló la risa.

SeHun avanzó unos pasos, pero el animal retrocedió en el patio adoquinado.

—Acércalo hasta mí mientras yo me quedo quieto. — ordenó SeHun—. Quizá eso funcione.

Kagmin, el mozo de cuadra trató de acercar al caballo, pero el animal se plantó y lo miró intrigado.

—Quizá debería intentarlo con alguno de esos caramelos de menta que tanto le gustan. —añadió el mozo.

Kangmin llamó a Lanshang, que llegó corriendo con un puñado de caramelos que entregó a SeHun. Por suerte, los guanteletes metálicos eran de cuero por dentro y se movían con cierta flexibilidad. Se las arregló para quitar el envoltorio y poner un caramelo en la palma de la mano.

—Toma, Tinto. Es tu favorito. —anuncio SeHun.

Tinto miró interesado, pero seguía recelando. Después de unos minutos, el caballo avanzó unos pasos y tomó el dulce.

—Sabía que me reconocerías. Formas parte de un importante plan. —dijo SeHun suavemente—. Ahora tenemos que conseguir que me suba. ¿Qué tal si Lanshang sujeta a Tinto mientras kangmin me ayuda a subir la pierna? —ordeno. quella armadura debía de pesar casi cuarenta kilos.

—Una, dos y...

Tinto se apartó antes de que Lanshang ayudara a SeHun a levantar la pierna.

—Venga, vamos. —regaño SeHun—. No habrá ningún caramelo más hasta que me haya montado. Apenas es un paseo de quince minutos. Estarás en casa comiendo heno antes de que puedas darte cuenta.

Lanshang volvió a colocar a Tinto en posición. Kangmin ayudó a SeHun a subirse a la silla y le pasó la pierna por encima del lomo de Tinto. El animal trató de soltarse de Lanshang y empezó a corcovear por el patio.

—Tranquilo. —dijo SeHun tomando las riendas—. Venga, nos vamos. Llevaba el anillo en el bolsillo. Mientras no se le cayera, todo estaba bien.

SeHun consiguió controlar al animal y todo fue bien hasta que pasaron la verja. Una vez fuera del palacio, el animal se encabritó y SeHun acabó en el suelo, a tiempo de ver alejarse al animal por la colina más cercana.

Lanshang y kangmin acudieron corriendo y lo ayudaron a levantarse. La coraza de la armadura estaba magullada y SeHun se sentía dolorido.

—¿Está bien majestad?

—Creo que todavía estoy vivo aquí dentro. —jadeo SeHun sin aire. Se quitó la armadura y pasaron la siguiente hora siguiendo el rastro de Tinto hasta que lo encontraron a la sombra de un roble. Tenía un pequeño corte en una de las patas y se lo llevaron para vendársela.

—Será mejor que vaya en una montura de confianza. —SeHun se cambió de ropa y esa vez se puso un disfraz de caballero que solía usar para las fiestas. Con el anillo guardado en un bolsillo, se fue a por su Kawasaki. No era tan romántico como un caballo, pero era más de fiar. En cuestión de minutos llegó a la entrada de la casa de sooman, apagó el motor de su moto y empezó a cantar. 

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SEHUN sufriendo por pendejo jaja 7v7 tiene que hacerlo bien porque si no se queda sin myonie

UN LEGADO INESPERADO-SEHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora