11 DÍAS ANTES
3 DE AGOSTO DE 1987Fue un día caluroso cuando una familia numerosa llegaba a Busan en su furgoneta vieja, pues no tenían dinero para un gran coche familiar. Estaban un poco abarrotados en el automóvil ya que llevaban toda su vida a cuestas porque se estaban mudando.
La razón principal de la mudanza es por el malestar económico que estaba sufriendo dicha familia en Daegu. La única de la familia que traía dinero a casa era la madre, Chaeryeong, quien trabajaba en una fábrica. Más no era suficiente. Gracias al fallecimiento de un tío de Changbin, quien le dejó de herencia un bar que tenía en Busan, fue como una señal para mudarse allí a empezar una nueva vida.
Encontraron por una agencia inmobiliaria un departamento en venta por un precio asequible, el cual compraron al vender su antigua casa.
Chan, con quince años, era el mayor de los cuatro hermanos. Los mellizos Felix y Jisung, de diez años. Y, por último, Jeongin, el pequeño de la familia con cuatro años.
El mayor siempre ha estado cuidando de sus hermanos todo el día, pues sus padres trabajaban de sol a sol. Changbin trabajando en el campo por poca calderilla.
— Coged esta caja —ordenó Chan dándoles una caja mediana a los mellizos, pronto empezaron a pelearse por quién la agarraba—. Tomarla los dos y punto —dictó en tono autoritario.
Su madre agarró a un Jeongin dormido tras el largo viaje y fue a abrir la puerta del departamento y sus ventanas. Por lo que estaban ellos solos con las cosas de la mudanza.
— Chan, toma otra caja y ves con ellos, son capaces de equivocarse de número y entrar en casa de otro —le dijo su padre.
El pelinegro obedeció y se adentró en el edificio; tercera planta, letra A. Subió las tres plantas y se adentró en la única puerta abierta. Allí vio a su madre en el salón hablando con un adormecido Jeongin tendido en el sofá.
— ¿Y los mellizos? —preguntó.
— No han llegado —contestó su madre extrañada.
— ¿Qué? —dijo atónito, soltando bruscamente la caja y resoplando mientras salía de su nueva casa.
Si no los había visto en las otras dos plantas anteriores, debían estar arriba.
— ¡Jisung! —exclamó asomado en las escaleras y mirando hacia arriba— ¡Felix!
— ¡Hyung! —canturrearon al unísono y después le siguieron sus malévolas risas.
Resopló empezando a subir. No estaban en la cuarta planta, así que solo quedaba que estuvieran en la quinta y última. Una vez allí, los vio jugando en el rellano con una pelota y unas raquetas de playa que habían sacado de la caja.
— ¿Qué hacéis? Vais a incordiar a los vecinos, mocosos —les regañó, pero ellos a veces no le tomaban en serio hasta que se molestaba de verdad.
Felix le tiró la pelota de tenis y le dio en la cabeza. Chan se quejó de dolor y los mellizos rieron cómplices.
— Ya está bien, se acabó. Dame eso —le quitó bruscamente la paleta a Jisung, y después los dos corrieron escaleras abajo.
Chan agarró nuevamente la caja y los siguió por detrás.
— ¡Corre, corre, Lix! —le incitó el pelinegro.
— ¡No vas a pillarnos, hyung!
Tal fue la concentración de huir, que no se dieron cuenta de una mujer mayor e invidente que se estaba dirigiendo a su casa con una bolsa de vegetales tras hacer la compra, con la cual chocaron los dos e hicieron que parte de la bolsa y sus productos se esparcieran por el suelo.
Los mellizos retrocedieron un poco abrumados con esa anciana mientras murmuraban por lo bajo un «lo siento».
— Oh, Dios mío —dijo Chan al llegar a la cuarta planta—. ¿Pero qué habéis hecho? Les dije que no hicieran tonterías —los mellizos se escondieron detrás de él—. Siento mucho lo que han hecho mis hermanos, están emocionados por nuestro nuevo hogar. Le ruego que los disculpe —hizo una venía formal, más aquella señora de piel arrugada, ojos blanquecinos al igual que su cabello, seguía estática y mirando al frente, sus labios sellados de igual forma. Chan en ese entonces reparó en su ceguera—. Jisung, agarra la caja. Felix, ayúdame a recoger todo esto.
Entre los dos colocaron los productos en la bolsa y Chan se la extendió. La mujer agarró el asa sin decir nada.
— De nuevo espero que les perdone. Que tenga un buen día —aunque Chan sabía que no podía verle, por costumbre se inclinó una vez más—. Vamos, niños.
Comenzaron a caminar lentamente escaleras abajo y en un silencio incómodo, hasta que Jisung habló en un susurro.
— Esa señora me da miedo...
— A mí también... —dijo el rubio.
Chan, algo cansado de sus travesuras y siempre tener que dar la cara por ellos, les propinó un golpe en la nuca a los dos.
— Me tenéis harto.
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𝐄𝐎𝐌𝐄𝐎𝐍𝐈 ━━ 𝐒𝐊𝐙
ParanormalChan y su familia se mudan a una nueva casa. Pronto a él y sus hermanos menores empiezan a vivir sucesos extraños. ›› Portada hecha por @Haraboji29