Para cuando los primeros invitados llegaron, Eun-woo ya estaba durmiendo en su cama. JunMyeon había pasado horas preparándose, o al menos, así le había parecido. Se había comprado un hermoso traje y unos zapatos en la ciudad con una tarjeta de crédito que SeHun le había dado. JunMyeon mientras rebuscaba entre las perchas, se había sentido cohibido bajo la atenta mirada de la dueña, que parecía saber exactamente lo que hacía cada noche con SeHun.
Había dicho «no, gracias» a todos los trajes de tejido ajustado que le habían enseñado, y se había decantado por uno de raso color azul hielo. Le marcaba las curvas, pero sin revelar demasiado. ¿Por qué dar más motivos para cotillear?
—Estás muy guapo. —alago SeHun.
El cálido aliento de SeHun en su nuca sobresaltó a JunMyeon. Estaba arriba de la escalera mirando hacia el vestíbulo. Un grupo de invitados impecablemente vestidos acababa de llegar. Se estaban quitando las capas de terciopelo y las pieles, a pesar de la cálida temperatura otoñal. Todas las mujeres estaban impresionantes, incluyendo las más maduras, vestidas con la esmerada elegancia de quien se tomaba muy en serio su aspecto.
—Estoy un poco nervioso. —confeso JunMyeon asustado, le sudaban las manos y no quería secárselas en el traje.
—No lo estés. Todos están deseando conocerte. —susurro SeHun tomándolo de la mano.
—¿Saben... que Eun-woo y tú y...?
—Solo saben que eres mi invitado de honor. —respondió SeHun para calmarlo y le besó en la mano.
JunMyeon sintió que el vello se le ponía de punta. Estaba deseando que aquello terminara para acurrucarse entre sus brazos en la cama que compartían. No sabía si debía sentirse aliviado de que los invitados no supieran la verdad o preocupado de que pudieran especular en todas direcciones.
SeHun le ofreció el brazo y bajó con JunMyeon la escalera. Con aquel gesto de posesión, lo estaba presentando como su pareja. JunMyeon sentía las miradas incisivas de las mujeres y donceles como arañazos en la piel y sus risas le hacían daño en los oídos. Aun así, se esforzó en participar en las conversaciones y en lucir una amable sonrisa en los labios.
SeHun estaba muy guapo de esmoquin. Cada vez que se hallaban cerca lo acariciaba, aunque fuera con un simple roce de nudillos en la cadera. En todas las ocasiones, el corazón se le subía a la garganta a JunMyeon y sentía un cosquilleo en la piel.
Los susurros, especialmente en Hangul, lo hacían sonrojarse. Sabía lo que estaban murmurando. ¿Pensarían que era demasiado sencillo para SeHun? ¿Cómo justificarían los interese de SeHun por él?
—¿Qué le ha traído hasta Pyongyang? —le preguntó una mujer de su edad.
—La biblioteca. —contestó JunMyeon obligándose a sonreír—. Soy restaurador de libros y la oportunidad de trabajar con todos esos libros antiguos es un sueño hecho realidad.
La mujer alisó una arruga imaginaria de su vestido de encaje negro.
—¿Se está quedando en el único hotel del país? —cuestiono con frialdad.
—Lo cierto es que me es más cómodo quedarme aquí en el palacio, cerca de la biblioteca. —respondió JunMyeon.
—Por supuesto. Es un edificio maravilloso. Tiene unas habitaciones preciosas y muy cómodas. —comentó y, bajando la voz, añadió—: He visto algunas. —sus ojos brillaron desafiantes.
—¿De veras? —dijo JunMyeon tratando de mostrarse asombrado—. ¿Es usted una de las ex novias de SeHun?
—SeHun y yo somos viejos amigos. —contestó la mujer frunciendo el ceño—. No creo que me considere una más.
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UN LEGADO INESPERADO-SEHO
Ficțiune istoricăSeHun era el segundo hijo del rey de Pyongyang, monarquía aun presente en Asia que tenía una ley: cuando el hijo mayor ascendía al trono los demás hermanos eran exiliados definitivamente del país. Y le toco a SeHun por eso al llegar a corea del sur...