8.- Emboscada

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—Este camino no lo conocía —pensaba Chrollo mientras cabalgaba contigo frente a él a mitad del día— normalmente viajaría por los senderos altos, pero ella parece marearse mucho. —habías vomitado dos veces por la mañana debido a la presión atmosférica de las montañas— Seguiremos el rio hasta llegar al reino del Sol, aunque me preocupa un poco que nos encontremos con alguna manada de tigres, casi llegamos a la sabana. —soltó un suspiro de aburrimiento, acariciando tu cabello como distracción, logrando despertarte.

Lo primero que notaste fué un ruido desconocido.

—¿Qué animal hace ese sonido? —preguntaste refiriéndote a un silbido largo y entonado al lado izquierdo, entre los arbustos, seguido de otro proveniente del lado opuesto.

—No es un animal. —El sonido que escuchaste resultó ser el llamado de algo peor que una manada de tigres, Chrollo saltó del caballo y permaneció alerta— Mantente arriba. —ordenó.

Las hojas de los arbustos y enormes plantas comenzaban a balancearse de lado a lado, dejando ver los rostros de varios hombres encapuchados, armados con lanzas y afilados cuchillos.

—¿Son tus amigos? —preguntaste nerviosa al contar al menos una docena de ellos rodeándolos y cerrándoles el paso.

—No todos los ladrones somos amigos. —contestó sin dejar de prestar atención a cada uno de ellos.

—Oye, bastardo —habló quien parecía ser el jefe del grupo— tendrás que darnos todo lo que tengas de valor si quieres pasar por aquí.

—Eso depende de lo que consideres un objeto de valor. —respondió sin bajar la guardia.

—El oro que llevas en tus bolsillos —dijo el hombre— la comida que cargas, el agua de tu cántaro, todas tus armas, tu caballo y a la mujer.

—Te puedo dar la ropa que lleva puesta, ya que vale más que el oro que cargo —dijo Chrollo con un aura sombría en el rostro— pero no te permitiré tocarle un sólo cabello.

—No estás en posición de negociar, tú eres uno y nosotros somos una docena, piénsalo bien. La ley dice que si te matamos, ella pasa a ser nuestra. Además, ¿cómo sabemos que te pertenece en primer lugar? ¿dónde está su marca?

—¿Marca? —pensaste preguntándote a qué se refería ese tipo.

Chrollo pujó estresado por toparse a semejante grupo, ignorando el hecho de que fueran tantos. Sino agobiado por el retraso que les harían tener.

—Por eso no quería tomar este rumbo —desenfundó una espada  corta que ocultaba bajo su abrigo y te miró de reojo— después arreglo cuentas contigo. 

—¿Porqué? ¿ahora qué hice? —te molestaste al oír su amenaza.

—Terminamos emboscados gracias a tu linda carita. —dijo antes de ser atacado por uno de los ladrones.

Partió la lanza enemiga con su espada y decapitó al primero con la afilada hoja. Los demás se abalanzaron con sus armas blancas tratando de cortarlo, pero sólo conseguían perder una extremidad, ser atravesados por el estómago o acabar con el cuello roto.

Jamás habías visto hombres en batalla, pero de algo estabas segura, el mejor de ellos estaba de tu lado.

Tu respiración se agitó de sólo ver la masacre que Chrollo desató por su propia mano.

Terminó bañado en sangre y tuvo que adentrarse en el río para lavarse.

Continuaron el viaje por la orilla del río para que la luz solar secara su ropa. Pero seguir la corriente no había sido la mejor de las ideas, pues terminaron desviándose, y la noche volvió a cubrirlos en pleno camino.

Dormirían bajo un árbol enano y frondoso, en esa zona el frío no era tan pronunciado. Pudieron asar un par de truchas para cenar, tú te quedaste cuidando el fuego para que no se apagara.

—Que bonito cielo. —murmuraste recostándote boca arriba, admirando la luz de las cientas de estrellas que adornaban la noche oscura bajo una luna creciente.

—¿No tienes sueño? —preguntó Chrollo.

—No. —respondiste con los ojos entrecerrados, te gustaba tanto la vista del paisaje nocturno y el sonido de los grillos que no querías dormir. —Todavía tengo energía.

—Es bueno saberlo, entonces, gastémosla en algo más placentero. —aconsejó bajando el cierre de tu espalda, besando tu cuello y escuchando tu respiración— También yo sé cómo hacerte mirar estrellas.

—¿Quién te dijo que es placentero para mí? —te avergonzaste apartando tu rostro para evitar que te besara.

—Tus palabras pueden engañarme, tu cuerpo no. —Metió una de sus manos bajo el vestido y con sus dedos rozó tu entrepierna —¿qué tenemos aquí? todavía no empiezo y tú ya estás mojándote.

—No es lo que dices... —te mordiste el labio al sentir dos de sus dedos entrando y saliendo, impidiendo que siguieras hablando.

—Sabes cuánto me excitas cuando gimes, ¿porqué te esfuerzas tanto por aguantar? vas a terminar corriéndote en mi mano de cualquier modo. —con su mano libre bajó el vestido a tirones dejando tus pechos al aire, para luego subir la falda y cargarte encima, masturbando tu clítoris y apretando uno de tus pezones.

Fuiste incapaz de detener sus manos y terminaste por tener un orgasmo al cabo de un par de minutos.

Un líquido transparente y abundante salió de tu vagina, impregnando su mano caliente, la cuál se llevó a la boca para lamer sus dedos.

—Eres un sucio violador... —alcanzaste a decir entre jadeos.

—No te escuché bien, ¿qué dijiste? ¿también quieres probar? —acercó su mano a tu boca y te negaste enseguida, aún así, eso no lo detuvo para besarte y obligarte a probar tu propia esencia, metiendo su lengua y jugando con la tuya.

Quisiste darle una cachetada para detenerlo y este tomó tus manos, poniéndolas sobre tu cabeza y devorando tu boca hasta que chillaste por aire.

—¿Quieres que pare? —susurró en tu oído, a lo cuál asentiste mientras tomabas aire desesperadamente y un hilo de saliva caía por la comisura de tus labios. —Es muy fácil, sólo tienes que pedirlo con educación. Vamos, tú puedes.

—Por... por favor... —rogaste sin más opción, completamente agotada para continuar. —Ya para.

Chrollo sonrió satisfecho y soltó tus muñecas, dejando que tu cuerpo descansara. No sin antes darte un último beso antes de dormir.

—Y llámame papi al final de cada súplica, ¿te quedó claro? —solicitó acariciando tu trasero, esperando tu respuesta.

Te rompía el orgullo, dolía ceder ante tu destino, pero ya no te quedaba más esperanza para luchar por una vida diferente.

—Sí... —asentiste con el cuerpo tembloroso.

—¿Sí qué? —nalgueó tu trasero a modo de corrección.

—Sí, papi...

Prisionera [+18] [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora