La escena en la que Jennie y yo hacemos nuestra salida del aeropuerto se parece a cualquier procesión de boda o una línea de buffet. Los Muertos están alineados en los pasillos para vernos pasar. Todos y cada uno de ellos están aquí. Se ven inquietos, agitados, y claramente les gustaría devorar a Jennie, pero no se mueven o hacen un sonido. Durante las acaloradas protestas de Jennie, le pregunté a J si nos escoltaría afuera. Ella nos sigue unos pasos detrás, tranquila y atenta, explorando la multitud como una agente del Servicio Secreto.
El raro silencio de una sala llena de gente que no respira es surrealista. Juro que puedo escuchar el golpeteo del corazón de Jennie. Ella está tratando de caminar firme y verse indiferente, pero sus precipitadas miradas la traicionan.
―¿Estás segura de esto? ―pregunta ella en voz baja.
―Sí.
―Hay como... cientos de ellos.
―Mantenerte a salvo.
―Claro, claro, a salvo, cómo podría olvidarlo. ―Su voz se hace más baja―. En serio, Lisa... Quiero decir, yo te he visto patear culos, pero sabes que si alguien decide hacer sonar la campana de la cena ahora mismo voy a ser sushi.
―Ellos... no lo harán ―le digo con un sorprendente grado de confianza―. Somos... algo nuevo. No han... visto antes. Míralos.
Ella mira más de cerca las caras circundantes, y espero que pueda ver lo que he estado viendo. La extraña variedad de sus reacciones hacia nosotras, a la anomalía que representamos. Sé que nos dejarán pasar, pero Jennie parece poco convencida. Un ruidoso silbido se desliza en su respiración. Hurga en su bolso de mensajero y saca un inhalador, toma un aliento de él y lo sostiene, sus ojos todavía pasando velozmente.
―Tú... estarás bien ―J dice en su bajo retumbar.
Ella expulsa el aire y mueve rápidamente su cabeza alrededor para mirarlo airadamente.
―¿Quién coño te preguntó, jodida embutida de sangre? Debí haberte podado a la mitad ayer.
J ríe y levanta las cejas hacia mí.
―Conseguí... una viva... 'Lisa'.
Seguimos sin ser molestadas todo el camino hasta la puerta de salidas. A medida que salimos a la luz del día, siento un nervioso zumbido en mi estómago. Al principio creo que es sólo el terror omnipresente del cielo abierto, ahora se cierne sobre nosotras en tonos mustios de gris y morado, hirviendo con nubes de tormenta a gran altitud. Pero no es el cielo. Es el sonido. Ese bajo tono gorjeante, como un barítono loco tarareando canciones infantiles. No sé si acabo de sensibilizarme hacia esto o si en realidad es alto, pero lo oigo incluso antes de que los Huesudos hagan su aparición.
―Mierda, oh mierda ―susurra Jennie para sí misma.
Ellos desfilan alrededor de las dos esquinas de la zona de carga y forman una fila delante de nosotras. Hay más de ellos de lo que nunca he visto en un solo lugar. No tenía ni idea de que fueran incluso tantos, al menos no en nuestro aeropuerto.
―Problema ―dice J―. Parecen... cabreados.
Ella tiene razón. Hay algo diferente en su comportamiento. Su lenguaje corporal parece duro, si eso es posible. Ayer era un jurado interviniendo para revisar nuestro caso. Hoy son los jueces, anunciando la sentencia. O quizás verdugos, ejecutándola.
―¡Yéndonos! ―les grito―. ¡Llevándola de vuelta! Así ellos no... ¡vendrán aquí!
Los esqueletos no se mueven o responden. Sus huesos armonizan en alguna llave ácida alienígena.
―¿Qué... quieren? ―exijo.
La primera fila entera levanta sus brazos al unísono y apunta a Jennie. Me llama la atención lo mal que está esto, cómo son fundamentalmente diferentes estas criaturas al resto de nosotros. Los Muertos están a la deriva en un mar de niebla de tedio; no hacen cosas al unísono.
―¡Llevándola de regreso! ―grito más fuerte, vacilante en mi intento de discurso razonable―. Si... la matan... van a venir aquí. ¡A matar... nos!
No hay duda, no hay tiempo para que consideren todo lo que he dicho; su respuesta es predeterminada e inmediata. Al unísono, como los monjes cantando las vísperas del infierno, emiten ese ruido desde las cavidades de sus pechos. Ese canto orgulloso de inquebrantable convicción, y aunque es sin palabras, entiendo exactamente lo que están diciendo:
No hay necesidad de hablar.
No hay necesidad de escuchar.
Todo se sabe ya.
Ella no se irá.
La vamos a matar.
Así es como se hacen las cosas.
Siempre lo ha sido.
Siempre lo será.Miro a Jennie. Ella está temblando. Agarro su mano y miro a J. Ella asiente.
Con el cálido pulso de la mano de Jennie inundando a través de mis helados dedos, corro.
Salimos disparadas a la izquierda, tratando de esquivar alrededor por el borde el pelotón de Huesudos. A medida que se adelantan para bloquear mi camino, J surge enfrente de mí y estrella su mole en la fila más cercana, golpeándolos en un montón de miembros ganchudos y entrelazadas cajas torácicas. Un feroz pitido de sus invisibles bocinas golpea el aire.
―¿Qué estás haciendo? ―Jennie jadea mientras la arrastro tras de mí. En realidad estoy corriendo más rápido que ella.
―Mantenerte a sal...
―¡Ni siquiera pienses en decir 'Mantenerte a salvo'! ―chilla ella―. Esto es lo más lejos de estar a salvo de lo que nunca he...
Ella grita mientras una mano sin piel pellizca sobre su hombro e hinca el diente. La mandíbula de la criatura se abre para hundir sus limados colmillos en su cuello, pero yo lo agarro por la columna y lo arranco de ella. Lo arrojo al hormigón tan fuerte como puedo, pero no hay impacto ni rotura de huesos. La cosa casi parece flotar desafiando la gravedad, su caja torácica sin apenas tocar el suelo antes de saltar de nuevo en posición vertical, tambaleándose hacia mi cara como un espantoso insecto imposible de matar.
―¡J! ―gruño mientras eso forcejeaba por mi garganta―. ¡Ayuda!
J está ocupada tratando de quitarse los esqueletos de sus brazos, piernas y espalda, pero parece estar resistiendo a fondo gracias a su fuerza superior. A medida que lucho para mantener los dedos del esqueleto fuera de mis ojos, J se mueve hacia mí, me quita la cosa de un tirón, y lo arroja a otros tres a punto de saltar sobre él desde atrás.
―¡Vayan! ―grita y me empuja hacia adelante, luego se vuelve hacia nuestros perseguidores. Agarro la mano de Jennie y vamos a toda prisa hacia nuestro objetivo. Finalmente, ella lo ve. El Mercedes.
―¡Oh! ―jadea ella―. ¡Está bien!
Saltamos en el coche y enciendo el motor.
―Oh Mercey... ―dice Jennie, acariciando el tablero de instrumentos como a una mascota querida―. Estoy tan feliz de verte ahora mismo. ―Pongo el coche en marcha y suelto el embrague, lanzándonos hacia delante. De alguna manera, ahora parece fácil.
J ha renunciado a tratar de luchar y ahora está sólo corriendo por su vida con una multitud de esqueletos tras ella. Cientos de zombis están fuera del área de la puerta de salidas, viendo todo en silencio. ¿Qué están pensando? ¿Están pensando? ¿Hay alguna posibilidad de que estén formando una reacción a este evento desarrollado delante de ellos? ¿Esta súbita explosión de anarquía en el programa aprobado por el estado de sus vidas?
J cruza la calle, directamente a través de nuestra ruta de escape, y yo piso el acelerador. J pasa por delante de nosotros, después los Huesudos se cruzan por delante, entonces dos mil kilos de ingeniería alemana destrozan sus frágiles y osificados huesos. Se quiebran. Un montón de anatomía vuela por todas partes. Dos huesos de muslos, tres manos y medio cráneo aterrizan dentro del coche, donde vibran y se mueven en los asientos, soltando jadeos secos y zumbidos de insecto. Jennie los lanza fuera del coche y se limpia frenéticamente las manos en la sudadera, estremeciéndose de asco y quejándose:
- Oh mi Dios oh mi Dios.
Pero estamos a salvo. Jennie está a salvo. Rugimos por delante de las puertas de arriba, a la autopista, y hacia fuera en el más amplio mundo mientras las nubes tormentosas se revuelven en lo alto. Miro a Jennie. Ella me mira. Ambas sonreímos mientras las primeras gotas comienzan a caer.
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Mi noviɑ es unɑ zombi (Jenlisɑ ɑdɑptɑtion)
FanfictionUna plaga terrible deja a la población de la Tierra dividida entre zombies y humanos. Una zombi con problemas existenciales, llamada L, entabla una extraña amistad con la novia de una de sus víctimas. Esta historia es una adaptación del libro "Warm...