Cinco

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El repiqueteo estridente del teléfono nos hizo pegar un salto a los dos, pero él no perdió su centro de atención

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El repiqueteo estridente del teléfono nos hizo pegar un salto a los dos,
pero él no perdió su centro de atención. Apartó la mano de mi barbilla y la alargó para tomar el auricular, pero aún sostenía férreamente mi mejilla con la otra mano. Sus ojos negros no se apartaron de los míos. Estaba hecha un lío, esté tipo emitía una tensión sexual que para que digo.

—Casa de los Swan —contestó Jacob en voz baja, ronca y grave.

Alguien le contestó y Jacob se alteró al momento. Fue entonces que recordé quien era, Eduardo. Definitivamente no pensaba viajar hasta Volterra a salvarle el culo. Pero por otro lado no podía dejar que se suicidara el capitán del barco melodrama. Jacob se irguió y me soltó el rostro. Se apagó el brillo de sus ojos, se quedó lívido.

Me recuperé y extendí la mano para tomar el auricular, pero él me ignoró.
–No está en casa -Jacob pronunció esas palabras con un tono amenazador.

— Más te vale darme el teléfono o te juro que no me vuelves a ver en tu maldita vida, Jacob Black...

El muchacho me pasó el teléfono reciliente y yo me lo puse en la oreja.
— Bueno — dije.

—¿Charlie Swan? — preguntó una voz grave al otro lado de la línea.

— Seguro, solo que ahora me volví trasvesti — irónice — obviamente no, habla su hija.

No le dí tiempo de contestar, enseguida añadi:
— Mi padre no se encuentra, puedes dejarle un mensaje si gustas.

— Tú... ¿No estás muerta? — preguntó Edward con notable sorpresa.

— No, gracias por preguntar. — y colgué.

–Asqueroso chupasangre -murmuró por lo bajo Jacob. Volvió el rostro hacia mí, pero ahora volvía a ser una máscara llena de amargura. — ¿Que quería?

— ha preguntado por Charlie — respondí a pesar que sabía que él lo había escuchado todo. Miré a Jacob. Su rostro era inexpresivo y estaba en calma, pero las manos le temblaban —  Preguntó si estaba muerta — resumí— ¿Quien pregunta eso? No creo que sea una pregunta cortés.

El sujeto me miraba sorprendido, otra vez, perdí la cuenta de las veces que había puesto ésa cara el día de hoy.

De pronto Jacob se puso rígido.
–¿Qué pasa?

Jacob se lanzó como una flecha hacia la puerta trasera. De pronto, se quedó petrificado.
Alice permanecía inmóvil al pie de las escaleras.

—Bella —dijo con voz sería la vampira, sin duda la presencia de Jacob no le agradaba ni poquito.

—Y ya estás de vuelta — solté sin mucha emoción.
Solo tenía ganas de que todos se largaran.

—Si, pero veo que tú perro aún está aquí — dijo apretando los dientes. Jacob gruñó en consiguiente y ambos comenzaron a verse amenazadoramente el uno al otro.

Ser Bella SwanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora