𝐶𝑜𝑛𝑞𝑢𝑖𝑠𝑡𝑎𝑟 ³

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Pasos lentos. Lodo bajo las botas. Miro a ninguna otra parte. Extrañas mantras dan vuelta en mi cabeza. Viejo barbudo murmurando desde un callejón oscuro. ¿Adónde vas, Kai? Niño tonto. Niño sin cerebro. ¿Adónde? Cada día el universo se hace más grande, más oscuro, más frío. Me detengo delante de una puerta negra. Una chica vive aquí en esta casa de metal. ¿La amo? Es difícil de decir más. Pero ella es todo lo que queda. El sol rojo en el

final de un vacío en constante expiación.

Entro a la casa y la encuentro sentada en la escalera, con los brazos cruzados sobre las rodillas. Pone un dedo en sus labios.


―Papá ―me susurra.


Echo un vistazo por la escalera hacia la habitación del general. Escucho su voz arrastrándose en la penumbra.


―Esta foto, Jennie. El parque acuático, ¿recuerdas el parque acuático? Tuve que subir diez cubos de agua para sólo una deslizada. Veinte minutos de trabajo para diez segundos de diversión. Parecía valer la pena en ese entonces, ¿cierto? Me gustaba ver tu cara cuando volabas fuera del tubo. Te veías justo como ella, incluso en ese entonces.


Jennie se pone de pie en silencio, se mueve hacia la puerta principal.


―Eres todo ella, Jennie. Tú no eres yo, eres ella. ¿Cómo podía hacerlo?


Abro la puerta y salgo. Jennie me sigue, con pasos suaves, sin sonido.


―¿Cómo podía ser tan débil? ―dice el hombre con voz como de acero fundido―. ¿Cómo pudo dejarnos aquí?


Caminamos en silencio. Las gotas de llovizna caen como collar de cuentas en nuestro cabello y nos sacudimos como perros. Llegamos a la casa del coronel Min. La esposa de Min nos abre la puerta, mira el rostro de Jennie, y la abraza. Entramos al calor del interior.

Encuentro a Min Yoongi en la sala, tomando café, mirando a través de sus gafas un libro viejo manchado por el agua. Mientras Jennie y la señora Min murmuran en la cocina, me siento frente al coronel.


―Jongin ―él dice.


―Coronel.


―¿Cómo lo llevas?


―Estoy vivo.


―Un buen comienzo. ¿Cómo te ajustas a la casa?


―La desprecio.


Min se queda en silencio durante un momento.


―¿Qué es lo que piensas?


Busco las palabras. Parece que he olvidado la mayoría de ellas. Por último, en voz baja, le digo―: Él me mintió.


―¿Cómo?


―Dijo que estábamos arreglando cosas, y si no nos damos por vencidos todo puede salir bien.


―El creía eso. Yo lo creo, también.


―Pero luego murió. ―Mi voz tiembla y lucho por apretarla con fuerza―. Y fue sin sentido. Ninguna batalla, ningún sacrificio noble, sólo un estúpido accidente de trabajo que podría haberle sucedido a cualquiera en cualquier lugar, en algún momento de la historia.


―Jongin...


―No lo entiendo, señor. ¿Cuál es el punto de arreglar un mundo que es tan breve? ¿Cuál es el significado de todo ese trabajo si sólo va a desaparecer? ¿Sin previo aviso? ¿Un maldito ladrillo en la cabeza?

Mi noviɑ es unɑ zombi (Jenlisɑ ɑdɑptɑtion)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora