Capítulo 8

4.8K 650 252
                                    

A veces componer se le hacía demasiado aburrido. Como no sabía qué escribir o cómo terminar un verso, simplemente se frustraba y tiraba todo, decidiendo concentrarse en otra cosa.

Había hecho eso desde hace meses y no era para nada bueno. Kenma cada día iba aplazando más y más sus canciones, hasta llegar al momento en el que su propio manager lo llamó para preguntarle si ya terminó. Temblando contestó que sí pero nadie podía escuchar sus canciones porque era una sorpresa.

Suspiró.

—Esto es inútil... ¡no se me ocurre nada!

—¿Acaso no tienes las trece canciones?

Como plus en su frustración, Kuroo estaba con él. Lo había molestado para ir a su casa y comer algo, excusándose con que estaría muy aburrido en la suya y bromeando con que no hay nada mejor que pasar tiempo de calidad con tu novio.

Kenma se negó pero el pelinegro lo siguió y no tuvo más remedio que dejarlo entrar a su casa porque estaba lloviendo y Bokuto los mataría si llegaban a enfermarse.

—Sí, las tengo —Kenma clavó sus uñas en sus propias piernas y observó cómo Kuroo se apoyaba en el piano—. Solo quiero regalarles unas cuantas a mis fanáticos.

—Ya deja de mentir —rodó los ojos e hizo un gesto con su mano—. Es obvio que te faltan, por lo menos, tres canciones.

—¿Y por qué lo crees?

—Porque es obvio. Estás con tu libreta todo el bendito día, te frustras cuando no puedes escribir en ella y buscas melodías en cualquier lado que estás.

Kenma no se había dado cuenta de eso.

—No tiene sentido.

—Oh, claro que lo tiene. Tengo miles de amigos músicos, ¿y sabes qué pasa cuando terminan de componer su álbum? No quieren saber ni una mierda de música. Absolutamente nada.

—Soy diferente al resto —soltó filoso.

—Eso no te lo niego —Sin embargo Kuroo ni se inmutó—. Tienes algo distinto a otros cantantes, tienes tu propia forma de ser y eso es admirable. ¿Pero sabes qué? Terminan teniendo algo en común y eso es el odiar escribir o componer después de un álbum.

Kenma bufó.

Quizá Kuroo tenía razón, otra vez.

—Así que, dime, ¿cuántas canciones te faltan?

Apretó sus labios y volvió su vista a Kuroo, encontrándose con su molesta mirada de sabelotodo.

—Siete.

—Bingo —sonrió—. Es que te conozco tan bien, gatito.

—Cállate.

—¡Déjame ayudarte!

Kuroo rápidamente dio media vuelta al piano y tomó asiento a su lado. Kenma lo miró con una ceja alzada.

—¿Si quiera sabes hacer esto?

—Algo así —estiró sus dedos sobre las teclas y miró al teñido—. Mi hermana solía tocarlo pero ya no lo hace más...

—¿Por qué?

—Murió.

La sonrisa de Kenma se borró.

—Oh... Oye, no lo sabía, lo siento.

—Solo bromeaba —Kuroo rió.

Ah, era un idiota.

Kenma no dudó en meterle un puñetazo en el brazo con fuerza. Kuroo soltó un quejido.

Amor escrito en contrato | KurokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora