□ Ladrillo □

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Hoy era el día, hoy estaría sano, hoy dejaría de depender ellos, hoy...

¿Se separarían?


Sábado, fin de semana, día de ir a su casa con sus progenitores. Como cada fin de semana tenía el plan de levantarse a más tardar a las diez y media de la mañana para poder ir con sus padres en la tarde, sólo que lo que cambió ahora era la presencia de los otros dos.

Se giró entre las sábanas todo para sentarse con desgano, voltear a sus lados con los ojos entre cerrados, el pelo desordenado y pensar. Tengo sueño. Para volverse a acostar envolviendose entre las cobijas como un tamal.

Aunque los rayos de sol se comenzaban a filtrar por los vidrios de la ventana, la tela impedía que llegara directamente a sus párpados por lo que no le afectaba al rubio.

Por otro lado el peli-verde si los comenzaba a recibir en sus ojos que se entre cerraron por la luz, pero se enderezó sentándose para estirarse y bostezar. Su cabello estaba más revuelto de lo normal, su cara se alumbraba con la luz matutina haciendo verlo más cachetón y resaltando sus pecas. Miró a la cama que tenía a un lado y después se hincó para ver a la otra persona que estaba al otro lado de la cama. Todoroki aún dormía, pero no parecía que fuera a quedarse más tiempo así.

Después de unos minutos en lo que su cerebro reaccionará.

–Kaminari– pronunció conectando.

Recordando que no lo había visto en la habitación se paró de golpe y empezó a mirar a todos lados alarmado en busca del rubio.

–¿Qué sucede Midoriya?– preguntó el medio albino ya despierto, pero medio adormilado mientras se tallaba un ojo.

–Es Kaminari-kun no está– respondió con un tono alarmado.

A estas alturas o más bien en estos momentos hasta el saludo de los buenos días se les había olvidado.

El heterocromático no lo podía creer, si el chico se hubiera ido tendría que pasar por su lado ya que del otro estaba el peli-verde y además sus zapatos estaban del lado en el que se había quedado así que no creía que hubiera salido descalzo. Miró a la cama y vió lo que parecía un montón de cobijas enrolladas, así que lo más obvio que supuso es que estaba ahí.

–Midoriya– llamó la atención de éste que se encontraba revisando su celular para marcarle al presidente escolar y que buscara al rubio –¿Ya revisaste aquí?– preguntó señalando las cobijas.

El pecoso negó con la cabeza y dejó de lado su celular para acercarse con cuidado y quitar un poco la cobija que cubría al rubio dejándolo a la vista.

Estaba profundamente dormido, sus pestañas lacias y largas se mezclaron un poco con algunos cabellos que tenía en la cara, tenía la blusa un poco removida dejando al descubierto su hombro izquierdo y tenía un poco de baba pero se veía hermoso. Después de contemplarlo por unos segundos soltó un suspiro de alivio agarrando su blusa, soltó la cobija con cuidado de que no cayera en la cara del blondo y y volteó a ver a el medio albino. Su sonrisa fue de vergüenza por alertarse sin fijarse en el lugar más obvio, sin embargo el contrario no dijo nada.

–Pensé que sólo eran un montón de cobijas– confesó apenado.

–No importa, está bien.

Se quedaron otro rato en silencio mientras el pecoso veía al rubio nuevamente.

–Deberíamos dejarlo dormir– habló sin dejar de verlo, haciendo una pausa –, y venir en un rato cuando esté despierto.

–Está bien– asintió girandose para acomodar el lugar un poco.

El peli-verde también hizo lo mismo, ambos estaban conscientes de que probablemente el rubio ya estaría mejor y no los necesitaría en su habitación cuidándolo, aunque más bien tenían el temor de ser rechazados por él ahora que ya estaba mejor. Pero no podían hacer nada al respecto.

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