𝑃𝑎𝑠𝑜 𝑢𝑛𝑜: 𝑄𝑢𝑒𝑟𝑒𝑟 ¹

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Estoy muerta, pero no es tan malo. He aprendido a vivir con ello. Disculpen que no pueda presentarme apropiadamente, pero ya no tengo un nombre. Casi ninguno de nosotros lo tiene. Los perdimos como las llaves del auto, los olvidamos como los aniversarios. El mío quizá empezaba con "L", pero eso es todo lo que tengo ahora. Es gracioso porque cuando estaba viva, siempre olvidaba los nombres de las otras personas. Mi amiga "J" dice que la ironía de ser zombi es que todo es gracioso, pero no puedes sonreír, porque tus labios se han podrido.

Ninguno de nosotros es particularmente atractivo, pero la muerte ha sido más amable con nosotras de alguna manera. Yo todavía estoy en las etapas más tempranas de la descomposición. Solo tengo la piel gris, un olor desagradable, y círculos oscuros bajo mis ojos. Casi podría pasar por una mujer viva que necesita vacaciones. Antes de convertirme en zombi debí ser una mujer de negocios, una banquera o una corredora de bolsa o una pasante aprendiendo el oficio, porque llevo ropa bastante elegante. Pantalones negros, camisa gris, corbata roja. J se burla a veces. Señala mi corbata y trata de reírse, algo ahogada, borboteando sordamente en lo profundo de sus entrañas. Sus ropas son unos jeans agujereados y una lisa camiseta blanca. La camiseta se ve bastante macabra a estas alturas. Debería haber escogido un color más oscuro. Nos gusta bromear y especular sobre nuestra ropa, ya que estas últimas decisiones de moda son el único indicio de quiénes fuimos antes de convertirnos en nadie. Algunas son menos obvias que las mías: pantalones cortos y una camiseta, falda y una blusa. Así que hacemos suposiciones al azar.

Tú eras mesera. Tú eras estudiante. ¿No te suena algo?

Nunca.

Nadie que yo conozca tiene algún recuerdo específico. Sólo un conocimiento vago y brumoso de un mundo hace tiempo perdido. Impresiones débiles de vidas pasadas que perduran como miembros fantasmas. Reconocemos la civilización: edificaciones, autos, una vista general; pero no tenemos ningún rol personal en ella. Ninguna historia. Sólo estamos aquí. Hacemos lo que hacemos, el tiempo pasa, y nadie hace preguntas. Pero como dije, no es tan malo. Tal vez parezcamos inconscientes, pero no lo somos. Los oxidados engranajes de coherencia aún giran, solo que cada vez más lento hasta que el movimiento externo es apenas visible. Gruñimos y gemimos, nos encogemos de hombros y asentimos, y algunas veces unas pocas palabras se escapan. No es tan diferente de antes.

Pero sí me entristece el que hayamos olvidado nuestros nombres. Dentro de todo, esto me parece lo más trágico. Perdí el mío y lloro por el de los demás, porque me gustaría quererlos, pero no sé quiénes son.

Hay cientos de nosotros viviendo en un aeropuerto abandonado en las afueras de alguna gran ciudad. No necesitamos refugio o calidez, obviamente, pero nos gusta tener paredes y techos sobre nuestras cabezas. De otra manera, solo estaríamos vagando sin rumbo en algún campo abierto lleno de polvo por algún lado, y eso sería extrañamente horroroso. No tener nada a nuestro alrededor, nada que tocar o mirar, sin ningún límite de nada, y las enormes fauces del cielo. Me imagino que eso es lo que se siente cuando estás totalmente muerto. Un vacío vasto y absoluto.

Creo que hemos estado aquí por mucho tiempo. Todavía tengo toda mi carne, pero hay mayores que son un poco más que esqueletos con trozos pegajosos de músculos, secos como cecina. De alguna manera, siguen contrayéndose y estirándose, y ellos siguen moviéndose. Nunca he visto a alguno de nosotros 'morir' de viejos. Tal vez vivamos para siempre, no lo sé. El futuro es tan borroso para mí como el pasado. Parece que no puede obligarme a preocuparme por algo a la derecha o a la izquierda del presente, y el presente no es exactamente urgente. Podrías decir que la muerte me ha relajado.

Estoy paseando en las escaleras automáticas cuando J me encuentra. Paseo en las escaleras varias veces al día, cuando sea que se mueven. Se ha convertido en un ritual. El aeropuerto está abandonado, pero la energía todavía llega algunas veces, tal vez fluyendo de algún generador de emergencia enterrado muy profundo en el suelo. Las luces dan destellos y las pantallas parpadean, las máquinas saltan a la vida. Atesoro estos momentos. La sensación de las cosas volviendo a la vida. Me paro en los escalones y asciendo como una alma al Cielo, ese endulzado sueño de nuestra infancia, ahora es un chiste de mal gusto.

Mi noviɑ es unɑ zombi (Jenlisɑ ɑdɑptɑtion)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora