5.- Rumbo al reino Luna

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Chrollo preparó su caballo poco antes del amanecer. Un corsel fuerte y veloz, de melena tan oscura como su piel.

Tuvo que ayudarte a subir debido a lo débil que te sentías por la intensa noche que te hizo pasar, realizando un bondage en tu cuerpo con una soga y atando tus brazos a los extremos de su cama, derramando gotas calientes de cera sobre tu piel desnuda, procándote fuertes espasmos al no poder ver lo que hacía, pues te vendó los ojos con el pañuelo de su frente.

Por más que apretaste los labios, se te escapaban varios quejidos, sobre todo cuando tocaba alguna zona erótica.

Las marcas de las apretadas cuerdas quedaron visiblemente rojizas en tu piel sensible.

Te había penetrado hasta el final, después de haber jugado con tus senos usando su boca hasta que comenzaron a doler.

Quedó satisfecho una vez que abrazó tus muslos y metió su lengua entre tus piernas, haciéndote clamar piedad a base de gemidos sollozantes por la irresistible sensación que era capaz de lograr.

Pudiste dormir sólo hasta que te desató, acabando con tus reservas de energía, ni siquiera eras capaz de pronunciar una palabra, jadeabas por aire aún minutos después de haber sido llenado tu interior y abrazaste una almohada como autoconsuelo, pidiéndo al cielo con todas tus fuerzas decirle adiós para siempre a Chrollo, después de haberle dado todo, esperando que se hubiese aburrido de ti.

Guardaste muchos más frutos de los que necesitabas, ya que preparaste una ofrenda para cuando llegaras. Chrollo te advirtió que no lo hicieras pero pocas veces lo obedecías.

Viajarían durante dos días, sin embargo, el líder te advirtió que pasara lo que pasara, no bajaras del caballo a menos que él te lo pidiera.

Así comenzaron su ruta, saliendo del extenso bosque. Despertaste una hora después de partir y te asombró la increíble vista desde lo alto de las coníferas. Toda la extensión del reino del Sol y sus pueblos podía apreciarse desde ahí.

Pensaste que eligió ese sitio para vivir debido a la facilidad para mantener vigilada el área y detectar a las aldeas ricas.

También sentiste un gran pesar al ver una gran mancha oscura donde alguna vez fué tu hogar.

Tras medio día de viaje por los bosques, entraron a una zona borrascosa y se detuvieron a comer. No cruzaron muchas palabras, te avergonzaba mirarlo a los ojos, pero desde que amaneció te diste cuenta de que ya no usaba la venda que cubría su frente, descubriendo el símbolo de una cruz.

Al atardecer, ya habían recorrido un gran desierto y la temperatura bajaba rápidamente, haciendo que comenzaras a temblar de frío, cruzándote de brazos.

Chrollo realizó un desvío y se dirigieron a una pequeña tribu que vivía en chozas, cerca de un largo río.

—Haremos una parada aquí esta noche. —bajó del caballo y te cargó para dejarte de pie en el suelo— Avanzar en la oscuridad sería riesgoso, mañana continuaremos.

Sólo él podía entender el idioma de la tribu, te quedaste esperando su señal hasta que te dirigió a una de las pequeñas casitas de palos y piel de venado.

Era estrecha y apenas podías separarte de su cuerpo. Te resignaste ya que no conocías a esa gente, pero notabas que las mujeres te observaban con asombro y después parecían hacerle preguntas a Chrollo.

Lo escuchaste hablar de forma tan amistosa, e incluso una de ellas intentó besarlo. Parecía que lo estaban elogiando por su atractivo físico.

Él entró para dormir después de un rato y notó que no dejabas de hacer tu crítica mental.

—¿Y esa cara? —preguntó extrañado.

—¿Ya vas a liberarme?

—¿Huh? ¿porqué haría eso?

—Porque ya tienes a otras para divertirte.

—¿Qué? —soltó una risa que pronto ocultó cubriendo su boca con sus dedos— ¿Estás celosa?

—¡No estoy celosa! ¡quiero ser libre! ¡aquí hay muchas a quienes les gustaría acostarse contigo! ¡búscate otra mujer!

—Tú eres mi mujer. —contestó fríamente, subiendo sobre tu cuerpo.

—¡No quiero serlo! ¡me lastimas! —golpeaste débilmente su pecho con tus manos, pero Chrollo apenas y sentía cosquillas.

—No he sido malo contigo.

—¡Claro que sí! ¡me violaste! ¡lo haces todos los días! —gritaste tratando de contener las lágrimas— ¿porqué me tratas así?

—Deberías estar agradecida, no he hecho más que darte placer, todas mis acciones tienen la finalidad de hacerte felíz, pero tú eres quien se comporta como una víctima.

Sus palabras siempre terminaban doliendo por lo insensibles, egoístas y crueles que eran. Tu llanto fué inevitable otra vez, y ocultaste tu rostro con tus manos.

—No sabes cómo te detesto...

—¿Tienes ganas de insultarme? vamos, hazlo.

—Déjame...

—Dí lo que tengas que decir. No voy a enojarme, lo prometo. Te escucharé si eso hace que dejes de ponerte a la defensiva todo el tiempo.

— Te aborrezco, odio tu forma de tratarme, me duele cuando me tomas por la fuerza y me odio a mí misma cuando tus caricias me gustan. —confesaste desahogando tu coraje— ¿Porqué mataste a mi padre? debiste simplemente robarme y ya, pero no hacerle daño a él. Puedes hacer lo que quieras conmigo, pero nunca voy a perdonarte lo que hiciste con mi aldea.

—Ya lo sé. —dijo Chrollo apartándose de ti, sin que tus palabras lo afectaran negativamente, por el contrario, escucharte le parecía cautivador siendo que solían charlar poco— Y no espero que lo hagas, no pediré tu perdón, ni mucho menos amor. Lo único que quiero es que aceptes que ahora yo soy tu familia.

—Lo siento, Chrollo. —arremetiste convencida de tus palabras —No existe una sola razón que me haga aceptarte como mi esposo.

—Mañana conocerás una. —adelantó para después cubrirte con una manta bordada, antes de salir de la choza.

Te dejó confundida el hecho de que no se quedara contigo. Él se quedó sentado sobre un tronco, mirando al cielo durante el resto de la noche, como si cuidara de la tribu.

Como si cuidara de ti.

Prisionera [+18] [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora