XXI /Contenido + 18/

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—Keyla, ¿en verdad te pondrás así? Por favor hablemos —cierra la puerta de la habitación mientras se intenta acercar a la chica que quitaba su maquillaje en el tocador.

—No tenemos nada de que hablar Harold, por favor solo no hables del tema que realmente no estoy de humor, y no es contigo, es conmigo —lo mire desde el espejo para seguir desmaquillándome lo poco que tenía para ponerme en pie tomando mi toalla y entrar al baño mientras le cerraba la puerta en la cara. Necesitaba una ducha fría para acomodar mis ideas.

—Y dices que no tenemos, solo mira cómo estás —abre la puerta del baño para desvestirse y adentrarse con ella tomando su cintura, lo cual tomo desprevenida a la contraria quien lo fulmino con la mirada.

—¿Qué crees que haces aquí dentro? Salte por favor, que no estoy de ánimos —bufe intentando quitar sus manos de mí nuevamente, Harold me colmaría la paciencia.

—No lo haré hasta que dejes de estar enojada —la apega totalmente a su cuerpo, empezando a dejar pequeños besos húmedos a la altura de su cuello, recibiendo un pisón de la contraria, la cual se desprendió, pero este la acorralo de frente contra la pared del baño.

—Te estoy diciendo que me sueltes Contreras, me vas a agobiar más, solo déjame ducharme tranquila, si te escuche, pero no quiero tocar ese tema, ya déjalo —le mire con el entrecejo fruncido ya de molestia, pero este solo negaba.

—Es malo que maltrates e ignores a tu esposo por algo que no he hecho, te juro que no he besado a nadie más que a ti —la tomaba del mentón antes de unir sus labios contra los de ella, recibiendo un mordisco.

—Te dije que no quiero, suéltame Harold —tome la llave portátil de la regadera para así mojarle todo el rostro y que el agua permitiera que nos separaremos, al final salió del baño como aquel cachorro regañado envolviendo su cintura en una toalla para esperar fuera. Verlo así me hizo sentir que estaba siendo muy dura, pero es que él estaba siendo tan insistidor, que juro que no estaba molesta con mi esposo, sino con la situación y solo quería relajarme.

Mire desde la puerta después de tomar una ducha rápida para destensionar mis músculos, que al salir me senté en sus piernas elevando su mirada, claro que le creía a mi esposo, así que detestaba hacerlo sentir mal o que él se idealizara cosas que no eran.

—Key, te lo juro por lo más sagrado que tengo que es Cloe, que yo la separe, que yo no te he engañado, te lo juro amor, yo... —no termina de hablar al sentir como su esposa lo callaba con un beso, un beso que de ser suave empezó a tomar poderío en ambas bocas queriéndose un poco más que solo los separo la falta de aire.

—Te creo Harold, pero por ello demostraré que eres solamente mío, nadie te puede marcar a excepción de mí —le susurré en su oreja con una sonrisa para empezar a mover mis caderas sobre su regazo, al estar al desnudo el calor corporal fue apareciendo más rápido en ambos que le tuve que quitar la toalla a mi esposo al estorbarme. Por primera vez en los ocho años de relación que llevamos, sentí como Harold se volvió sumiso ante mí, me encontraba sobre él con mis glúteos al aire realizándole un oral como inicio, sus palabras y que me pidiera más, me hacía sentir bien frente a tener el control.

—Keyla... Keyla no pares... —apretaba levemente las sábanas al sentirse totalmente erecto, la chica poso el falo en medio de sus pechos empezando una rusa con ellos mientras notaba los semblantes de placer que hacía su esposo.

—al notar que sus venas empezaron a sobresalir, seguía con el acto, sumándole unas pequeñas caricias con mi lengua, quería que se viniera en mis pechos y dentro de mí. Ver a mi esposo tan cegado de placer me hizo morder el labio inferior, que como siguiente paso al tenerlo tan duro como se podía poner pase mis piernas a cada lado de su cintura y me autopenetre dejando escapar un profundo gemido por ambos que empecé a saltar en su falo al sentir como este movía el par de glúteos.

Los gemidos eran callados por besos, tratando que el rechinar de la cama no se escuchara demasiado, puesto que no querían ser delatados a la mañana siguiente. Sus cuerpos sudorosos chocaban entre sí, la luna que les alumbraba era la única que sería testigo del amor que ambos se profanaban como reconciliación.

Después de distintas posiciones en distintas zonas de la habitación para evitar dejar escapar ruidos, ambos caímos rendidos en la cama abrazados y agitados, mis dedos empezaron a deslizarse por su torso en formas de caricias, mientras que sentía a Harold acariciar mi cabello.

—Keyla... Yo te amo, no olvides eso nunca y jamás, jamás otra mujer podría acabar eso, eres la perfección tanto físicamente al ser toda una diosa, salvaje al ser una fiera en la cama y la mejor esposa por tu personalidad —sonríe al notar el sonrojo que apareció en las mejillas de la menor ante sus palabras, por lo que un nuevo beso se hizo presente en ambos. Ese era un beso lleno de amor.

—Tú también eres la perfección en persona, mi amor, de ser todo un dios griego con ese cuerpo exquisito, la salvajades de ser el mejor en la cama que me deja totalmente exhausta y un amor de hombre entregado a su familia —sonreí antes de entrelazar nuestras piernas dejando pequeños besos sobre las marcas que le hice en su cuello—. Te amo, Harold, te amo mucho.

—Y yo te amo a ti Keyla, mucho —sonríe antes de dar un último beso que sello esa fantástica noche, por lo que ambos quedaron dormidos en ese abrazo. Los celos por parte de ambos era algo que debían trabajar constantemente, pero a pesar de ello, le daba cierto drama a su relación.

Destinos Cruzados [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora